Los festejados de la feria

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Al enterarse, el escritor Enrique Vila-Matas, semanas atrás, de que el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances sería este 2015 para él, diría frente a diversos medios que su literatura corresponde a que, “como todo escritor, hay que tener un compromiso con el mundo. Es evidente que la mayoría de los escritores lo tiene, tanto en una obra como en la vida político-social. En mi caso estoy atento, con la angustia lógica de los acontecimientos que estamos viviendo. Preguntarnos qué es lo que podemos solventar para lo que está pasando”.

Pero también señalaría que tal premio para sí mismo “tiene sentido. La primera vez que vine a Guadalajara parecía una excentricidad, en el año 91-92, se dio el premio a Juan José Arreola y yo no había oído hablar nunca de él; fue un descubrimiento total el toparme con su figura que se paseaba por la Feria en aquellos días. Jamás pensé que este premio sería para mí, no lo llegué ni a sospechar”.

Y si algo dejaría en claro en aquella ocasión Vila-Matas, sería a quién debía su vocación: “Este premio lo quiero dedicar a quien ha sido mi maestro y gran amigo, Sergio Pitol, un autor mexicano que ha sido decisivo en mi formación literaria. En Varsovia, en los años setenta, él fue quien me dio el impulso decisivo para que me dedicara a esto. Me dijo: ‘Escribe y no harás nada más’. Y así he cumplido yo con su decreto”.

Nacido en Barcelona en 1948, Vila-Matas es autor de una extensa obra, que ha sido traducida a una treintena de lenguas, en la que destacan Bartleby y compañía (2001), El mal de Montano (2003), Doctor Pasavento (2006), Dublinesca (2010) y Exploradores del abismo (2007). Caballero de la Legión de Honor en Francia, ha recibido más de una veintena de premios y reconocimientos literarios como el Rómulo Gallegos, el Médicis, el Herralde y el Gregor von Rezzori.

El ensayista y periodista Sergio González Rodríguez es el elegido esta FIL para recibir el Homenaje Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez. Al respecto ha dicho que “al periodista de temas culturales lo define, sobre todo, su vocación ante el conocimiento. Y este es un conocimiento que se da a los demás. No está encerrado en un gabinete. Lo define su conocimiento del medio cultural y de temas que son decisivos para la transmisión cultural de su país, y en general de la cultura universal. Este es un trabajo que se da en el autoaprendizaje, pero sobre todo para darlo a los demás. El periodismo cultural debe llevar un servicio al lector”.

González Rodríguez nació en 1950 en la Ciudad de México. Estudió letras modernas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y periodismo en la Escuela Carlos Septién García. Editor y profesor, es desde 1993 consejero editorial y columnista del diario Reforma, y fue editor del suplemento cultural El Ángel. Dos veces becario de la Fundación Rockefeller y miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte de México, González Rodríguez recibió en 2013 el Premio Casa América Catalunya a la Libertad de Expresión en Iberoamérica, y en 1992 el Premio Anagrama de Ensayo por El centauro en el paisaje.

Este homenaje que antes han recibido escritores de la talla de Juan Villoro, Hugo Gutiérrez Vega, Roger Bartra, José Emilio Pacheco, Vicente Leñero, e incluso el mismo Benítez, entre otros, es para González Rodríguez un privilegio, porque “lleva el nombre de mi querido amigo y maestro”.

Al autor de Huesos en el desierto (2002), un reportaje sobre las mujeres asesinadas en Juárez, y El hombre sin cabeza (2009), crónica-ensayo sobre los usos rituales de la violencia, la realidad le interesa “por sus secretos y por la posibilidad de descubrirlos”, y a la vez “es un investigador privado que transcribe los hechos con el pulso trepidante de quien espera que la lectura modifique el desenlace”, ha dicho en su momento Juan Villoro.

La argentina Perla Suez es quien este año ha ganado el Premio Sor Juana, por su novela El país del diablo que se entregará en la FIL, y que se adentra en el tema del exterminio de los indios en su tierra a manos de los inmigrantes europeos, para con ello tratar de restañar las heridas de ese pasado.

