Los heraldos del Reino

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A Boab Coyle lo han corrido de un equipo local de futbol de tercera de Edimburgo. Sus padres lo han botado de la casa por estar hartos de darle alojo y porque desean tener la casa para recuperar sus despliegues amorosos. Su novia lo ha cortado porque es un “gordo hijo de puta” que no sabe hacerle el amor. Lo han metido a la comisaría por vandalismo a la caseta telefónica en la que recibió la noticia de su novia, y el sargento de la estación lo ha molido a puñetazos en los testículos y las costillas porque tiene acciones en la empresa de teléfonos. Ha salido de la cárcel y el dueño de una cafetería lo ha dejado tirado de un golpe en la mandíbula por no tener dinero suficiente para pagar el consumo.

Ha ido a su trabajo y lo han despedido porque hay que recortar gastos. Se le ha aparecido en un pub Dios bebiendo una pinta y le dice que todo lo que le ha pasado es por ser “un capullo perezoso, apático y chapucero”, y lo ha convertido en mosca para castigarlo. En su nueva forma ha ido a embarrar de mierda la comida de su ex y su nuevo amor hasta que enferman, ha ido a tirar bolitas de raticida a la ensalada de su antiguo jefe que termina casi envenenado. La venganza intenta seguir con sus padres y al ir a casa los encuentra fornicando en la sala, pero es su madre la que mediante un consolador amarrado a un cinturón penetra hasta el fondo a su padre, quien entre gemidos le pide que se cague en su boca. Boab revolotea pesaroso cerca de ellos, y su madre que lo descubre en una pared lo aplasta de un periodicazo. Al día siguiente encuentran Boab muerto en su cuerpo de hombre, sin saber qué le ha pasado.

Semejante y ridícula desgracia es el resumen de la burlona trama del cuento “La causa del Granton Star”, de Irvine Welsh, que aparece en su libro de relatos Acid House (1994), el segundo después del trepidante éxito que tuviera con su novela Trainspotting (1993) —llevada al cine y al teatro—, y en los cuales se halla representada gran parte de su literatura, en las que habitan las historias perturbadoras y a la vez hilarantes.

Welsh, nacido en Edimburgo, Escocia, en 1958, es uno de los grandes personajes de la FIL de este año, que tiene como invitado al Reino Unido, y asimismo es un autor indispensable para entender la literatura de las pasadas dos décadas.

Irvine Welsh creció en el barrio obrero Muirhouse, y dejó la escuela a los dieciséis años, pasando de un oficio a otro, para luego dirigirse a Londres como parte del movimiento punk. Luego en los años ochenta volvería a Escocia, y mientras trabajaba para el Edinmburgh District Council, finalmente se graduaría de la universidad para entonces dedicarse a la escritura, y con Trainspotting —su primera novela— se le vendría la fama encima.

En ese texto los protagonistas son unos desesperados jóvenes que viven en el Edimburgo no turístico, el del desempleo, la prostitución, y por sobre todo la drogadicción, con la que hay que apaciguar el sufrimiento de la cotidianidad con todo lo que sea posible ingerirse, inyectarse, meterse, para poder “colocarse”.


Escrita desde el duro pero a la vez vibrante lenguaje callejero, Welsh, como en sus otras obras, echó mano de su dialecto nativo escocés para realizarla. En su momento el escritor Jeff Torrington diría que en ella Welsh, “maestro del lenguaje popular, con estilo de boxeador sin guantes, ataca con ferocidad el cuerpo de nuestra sociedad”. Y la calificaría como triste y perversa; un viaje por los “guetos psíquicos” de los perdedores.

Así, en la novela Porno (2002), que retoma como protagonistas a los personajes de Trainspotting —aunque ya habían hecho breves apariciones en otras obras— y que como ésta contiene violencia, drogas, sexo, y sobre la que The Sunday Times diría que no es para timoratos y The Guardian que “no es apta para remilgados, pero tampoco lo es la realidad”, el narrador asume la desesperanza: “La coca me aburre. Nos aburre a todos. Somos unos capullos hartos de todo, en un entorno y en una ciudad que odiamos, fingiendo ser el centro del universo, destrozándonos con drogas de mierda para hacer frente a la sensación de que la verdadera vida transcurre en otra parte, conscientes de que lo único que alimentamos es la paranoia y el desencanto, y, pese a ello, somos demasiado apáticos para dejarlo”.

Otro de los personajes estelares de la FIL es el escritor británico Salman Rushdie. Nacido en Bombay en 1947, y autor de Los versos satánicos (1988), Grimus (1975), Hijos de la medianoche (1981) y Vergüenza (1983), entre otros, será quien inaugurará el Salón Literario de la feria, y presentará su reciente libro, Dos años, ocho meses y veintiocho días (2015).

Rushdie es considerado uno de los novelistas más importantes de esta época y una voz indispensable en la lucha por la libertad de expresión. Su trabajo está íntimamente vinculado a los temas del fanatismo, la guerra entre la razón y la fe, la posibilidad de la tolerancia.

Sobre Los versos satánicos, que le acarrearían una pena de muerte decretada por el ayatolá Jomeini en 1989, bajo el pretexto de que el libro blasfemaba contra el Islam, por lo cual tuvo que vivir ocultándose durante once años y de lo que luego daría cuenta en su libro Jospeh Anton, Rushdie diría al diario ABC que “un escritor, un artista puede hablar de cualquier cosa en el modo en que queramos. Y en una sociedad libre, ese es un presupuesto del que gozamos”.

Aunque sin confirmarse su asistencia, la presencia estética del cineasta Gary Oldman se dará con la exposición Slipping Glimpsers que realizó en conjunto con el pintor George Blacklock, y que estará en el Museo de las Artes de la UdeG (MUSA).

Oldman nació en Londres en 1958, hijo de un ama de casa irlandesa y de un soldador inglés que abandonaría a su familia y terminaría por morir de alcoholismo. Después de hacer estudios en el Rose Bruford Drama College y en el Greenwich Young People’s Theatre, actuaría a principios de la década de 1980 en obras teatrales, hasta que debutaría en el cine al interpretar al músico punk Sid Vicious en biopic sobre él. Entre su amplia trayectoria se recuerdan sus actuaciones en JFK de Oliver Stone, Drácula de Francis Ford Coppola, León, de Luc Besson, y El quinto elemento del mismo director.

En el mismo MUSA se contará para esta FIL también con la exposición Las palabras y las imágenes del artista David Hockney, de quien tampoco se ha confirmado que esté presente en la feria.

Nacido en Bradford, Inglaterra, en 1937, a Hockney se le considera el exponente más destacado del pop art inglés. Cursó estudios en el Royal College of Art y comenzó su trayectoria influido por el expresionismo de Bacon, con una mezcla de formas figurativas y abstractas plasmadas mediante pinceladas gestuales, signos infantiles y grafiti, a los que añadía su particular toque humorístico.

A partir de 1960 se instaló en Estados Unidos, donde trabajó entre Nueva York y California. Cultivó indistintamente la técnica de la pintura, del grabado y sobre todo de la fotografía, configurando grandes collages de imágenes yuxtapuestas tomadas con una Polaroid. En cuanto a la temática de sus obras, destacan sus series de “Piscinas”, tratadas a partir de superficies frías y colores lisos; el figurativismo sirve en estas obras para explorar el terreno de la abstracción. En “Matrimonios de estilo”, otro de sus trabajos más conocidos, extrae imágenes de revistas populares con distintas parejas posando en su entorno doméstico.

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