Ney

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    Parecía mercado.
    En los pasillos atestados, mujeres cambiaban pañales a los niños, hacían comida o tendían ropa.
    Los anafres donde las señoras calentaban los tacos, llenaban de humo el patio central de palacio estatal y pegada a la pared la gente se recorría como podía para esperar turno.
    Algunas familias llegaban a quedarse a dormir porque no alcanzaban a ser atendidas por el gobernador.
    Quien ingresara en ese momento a palacio, no daría crédito que se trataba de una oficina de gobierno. Y más que fuera la más importante de Nayarit.
    Pero así gobernaba Emilio M. González. Acostumbraba dar audiencia a todos y de todos los temas.
    Un amigo me contó una anécdota que involucró al gobernador. Acudió a Tepic para recuperar un camión que fue detenido por un accidente vial.
    Tras una serie de trámites en Tránsito y hasta con el procurador, le recomendaron que fuera con el gobernador, lo cual le pareció descabellado ante lo que era un incidente vial.
    Cuando llegó a la oficina de Emilio M. González se dio cuenta por qué le recomendaron eso.
    Ahí, en la espaciosa oficina, el gobernador en un rincón atendía a todas las personas de temas de lo más diverso.
    Escogía a una persona de las que se abultaban en la puerta del despacho. Luego le preguntaba el motivo de la visita.
    – Fulanito, Don Emilio, que le vendí una motocicleta y no me la ha pagado.
    – A ver -respondía- manden por él. Tú espérate por allí.
    Cuando llegó el que no quería pagar la moto se reanudaba el asunto.
    – ¡Pero si ya se la pagué Don Emilio! -argumentaba el aludido.
    – Pero a ti te va muy bien, en cambio a él le ha ido mal. Págasela otra vez.
    Y tenía que pagarla.
    Resolvía problemas conyugales, autorizaba aumentos de sueldo, conseguía empleos, redes para una cancha de voleibol, becas, todo.
    No había asunto en el que el gobernador no se inmiscuyera. Por el bien de Nayarit, claro.
    En cierta ocasión un sujeto estuvo molestando y amenazando a una mujer que era amiga de la familia. La mujer se quejó con Don Emilio y le dio el nombre del judicial que era quien la molestaba.
    Don Emilio mandó detener al individuo que fue llevado a un mirador sobre un barranco y colgado por varias horas en el desfiladero de casi 200 metros de profundidad. Tras el escarmiento el hombre aquel no volvió a molestar a nadie.
    Cuando dejó la gubernatura para irse de líder del senado, la historia continuó.
    Decenas de elementos del ejército lo cuidaban siempre y cuando los soldados comenzaban a rodear su enorme finca y se apostaban a lo largo de varias manzanas, los nayaritas sabían que estaba a punto de llegar el senador.
    De nuevo largas filas se apostaban en las afueras de su domicilio para pedirle un favor.
    Un hombre que tenía una imprenta y que en una revista se había atrevido a criticar al alcalde, le fue clausurado su negocio por parte del ayuntamiento.
    Por recomendación de alguien acudió a ver a Don Emilio. Hizo fila durante varias horas hasta que lo recibió.
    El veterano político lo miró, saludó y le preguntó qué quería.
    – Saludarlo solamente Don Emilio.
    – Nadie hace fila varias horas para saludarme nada más, dijo.
    – Bueno, la verdad es que quería pedirle ayuda porque me cerraron mi imprenta…
    Don Emilio mandó traer al alcalde de Tepic. Luego le pidió que reabriera la imprenta y que además le diera trabajo del ayuntamiento.
    Y así fue.
    **** **** ****

    La sombra de Don Emilio aparece de nuevo sobre Nayarit.
    Esta vez es su hijo, Ney González, quien se perfila como serio aspirante a ganar la gubernatura y relevar al empresario Antonio Echevarría.
    Ney es una copia del estilo populista de su padre. Como alcalde de Tepic, puso en marcha un programa en el cual con recursos del ayuntamiento se convertía en el padrino de bodas y quinceañeras.
    Aunque es relativamente joven respecto a su padre que murió de más de 80 años, Ney acumula ya más de cien ahijados en Nayarit, algunos de los cuales son atribuibles al “programa” de gobierno municipal.
    Cuando le preguntaron a Ney González por qué pagaba las fiestas de los “ahijados” con recursos públicos, simplemente dijo que era un grupo musical del ayuntamiento que se ponía al servicio de la población.
    Aunque el único que apadrinaba era él.
    Según los últimos sondeos realizados en el vecino estado, Ney estaría encabezando las preferencias de los electores camino a los próximos comicios.
    Con una tasa de desempleo alta, con niveles de analfabetismo preocupantes y un desarrollo estancado –salvo el turístico en Bahía de Banderas–, Nayarit es un estado que parece quedarse rezagado del resto del país.
    Durante la administración de Rigoberto Ochoa Zaragoza –quien tenía plaza de obrero en la cigarrera de Tepic–, el estado no avanzó gran cosa y posteriormente con el empresario Echevarría las cosas no han sido mejores, al grado que en Tepic se menciona que si a alguien le ha ido bien, es al propio gobernador.
    Echevarría es un hombre que buscó la candidatura por el PRI y que al no obtenerla, recibió el apoyo de PAN y PRD aunque luego estratégicamente el gobernador pintó su raya y se registró como militante panista y desechó al PRD.
    Ha sido también motivo de polémica porque al igual que lo que sucedió en Tlaxcala donde la esposa del gobernador fue candidata a la gubernatura; en Nayarit su mujer también buscó convertirse en gobernadora.
    Por increíble que parezca, han sido tan malos los últimos gobernantes en esa entidad, que la gente prefiere regresar con el apoyo a Ney a los viejos tiempos en que Don Emilio M. González atendía a todos los habitantes de ese estado.
    No solamente se llenaba de ahijados, sino que se daba el lujo de grabar un mensaje para los niños en su día el 30 de abril, donde les mandaba un saludo de parte de “Emilio” y los exhortaba a portarse bien.
    El saludo era difundido por vehículos con altoparlantes que recorrían las calles de Tepic.
    No me cabe duda que Ney haría lo mismo.

    A manera de despedida: En Nayarit al principio de la década de los sesenta, los choferes de camiones de carga no podían atravesar el estado sin permiso.
    Quienes querían pasar por Nayarit tenían que dejar el camión a la entrada del estado, pedir algún aventón hasta el centro de Tepic y solicitar al gobernador un salvoconducto para pasar (regularmente la petición iba acompañada de una cuota).
    Con la autorización por escrito, el chofer regresaba a donde estaba el camión y apenas así podía pasar las aduanas del estado para seguir su camino.
    En aquel tiempo no existía impedimento legal para que atravesaran el estado los camioneros.
    Pero la verdadera ley era el gobernador.

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