Los selenitas llegaron ya

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    Los lunáticos y la sustancia literaria parecen llevarse muy bien. Dos personajes históricos encarnan esta mancuerna mejor que nadie. Dos hombres convirtieron a los lunáticos en seres imantados por la genialidad y la desdicha de la incomprensión de una sociedad que aún guardaba las costumbres medievales que sumieron a la civilización occidental en el llamado “oscurantismo”. Cyrano de Bergerac y el Barón Munchausen son dos hombres-personaje que padecieron la incomprensión de sus contemporáneos ante su relación con el satélite de la Tierra. Uno de manera más activa y otro de manera casi accidental, sus vidas retratan la apertura de la civilización occidental a la convivencia con otros mundos.
    Nacido como Hércules Savinien de Cyrano de Bergerac, este hombre fue contemporáneo del gran dramaturgo Jean Baptiste Poqueline, Molií¨re, razón por la cual suele dejarse en el olvido su papel como poeta, dramaturgo y librepensador a favor de su encarnación como un personaje de la obra de Edmond Rostand estrenada después de su muerte en 1897. Se le confunde habitualmente con él debido a que el personaje teatral de Rostand y el Cyrano real tienen muchos puntos en común. Ambos sirvieron al ejército francés en la batalla de Arras, y ambos eran escritores. Hay una escena de la obra de Rostand que retoma otro de los intereses del Cyrano histórico, la Luna. Aquella donde el héroe atrasa la llegada del villano De Guiche a la boda de la damisela Roxana con su amado Cristian, y lo retrasa haciéndose pasar por un hombre caído de la Luna (secuencia también interpretada en la película protagonizada por Gerard de Pardieu). En dicha escena, el personaje describe uno de los siete métodos por él descubierto para llegar a la Luna: “¡La marea! Cuando la ola es atraída por la Luna, me tiendo sobre la arena —después de haber tomado un baño— y, llevando la cabeza delante —pues los cabellos conservan mejor la humedad— me elevo en al aire, derecho, todo derecho, un ángel, y subo, subo suavemente, sin ningún esfuerzo.”
    Cyrano de Bergerac, el hombre que vivió entre 1619 y 1655, el que nació en la ciudad de Yvelines, publicó de manera póstuma su Historia cómica de los estados e imperios de la Luna. Un texto donde Cyrano describe un viaje al satélite y contrasta las costumbres de los lunáticos con la de los humanos. Costumbres lunáticas por provenir de un mundo distinto, pero también por hacer ver a las costumbres humanas como salvajes. Por ejemplo, cuando se trata del uso que le damos a nuestro lenguaje, el primer lunático con el que Cyrano se topa le explica de su idioma.
    “No es que nuestra lengua tan sólo sea necesaria para expresar todo lo que el espíritu siente, sino que sin ella no podríamos hacernos entender por todos. Pues si este idioma es instinto o voz de la Naturaleza, necesario es que sea inteligible para todo aquello que vive bajo el imperio de esa Naturaleza. Por esto, si vos conocieseis bien el idioma de la Naturaleza, podríais expresar y comunicar vuestros pensamientos a las bestias, y éstas a su vez podrían comunicaros los suyos, pues siendo la lengua de la Naturaleza, de todos los animales ha de ser entendida.”
    Cyrano de Bergerac asumió la defensa de los lunáticos como seres con una racionalidad distinta, no superior pero si radicalmente diferenciada, a la de los seres humanos. El Barón de Munchausen en cambio, padeció la lógica de la sociedad de su época que veía en los relatos desaforados de sus aventuras militares materia de burla o fantasía para infantes.
    Nacido Karl Friederich Hieronimus Barón de Munchausen en 1720, a diferencia de Cyrano, padeció en vida la transformación de su nombre en sinónimo de delirio. En el caso del Barón de Munchausen, el demiurgo de su locura fue Rudolf Erich Raspe, científico y escritor de origen alemán que publicó una versión inglesa de los dichos de Munchausen con el título Relato que hace el Barón de Munchausen de sus campañas y viajes maravillosos por Rusia. Las anécdotas más famosas del Barón, contadas por él mismo, hablaban de superar el cerco de la invasión turca de Budapest montado encima de una bala de cañón, así como un viaje a la Luna.
    De nuevo el personaje, basado en una persona real, viaja no a través de una geografía sino de las costumbres de los seres humanos y presta su historia para que sirva de parábola sobre las contrastantes vivencias de los que no obedecen la lógica terrenal. La desdicha de este ex militar convertido en hombre de negocios fue que la publicación de varias obras donde se alteraban fantásticamente sus aventuras y dichos dañó su reputación al estigmatizarlos como un gran mentiroso antes de su muerte en 1797.
    Munchausen han dado material para adaptaciones cinematográficas. Munchausen llegó primero a la pantalla y de la mano del padre de la ficción en este medio. Georges Mélií¨s estrenó en 1910 su adaptación a la historia de Karl Friederich, donde todas sus aventuras son resultado de una gran borrachera. También Terry Gilliam mostró su gusto por el estrafalario personaje a través de Las aventuras del Barón de Munchausen.
    El Cyrano de Rostand ha sido adaptado por su parte como libreto operístico y al cine, la versión para la pantalla de plata más recordada del Cyrano es la que lleva como protagonista al actor y director francés Gerard Depardieu. Lunáticos como Cyrano y Munchausen representaron, voluntaria o involuntariamente, al pensamiento que viaja a contracorriente de las costumbres establecidas y señala, como lo dijera Herculés Cyrano de Bergerac que “un hombre honesto no es ni francés, ni alemán, ni español, es Ciudadano del Mundo, y su patria está en todas partes”.

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