Lorena Ortiz

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Un retrato generacional a partir de situaciones cotidianas y personajes comunes, además de reminiscencias hacia el cine, la música, la literatura y los viajes, constituyen las principales características de Con playera de Sonic Youth, el primer libro de Lorena Ortiz.

Artista visual y conocedora de las artes plásticas, Ortiz parte de ese orden diario para transformar sus historias en pequeños universos, narraciones en las que la ficción tiene un papel determinante.

Las relaciones de pareja y de amistad, los encuentros fortuitos y el desencanto de una época se enlazan inteligentemente (con algunos momentos de ironía) en esta docena de cuentos que parecieran estar narrados por el mismo personaje protagónico, una mujer que, sin embargo, se desdobla para llevarnos por distintos espacios y circunstancias, sin abandonar nunca la ciudad como punto de referencia vital.

La autora —que da un delicado sorbo a su café antes de decirme que disfruta contar historias— mantiene una relación cercana con el cine, algo que es notorio en la construcción de los personajes y sus diálogos, conversaciones que a pesar de estar inmersas en la cotidianeidad resultan espontáneas e íntimas. Cubiertos por una narrativa que no escapa a la evocación constante de imágenes, esta serie de cuentos tienen la marca del espíritu joven y de la aventura por el viaje. 

“Cuando terminas de leer podrías pensar que es la misma protagonista en todo el libro”, dice Ortiz. Rápidamente continúa: “En algunos momentos aparece como hija de familia o como estudiante en el extranjero”. La autora puntualiza: “Lo que las une es la manera de reaccionar, se parecen en la personalidad”.   

El primer cuento (que lleva el mismo título del libro) es una pequeña muestra de lo que el lector podrá descubrir. En este relato la protagonista idealiza a un chico más joven que ella, sólo por su apariencia, en especial por una playera que porta, por supuesto, una de Sonic Youth. Luego de algunas andanzas que describen bien una “noche de fiesta” y de marcar el ritmo de la historia (si es que el término se permite) con “Smell like teen spirit”, de Nirvana, el encuentro termina en un inevitable choque de generaciones, en la indiferencia entre los personajes. 

“Cuando escribo no pienso en lo que quiero plasmar, simplemente disfruto las reacciones que provocan ciertas situaciones”, señala Ortiz respecto al proceso de elaboración de su primer trabajo literario. Pero el lector no debe confundirse, Con playera de Sonic Youth no es un libro dedicado a la música. Las partes en las que la autora hace referencia a grupos y canciones son una manera de delinear o dar énfasis a determinados instantes en las historias, además de que construyen o dan una pista del carácter de los personajes. Lo mismo sucede cuando Ortiz utiliza alguna evocación hacia el cine y la literatura.

“Han puesto ‘Da funk’ de Daft Punk que me prende muchísimo, no lo puedo evitar y le doy un par de tragos a la cerveza de Mariana que casi está llena. Enciendo un cigarro y vuelvo a mirar al chico que está con Susana, tiene la espalda ancha y se mueve despacito, con ritmo, pero lento, así que puedo leer toda la gira de 2007 de Sonic Youth completita. Leo de abajo hacia arriba, me doy cuenta de que me gusta muchísimo su cuello y su corte de pelo casi hasta los hombros. Termina la canción y sus brazos largos y delgados rodean a Susana. Doy un tercer trago a la cerveza de Mariana”, escribe Ortiz.

La autora dice que sus cuentos no tienen un cierre como la mayoría de los relatos. Indica que estas historias quedan con finales abiertos. “No me gusta ser tan seria. Me gusta reírme un poco con mis personajes, ponerlos a veces en ridículo”.

Sobre las características de sus cuentos, señala: “La soledad está presente”, y añade: “Los personajes sí tienen amigos, pero siempre están reflexionando. Es como una especie de voz en off, por eso decidí escribirlo en primera persona, que es algo que me gusta y se me facilita”.
El relato de una chica en Alemania cruzando peripecias de viaje, donde una televisión acecha constantemente y una pareja en el cuarto de un hotel que se encuentra con un extraño, para terminar en una “escena” contemplativa, en pleno amanecer, conforman una parte de esta docena de cuentos que resultan sugestivos por develar los pequeños detalles y ponernos en situaciones de sorpresa de frente a lo cotidiano.

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