Los viajeros del Boom

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Más que un descubrimiento de una literatura, el fenómeno del Boom fue una confirmación de que en Latinoamérica se escribía bien y de manera profunda. Pero sobre todo fue una apertura de nuestros autores y sus obras hacia el mercado comercial del libro en todo el mundo. Y quizás algo más: puso en evidencia que la literatura castellana de ese momento estaba desgastada, o que sufría un descalabro histórico y estaba en crisis.

España había vivido su Siglo de Oro literario —que va del Renacimiento del siglo XVI al Barroco del siglo XVII —; y luego con la Generación del 27 —que es conocida como la “Edad de Plata”, sin olvidar, claro, a la Generación del 98 y el Novecentismo en las cuales surgieron obras y escritores brillantes y son sus antecedentes— había logrado un nuevo repunte durante el siglo XX; sin embargo ya sobrepasado el medio siglo, es decir los años sesenta, al parecer la salud de sus letras ya no era tan buena. Pero como siempre hay visionarios, y como suele decirse que toda crisis es una oportunidad, hubo quien supo mirar hacia el Nuevo Mundo y ver que allí anidaba una abundancia de autores que escribían de lo más bien y con enorme novedad en sus historias.

Antes de que ocurriera el llamado Boom latinoamericano, ya España había notado que en esta parte del mundo se escribían obras originales, como con el Modernismo (1880-1920) que abarcó a casi todos los países de América Latina. Mas no había sido tan contundente en lo que a mercado se refiere, sino que fue más bien una apertura entre los círculos intelectuales donde hizo mella. En cambio ya en el siglo del mercado y la comercialización, donde estaba todo dispuesto de otra forma, en su momento y en un siglo que se destacó por crear a una sociedad de consumo, fue lo que logró, en todo caso, que hubiera los elementos para lanzar a las voces de esta parte del orbe hacia todos sus rincones, con gran acogimiento de unos lectores ávidos por entrar a nuevas imaginaciones de algún modo (casi) inéditas.

La gran explosión
Propiamente el Boom Latinoamericano se dio entre las décadas de 1960 y 1970, sin embargo continúa hasta nuestros días, quizás se consumará hasta que uno de los últimos protagonistas, Mario Vargas Llosa, deje el plano terrenal. Quizás no fue el detonador, sin embargo el triunfo de la Revolución cubana, el primero de enero de 1959, hizo que la mirada de Europa y el mundo se fijara en la historia, los acontecimientos y los movimientos sociales que ya se comenzaban a dar en América Latiana, y que hasta entonces habían sido opacados por los dictadores de nuestros países quienes mantenían una buena relación con Europa. Quizás así fue. No obstante, sobre todo desde Barcelona, se fincó un sueño que se hizo realidad: poner a los escritores de América Latina ante los ojos de muchos lectores, de otros ojos que vieron la manera de que comenzara el viaje de nuestras letras que aún no acaba de terminar.

En todo caso la gran explosión literaria inició con los movimientos sociales que fueron visibles para el mundo. Fuimos mirados por Europa y, también, por los Estados Unidos. Entonces comenzó el resurgimiento, nuestra segunda oportunidad de estar en el plano, en el contexto de lo que hoy se llama la Aldea Global. De pronto, pues, todos los ojos querían mirar lo que acá ocurría y para eso se habían escrito ya una enorme cantidad de piezas literarias que describían lo que éramos y, de algún modo, seguimos siendo.

Muchos de los autores incluidos en el Boom, para entonces ya habían escrito parte de su gran obra; otros durante esos diez años de gracia lograron hacer sus obras maestras. No obstante a que ya Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Gabriel García Márquez, Julio Cortázar, Ernesto Sábato, Guillermo Cabrera Infantes, Alejo Carpentier, José Donoso, Jorge Icaza, José Lezama Lima, Augusto Roa Bastos, Jorge Amado, Juan Rulfo, Miguel Ángel Asturias, Juan Carlos Onetti, José María Arguedas, entre muchos más nombres de escritores —que son los más representativos precursores del movimiento—, ya tenían un nombre cada uno en su país, lo que el Boom hizo es conformar, de cierta manera, un bloque latinoamericanista que les permitió ser uno y varias formas de narrar, de escribir en su propio castellano y, es claro, todos y cada uno ayudaron a construir la historia de su país y hacer de sus voces unidades que a su vez fueron —y son— una comunidad. Algo que, luego, se perdió. Después de ese viaje hacia otras latitudes de toda la Tierra, ya no se ha vuelto a realizar, a pesar de los esfuerzos de la industria editorial. Hemos vuelto a ser, los latinoamericanos, unos desconocidos entre nosotros mismos…

De todo ese grupo solamente sobrevive Mario Vargas Llosa, quien ahora es Premio Nobel de Literatura, al igual que Gabriel García Márquez y Miguel Ángel Asturias son quienes recibieron el reconocimiento en este grupo.

Todos los caminos llevan a Barcelona
Carlos Barral, quien dirigía la editorial Seix Barral, acogió a gran parte de los escritores que estaban describiendo su entorno en cada uno de sus países. Todos los autores estaban, de algún modo, comprometidos políticamente con la ola que había creado la Revolución cubana. Entonces fue, como si se tratara de la Meca del Cine, que los escritores latinoamericanos fueron a su Hollywood barcelonés. Si bien es cierto que el editor Carlos Barral los acogió, también es verdad que una agente tuvo una enorme participación para que el Boom latinoamericano surgiera: Carmen Balcells (quien murió el pasado 20 de septiembre de 2015), y con éste una etiqueta que definió el tipo de historias que a partir de ese momento se publicaron y se leyeron en Europa y todo el mundo. Ese nuevo mundo y su realidad en las letras se llamó Realismo mágico.

Los escritores, entonces, tuvieron a una buena lectora, preparada y con enorme visión. Balcells (1930), además, había nacido en la misma década que la mayoría de los autores del Boom, o había crecido con algunos más. Lo cierto es que su trabajo fue esencial.

Mario Vargas Llosa, a la muerte de Balcells, escribió un artículo en el diario El País, que tituló “Carmen queridísima, hasta pronto”, y en que la dibuja a ella y, también a todos los integrantes del Boom latinoamericanos de los años setenta y sesenta:

 

Carmen Balcells revolucionó la vida cultural española al cambiar drásticamente las relaciones entre los editores y los autores de nuestra lengua. Gracias a ella los escritores de lengua española comenzamos a firmar contratos dignos y a ver nuestros derechos respetados. De otra parte, ella indujo y hasta obligó a los editores de España y de América Latina a volverse modernos y ambiciosos, a operar en el amplio marco de toda la lengua y a sacudirse la visión pequeña y provinciana que tenían.

Fue mucho más que una agente o representante de los autores que tuvimos el privilegio de estar con ella. Nos cuidó, nos mimó, nos riñó, nos jaló las orejas y nos llenó de comprensión y de cariño en todo lo que hacíamos, no sólo en aquello que escribíamos. 

Era inteligente, era audaz, era generosa hasta la locura, era buena y, su partida, deja en todos los que la conocimos y la quisimos un vacío que nunca nadie podrá llenar. Carmen queridísima, hasta pronto.

 

No hay duda que fue gracias al Boom que el mundo miró hacia Latinoamérica, y todas las artes se beneficiaron de este movimiento. La realidad y el mundo, por dos décadas, se volvieron latinoamericanistas.

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