Ella explica el proceso de su obra: “Yo empecé a leer mucho material sobre los pueblos originarios, me interesa mucho, y sobre todo en mi país, porque esa historia no fue contada. Fue tapada. Lo que nos decían fue que los blancos eran los civilizados y los indios los bárbaros. A esa imagen desde la ficción tenía que darle la vuelta. Siempre tuve el deseo de hacerlo pero no sabía cómo encararlo”.

Dice Suez que lo que intentó en El país del diablo a través de la ficción, “es recuperar esa memoria con la trama que yo hago, porque no tiene que ver con la historia oficial, pero intenté escribirlo como si fuera un western de nuestra Patagonia, que es enorme. Y desde lo que llamaron el país del diablo, según el presidente Julio Argentino Roca, quien empezó el exterminio con lo que se conoció como la campaña del desierto”.

“Con mi novela no es que esté dando a conocer por primera vez el tema, pero debemos tener conciencia, por eso para mí la memoria ha sido muy importante, siempre. En primer lugar, para no olvidar y que no vuelva a ocurrir, y para que esta gente que tuvo sus tierras y cultura sea restituida”.

Para Peggy Espinosa, quien está al frente de Petra Ediciones desde hace 25 años, el afán y la convicción en su labor se deben a que “lo que hacemos es construir libros que por sí mismos son pequeños universos que te permiten ir del libro a la vida”.

Ella recibe este año el Reconocimiento al Mérito Editorial en la FIL, y que por primera vez se da a la edición de literatura infantil y juvenil. Por eso cree que en este tipo de libros las palabras y las imágenes “se unen para crear un espacio donde la lectura se cumple de manera profunda. Ese espacio es documento, metáfora, símbolo, entrada al inconsciente, a los sueños. Ahí conviven la cultura y las emociones gracias a la mirada del lector. Mirar es ese privilegio, ese don que se usa en la vida cotidiana y que se fortalece con la lectura”.

El caricaturista Paco Calderón dice que “una vez que entiendes la política no le tienes misericordia ni respeto a ninguno”, y él es quien recibirá en esta FIL el Homenaje de Caricatura La Catrina.

Premio Nacional de Periodismo en tres ocasiones y colaborador de los diarios de Grupo Reforma, cree que “si la caricatura tiene un atractivo es que se ríe de aquellos que no les gusta que se rían de ellos”.

Para Fernando Serrano Migallón, “la persona que se puede sentar y abstraerse con un libro en la mano y disfrutar leyéndolo adquiere una posibilidad de satisfacción y de gusto personal infinito”. Lo dice a propósito de que en esta FIL recibe el Homenaje al Bibliófilo.

Profesor de ciencias políticas y derecho constitucional mexicano en la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional Autónoma de México, Serrano Migallón es un reconocido especialista en derechos humanos y constitucionales, además de ser miembro del Sistema Nacional de Investigadores, y académico de número de la Academia Mexicana de la Lengua desde de septiembre de 2006.

Su acervo personal se estima en alrededor de dieciocho mil títulos, cuyas ramas principales son historia, derecho y arte. La novela policiaca, las biografías históricas y la poesía “hasta los años sesenta”, son algunos de los géneros preferidos del homenajeado, quien atesora particularmente ejemplares que le han dedicado autores como José Saramago, Pablo Neruda, Ernesto Cardenal y Mario Vargas Llosa, entre otros. “Tener un ejemplar dedicado es siempre una satisfacción para quienes disfrutamos del libro”.

Irma Cordera de Pérez Monroy, en quien recae esta FIL el Homenaje al Bibliotecario, dice que “esta es una profesión en la que uno se siente pleno. Hay muchas maneras de acercarse a los lectores, a los niños, enseñarlos a leer”.

Cordera de Pérez Monroy trabajó durante 45 años en la Biblioteca Benjamín Franklin, del Servicio Cultural e Informativo (USIS) de la Embajada de Estados Unidos en la Ciudad de México. Desde 1977 y hasta 2000, se desempeñó como subdirectora y directora de esa institución. Su principal misión consistió en construir lazos de unión entre los bibliotecarios mexicanos y sus pares norteamericanos.

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