Mujeres mal pagadas

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Mucho se ha hablado de la condición de las mujeres en diversos campos: laboral, social, cultural, deportivo, político. A pesar de los innumerables manifiestos, consignas, manifestaciones y discursos en diversos foros, la diferencia salarial entre mujeres y hombres aún es abismal. El escenario ha cambiado, sí, pero el proceso es lento, muy lento.
  Pedir, o mejor dicho, exigir un trato igualitario, parece ilusorio en un contexto en el que los derechos ciudadanos y las prerrogativas de la mujer tienen apenas 50 años de estar en la Constitución. Menos probable resulta, por lo tanto, buscar su aplicación cotidiana.
  Para la profesora investigadora y coordinadora del proyecto Interdisciplinario de estudios de género, del Centro Universitario de Ciencias Económico Administrativas (CUCEA), Griselda Uribe, los factores para la discriminación salarial son varios, pero quizá sean tres las líneas de explicación.
  En principio están las posturas de la política económica, “en las que el trabajo de la mujer solo se ve como un complemento al salario de su pareja”. En segundo lugar, las luchas generacionales: “La mujer poco a poco ha estado abriendo espacios en lugares que antiguamente no eran su mercado natural, y esto lo pongo entre comillas, como en el caso de las ingenieras, quienes se dejan contratar como subordinadas”. El tercer aspecto tiene relación con la política laboral que exige una mayor flexibilidad ante la globalización: “Laboran horas por debajo de lo estipulado en el contrato colectivo de trabajo”.

Dos más dos no son cuatro
En este último punto de la flexibilidad laboral, la investigadora puso como ejemplo los argumentos de las autoridades, en e sentido de que las mujeres ganan menos porque trabajan seis horas al día, “sin embargo, cuando vemos los salarios en términos de seis horas para hombres y para mujeres, pues definitivamente sí hay una diferencia”.
  Conforme a información del Instituto nacional de las mujeres (Inmujeres), los ingresos promedio globales de las mujeres son aproximadamente 35 por ciento inferiores a los hombres. En el grupo de mejor pagados, el hombre gana 50 por ciento más que una mujer. En el de los peores pagados, el hombre también lleva ventaja, pues obtiene 25 por ciento más que una mujer. 
El desequilibrio entre el sector sin ingresos, incluida la variable de ámbito rural o urbano, es enorme, pues 75 por ciento de las mujeres económicamente activas en el sector primario (labores del campo) no registra ingresos.
  Ante este panorama, la profesora Griselda Uribe dijo que es necesaria la aplicación en México de políticas públicas con perspectiva de género, pero además, “realmente entender como sociedad que si no nos vemos en una posición de trabajo igual, salario igual, difícilmente vamos a avanzar”.
Un trabajo publicado por Inmujeres señala que la incorporación de las mujeres en los registros de la población económicamente activa se duplicó en los últimos treinta años, pues en 2000 alcanzó una tasa de 36.4 por ciento de las mujeres mayores de 12 años. El incremento en las tasas de participación económica de ellas llega hasta 13 por ciento más que la relacionada con los hombres, pero una de cada 10 mujeres ocupadas no recibe pago.

Discriminación
Las mayores tasas de participación se dan en mujeres entre 35 y 44 años, con nivel de instrucción mayor a secundaria, divorciadas o separadas, con uno o dos hijos, mientras que las menores aparecen en mujeres entre 12 y 14, así como en las mayores de 60 años, sin instrucción, viudas y casadas, con seis hijos o más.
De acuerdo con un análisis elaborado por ese organismo con base en datos del Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI) y la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS), en 11 grupos de ocupación evaluados existe discriminación salarial contra las mujeres, misma que va de 0.5 a 56.9 por ciento.
Entre los profesionales, el sexo femenino gana 23.6 por ciento menos que los hombres; las obreras, 36.2 por ciento menos que los obreros; las funcionarias públicas y privadas, 19.3 por ciento menos que los hombres; y las comerciantes y dependientas, entre otras, 17 por ciento menos que ellos.
¿Acaso no está prohibida la discriminación en México? Y en este tema concreto, ¿no es evidente la discriminación salarial hacia las mujeres, por encima de los caballeros? “Hay una propuesta de hacer modificaciones a la Ley federal del trabajo, pero está durmiendo el sueño de los justos. Se buscan realmente los términos de la igualdad salarial entre hombres y mujeres, y, dos, incorporar la figura del hombre en lo que sería el cuidado y atención de los hijos. Eso se ha propuesto desde hace mucho tiempo, pero la propuesta está por ahí guardada”, se lamenta Griselda Uribe.

Mujeres jefas de familia
 
16.5 millones de personas viven en hogares encabezados por mujeres.
54.8 por ciento de las jefas de hogar son económicamente activas.
65 por ciento de las jefas de hogar tiene entre 25 y 49 años, siendo el grupo de mayor representación el de las mujeres que tienen de 35 a 39 años.

Fuente: Inmujeres

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