María Antonia Chávez Gutiérrez

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Pionera en los estudios académicos acerca de la explotación sexual infantil en Jalisco, la investigadora es un referente nacional e internacional en la materia. Es psicóloga de formación, maestra en psicología educativa y doctora en educación superior. Sus rigurosos trabajos acerca de los niños en situación de calle y quienes viven en albergues del estado, le ha llevado a capacitar o ser parte de organismos locales y nacionales dedicados a la protección de los menores y de las mujeres.

En los últimos años se ha dedicado a impulsar ObservaLaTrata, un organismo latinoamericano que aglutina a un centenar de universidades y organizaciones civiles que investigan la trata de mujeres y niños, del que recientemente fue nombrada presidente.

¿Cómo llegó a ocupar la presidencia del Observatorio de trata de personas?
Creo que ha sido una trayectoria que fue avanzando hacia esto. Desde los 90 he salido a estancias académicas en otros países, a hacer intercambios en investigación o a dar capacitación de lo que nosotros habíamos construido. Al dialogar con los pares en otros países me empiezo a dar cuenta que hay problemáticas muy similares, y que capacitar desde la universidad no estaba siendo suficiente, sino que la problemática nos rebasaba. Y comenzamos a hacer congresos latinoamericanos hasta 2010 que nace oficialmente el Observatorio, en el que el capítulo México, coordinado por la UdeG, ha tenido mucha fuerza, podemos decir pionero, junto con el de Argentina.

¿Cuál es el objetivo de este organismo?
Hemos ido intentando generar una discusión profunda de cómo va avanzando la problemática y hemos generado diagnósticos alternativos a los que ya hacen otro tipo de organizaciones, como la Comisión Nacional de Derechos Humanos, Naciones Unidas o el informe que hace Estados Unidos cada año. Con esta perspectiva cuantitativa, hemos conjuntado lo que hacen las organizaciones civiles desde la academia.

¿Qué tan estudiado es el problema de la trata de personas en México y AL?
Desde hace unas décadas las organizaciones civiles, aunque no estuvieran trabajando de manera directa la trata y tráfico de personas, porque era desconocido, eran las que recibían la “papa caliente” de estos temas de explotación infantil que daban ya luz de un problema más serio con el asunto de la violencia en el país y el avance de las redes del narcotráfico, que se fueron mezclando el mundo de la calle y que a los investigadores nos había costado relacionar con algo más grande. Ahora cada vez somos más organizaciones que estamos trabajando en eso, no sólo en América Latina sino también en Europa. Nos hemos llevado una gran sorpresa porque hay investigadores de universidades de Polonia o Francia que desde 2013 están trabajando temas de trata y tráfico de personas en países de Latinoamérica. Han sido plataformas que nos han ayudado a familiarizarnos en cómo las problemáticas locales tienen que ver con asuntos globales. Ciertamente es una temática desconocida hasta en los ámbitos jurídicos, en los espacios de la academia y de las organizaciones gubernamentales y civiles.

¿Qué hace falta para que se dé la importancia a este problema?
Creo que se tienen que llegar en algún momento a que se establezcan las líneas y las políticas públicas para intervenir, para que el gobierno, primero, reconozca que hay un problema muy fuerte, sobre todo de las desapariciones, y que está ligado con el tráfico de personas. Pero nadie ha querido asumir el compromiso, hacemos como que no existe, por supuesto no aparece visibilizado ni siquiera en los procesos judiciales. Yo considero que una línea a trabajar es lograr la sensibilización acerca de estos problemas y, sobre todo, encontrar las estrategias de intervención. No podemos seguir quedándonos con los brazos cruzados viendo cómo la gente desparece, cómo la dañan, la explotan o la esclavizan.

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