Mario Rivas Souza

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    No ha perdido su estilo, ni el porte, ni la memoria, ni la amabilidad. Tal vez conteste las mismas reiteradas preguntas sobre su experiencia en las más de 107 mil 799 autopsias que ha realizado desde 1953, y cuente de nuevo las anécdotas de crímenes y cadáveres que han pasado por sus manos. Lo importante es que contesta con la misma intensidad y pasión como hace 50 años.
    “Mira. Aquí puedes ver cómo tengo siempre las puertas abiertas”, ataja cuando se le pregunta si no le enfadan tantas entrevistas. “Las personas que tenemos un cargo público debemos tratar a la gente como se merece. Yo nunca le he negado ninguna información a nadie ni me he opuesto a que me hagan una entrevista. Tal vez a muchos no les parezca lo que digo, pero, bueno, mi obligación es decir lo que hago en el Servicio Médico Forense (Semefo)”.
    Y es que no puede pasarse por alto, por ejemplo, la anécdota de la muerte a tiros, el 24 de mayo de 1993, del cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo. Mientras el entonces Procurador General de la República, Jorge Carpizo MacGregor, insistió en que el cardenal Posadas falleció en medio del “fuego cruzado” entre pandillas rivales en el aeropuerto de Guadalajara, Rivas Souza declaró que las balas que le provocaron la muerte no habían sido directas, “sino directísimas”.
    “Yo desvestí al señor cardenal. A mí no me lo platicaron. Yo sé dónde le dieron los balazos y por qué se los dieron. Ni que estuviera tan… tarugo”, señala mientras frunce el ceño y extiende sus largos dedos y se pone serio. Y continúa.
    “Luego me habló el entonces rector Raúl Padilla López y me dijo que quería platicar conmigo. Aquí estuvo sentado conmigo. Me dijo: ‘Vengo a felicitarlo por el hombre que tenemos dentro de la Universidad, por el valor que tuvo por decir lo que encontró’. Al poco tiempo me nombraron maestro emérito en 1993”.
    Este próximo 10 de mayo Mario Rivas Souza cumplirá ochenta años. Y “todavía sigo dando clases y todavía vengo a trabajar. Nunca le voy a pagar a la Universidad lo que ha hecho por mí. Me educó, me formó y… hasta me paga”.
    Se jacta de que “no es un abogado, sino un médico, el decano de los profesores de la facultad de leyes. ¿Qué le parece?”
    Ahí empezó a dar clases como profesor de la clase de medicina legal, hace 50 años. Se recibió como médico el 20 de diciembre de 1952 y comenzó a trabajar en el Semefo el 1 de marzo de 1953, por lo que ya se considera el “dueño”.
    “Del tema que tú me digas puedo dar clases: el síndrome del niño maltratado, heridas por proyectil de arma de fuego, heridas por agente punzo cortante, causa de muerte por sofocaciones, por estrangulamiento.
    “Mi mujer es como santa”, asegura mientras recuerda que este 16 de febrero cumplirá 51 años de casado, con quien procreó cinco hijos. Y es que “ser esposa de un médico es de la fregada”.
    “Le doy gracias a Dios por estar más o menos bien de mis facultades mentales.
    ”Todavía me acuerdo de muchas cosas que otros ya no recuerdan. No tengo vicios. Nunca me he fumado un cigarro y borracho nunca he sido”.

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