Movilidad social educativa

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La movilidad social —que según el Instituto Nacional de Geografía y Estadística (INEGI) “se entiende como la facilidad con la que una persona puede cambiar su posición de bienestar socioeconómico en la sociedad, y consiste en los movimientos o desplazamientos que efectúan los individuos, las familias o los grupos dentro de un determinado sistema socioeconómico”—, podría considerarse como un área que da cuenta del funcionamiento de una sociedad en función de las oportunidades de mejora para el logro de una vida con calidad.

Una de las cuestiones de mayor importancia es el impacto que tiene la desigualdad social en el acceso a la educación, si se considera que ésta es un factor clave para que haya movilidad social, puesto que a mayores niveles de educación las posibilidades de ascenso social aumentan.

El pasado 16 de junio, el INEGI dio a conocer el Módulo de Movilidad Social Intergeneracional (MMSI) 2016, que consiste en una encuesta realizada a 31 mil 935 viviendas, donde fueron aplicados cuestionarios sobre la situación educativa y socioeconómica de la población de entre 25 y 64 años de edad. El estudio se enfoca en cuatro dimensiones: Nivel educativo, Nivel ocupacional, Riqueza, y Percepción, cada una de las cuales está construida con base en distintas características sociodemográficas, tanto del informante como de sus padres.

Algunos de los resultados fueron que los niveles de escolaridad alcanzados por la población se relacionan en primera instancia con la persona que cumple las responsabilidades de proveedor económico principal. Cuando el padre y la madre son los proveedores económicos, una de cada dos personas (47.5 por ciento) alcanza el nivel de escolaridad correspondiente a media superior o superior.

Otro de los aspectos del análisis es el contraste entre el logro educativo de la población respecto del logro del proveedor principal, es decir, a mayores niveles de escolaridad del proveedor principal, corresponden mayores niveles de escolaridad de la población que era dependiente económico a los 14 años.

Esto resulta contrastante, según la encuesta, con el resultado obtenido cuando el proveedor principal fue otra persona, otro pariente o un no pariente, donde los porcentajes de las personas que lograron un nivel de escolaridad medio superior o superior se reduce a 25.4 por ciento en el caso de las mujeres y 14.4 por ciento en los hombres; en este punto conviene señalar que en general la movilidad es ascendente en el logro educativo entre la población masculina respecto de la femenina en todos los niveles de escolaridad del proveedor principal.

Es la primera vez que en el módulo fue utilizada una escala cromática (para la autoclasificación del color de piel), empleada en el Proyecto sobre Etnicidad en América Latina (PERLA, por sus siglas en inglés), que proporciona 11 tonalidades de la piel, con el fin de que el propio entrevistado identifique su color.

Los resultados mostraron que de aquellos que se autoclasificaron en las tonalidades de piel más clara, solo 10 por ciento no cuenta con algún nivel de escolaridad, mientras que la cifra se incrementa a 20 por ciento en las personas que se autoclasificaron en las tonalidades de piel más oscura.

Entre estos últimos se observa un mayor rezago educativo: 28 por ciento cuenta con primaria incompleta y 23 por ciento con primaria completa. Las personas con tonalidades de piel más clara tienen porcentajes más altos en media superior y superior, que van de 29.3 a 44.4 por ciento.

Como puede observarse, la desigualdad persiste, a pesar de que las cifras muestren avances intergeneracionales en el tema educativo, que se prolongan a través de las generaciones en los grupos sociales menos favorecidos.

Lo que resulta claro es que la educación sigue siendo un factor de movilidad social.

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