Los honores de Pacheco

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    El 30 de noviembre, José Emilio Pacheco no supo cómo hizo para afeitarse y tomar una ducha. “De otro modo me habría presentado ante ustedes en estado lamentable”, dijo a los periodistas por la tarde, cuando ya todo el mundo sabía del Premio Cervantes.
    Fue una mañana imposible: “No ha habido un minuto en el que no estuviera contestando tres teléfonos a la vez”. Y apenas era el principio, muy temprano. Poco antes de las siete de la mañana lo despertó una llamada telefónica: era íngeles González-Sinde, la ministra de cultura de España, para anunciarle que había obtenido el galardón máximo de la literatura en castellano. O en español, como dijo él en octubre a Pablo Ordaz en una entrevista para El País: “El castellano es de Castilla, pero en México hablamos español, porque está hecho de todas las Españas. Camilo José Cela y Francisco Umbral o Miguel Delibes escriben en castellano, pero yo no puedo escribir en castellano. Yo escribo en español”.
    Poeta, sobre todo, y narrador queridísimo por Las batallas en el desierto, Pacheco es famoso por huir de las entrevistas. Pero este año no ha podido zafarse, gracias a las celebraciones que se han hecho por doquier desde el verano, por sus 70 años de vida.
    Apenas laureado con 42 mil euros por el premio Reina Sofía de poesía el 17 de noviembre en el Palacio Real de España, recibirá otros 125 mil el próximo 23 de abril de manos del rey en la Universidad de Alcalá de Henares. Es el segundo autor en recibir ambos reconocimientos en un mismo año, precedido en la hazaña sólo por Antonio Gamoneda. Además, es el primer mexicano en obtener el Reina Sofía, y el cuarto en ganar el Cervantes. Él no esperaba ninguno: “Hasta que me dieron el Reina Sofía, yo había sido el eterno finalista. En Norteamérica ser finalista es un prestigio. En México eso no es así. Aquí es un deshonor”.
    Cuando le preguntaron cómo se sentía, no pudo sino contestar: “Zurimbo, patidifuso y turulato. Tengo que escoger tres palabras que ya ni se usan para describir el estado de irrealidad en el que me encuentro. Supongo que un premio es como un golpe que no duele en el momento. Ya veremos después”.

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