México sigue en pie

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A un año del sismo de septiembre de 2017 y a treinta y tres años del ocurrido en 1985, se recuerdan con dolor a todas aquellas personas que fallecieron y con gratitud y respeto a quienes ofrecieron su ayuda solidaria para rescatar sobrevivientes, remover escombros y atender las urgentes necesidades de quienes resultaron afectados en sus viviendas y sus vidas. Las heridas de esos días trágicos de 1985 nunca han sanado del todo y los sucesos del año pasado incrementaron el miedo y el horror de los habitantes de la Ciudad de México y de otros lugares del país.

Las fechas nos hacen recordar también que es posible salir adelante si todos nos organizamos y colaboramos. La respuesta a los sismos no se puede clasificar de otra manera más que ejemplar, se mostró un país solidario, con brigadas de rescate, las cuales permitieron reunir víveres y herramientas y distribuirlos, así como llegar con ayuda a puntos donde había posibles sobrevivientes o era indispensable albergar a quienes perdieron su hogar.

En particular los jóvenes buscaron la manera de contribuir, mostraron su capacidad de organización a gran escala mediante todos los medios posibles de comunicación sin que se generara burocracia, hubo quienes ofrecieron apoyo médico y psicológico, realizaron tareas de supervisión en edificios que resultaron afectados, y colaboraron creando herramientas para almacenar datos y difundirlos en tiempo real, con la finalidad de que la información estuviera actualizada para dar cuenta de lo que estaba ocurriendo de manera veraz. Los jóvenes se organizaron y ayudaron donde las instituciones públicas respondían con lentitud y pasmo.

Los desafíos generados por el sismo de 2017 siguen presentes a pesar de que ha transcurrido un año; aún no es posible contar con el panorama completo de la reconstrucción con la información pública que está disponible, ni hacer una valoración sobre el avance financiero y físico de los recursos públicos y privados destinados al apoyo de los damnificados, mucho menos de cuántas viviendas, escuelas, clínicas y hospitales o edificios de valor histórico se han reconstruido o reparado.

No hay bases de datos que ayuden a identificar quiénes han sido los beneficiados con los apoyos y quiénes faltan de recibirlos, hubo familias que perdieron por completo su patrimonio y quedaron en la calle, existe una gran opacidad sobre la información financiera y general, pero más grave aún es la ausencia de políticas para atención de desastres en el país.

Según la oficina de Protección Civil de México, en los últimos 200 años han ocurrido 75 sismos fuertes, éstos han sido relevantes principalmente por las pérdidas y daños que generaron, 60 de ellos tuvieron una magnitud igual o mayor a 7; sismos de menor intensidad ocurren todos los días en el sureste de la república o en la costa del pacífico, que no causan daños materiales o pérdida de vidas pero que son indicios que un evento de gran magnitud puede volver a ocurrir en cualquier momento.

Sin embargo, la actitud de los mexicanos como respuesta inmediata a las grandes catástrofes nos recuerda que México es grande y sigue en pie, que fomentar la cultura de la protección civil y la prevención de desastres; así como que la aplicación rigurosa de los reglamentos de construcción actualizados en las ciudades y poblaciones son tareas urgentes. Al final la prevención es lo que disminuye en gran medida las pérdidas humanas y materiales.

Pero, ¿cómo resolvemos que no haya más cadáveres con los cuales llenar los camiones de la muerte?

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