Literatura de cola enroscada

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    En su obra, Salvador Novo y Xavier Villaurrutia ya pisaban los umbrales de esa modernidad sin adornos que es la literatura contemporánea (entiéndase, la actual). Con el siglo XIX se acabaron las novelas monumentales de grandes temas, grandes personajes y grandes acciones, pero durante el XX manifiestos, teorías e ideales aglutinaron a los escritores e intelectuales en pos de un proyecto social, político, estético, literario, etcétera: era la esencia viva de las vanguardias. Así, revistas como Falange y Ulises buscaban marcar hitos en la primera mitad del siglo pasado. Y lo lograron. Pero también otras como El corno emplumado, Vuelta y su secuela Letras Libres, esta última fundada ya en 1999. Lo cual es prueba de cuán falsa es la confusión predominante que quiere hacer de la historia de las revistas literarias, la historia de la literatura en sí.
    Tenía que cruzarse la barrera psicológica del fin de milenio y la frontera física de la publicación sin papel para que naciera algo como Hermano Cerdo: “una revista en español de literatura y artes marciales de regularidad variable, editada en línea y de circulación gratuita”, según la definición propia.
    Desde marzo de 2006, Hermano Cerdo no ha dejado de publicarse de manera independiente, aunque con ciertas lagunas de periodicidad (la más larga, de abril de 2009 a abril de 2010) y varias transformaciones: la revista comenzó con la nostalgia de la página tradicional, distribuida en PDF a través de correo electrónico a quien lo solicitara y descargable en su blog; después se montaron en wordpress con una plantilla más dinámica y un archivo bien organizado, pero actualizando cada tantos meses.
    Ahora, tras agotar su número 24, han anunciado el número 24.5 que es una expansión premonitoria de su siguiente metamorfosis: “Mientras el Cerdo termina de madurar, los cambios en el sitio serán un poco erráticos. Hemos comenzado con la iniciativa e-Cerdo, con e-books para lectores digitales y smartphones, o lo que es lo mismo, ahora puede leer lo mejor de HC en su Kindle o su iPhone. También, comenzamos a actualizar la portada con cierta regularidad, en vez de esperar a tener un número completo. De momento, hemos llamado a esta iniciativa Hermano Cerdo 24.5, mientras hacemos las innovaciones técnicas necesarias para abandonar la numeración”.
    Con todo y que Hermano Cerdo ofrece estos caramelitos virtuales tan atractivos y que además sus textos se vinculan con Facebook fácilmente para hacerle saber al mundo que tal o cual artículo te ha gustado, lo mejor de esta revista está en la palabra: la calidad de sus cuentos, ensayos, crítica, entrevistas, crónicas y del singular suplemento de artes marciales “Golpes y patadas” han hecho que Hermano Cerdo ya figure en el panorama cultural de nuestro país y de Hispanoamérica, pues cuenta con colaboradores en Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, España, Estados Unidos, Perú y República Dominicana.
    La base de operaciones, sin embargo, se ubica en el Distrito Federal, específicamente en la cabeza y la computadora de su director, Mauricio Salvador. Conforman el consejo editorial, además, Javier Cozzolino, Federico Escobar, Javier Moreno y René López Villamar.
    Aunque varios de ellos (los colaboradores y los miembros del consejo) ya son autores editados en papel y tinta, sus nombres no brillan ante los ojos del esnob como los de Enrique Krauze (Letras Libres), José Antonio Chaurand (La Tempestad) o incluso Rogelio Villareal (Replicante). No importa. Como señaló Ignacio Sánchez Prado en su ponencia durante el II Encuentro Nacional de Escritores Jóvenes de Monterrey —reproducida recientemente en Hermano Cerdo—, esos lectores de luminarias seguramente han olvidado que “La crítica literaria se ejerce cuando un maestro diseña un curso de literatura, cuando un estudiante reacciona en contra de la crítica presentada por su maestro, cuando un círculo de lectura se congrega cada semana a discutir un libro y cuando un amigo recomienda a otro un libro”.
    Esa es la génesis de Hermano Cerdo. Como señalan los editoriales de su primer número: “Al privilegiar la crónica o el ensayo personal, o esa ficción que nos arroja noticias frescas de otros hombres y mujeres, queremos simplemente ampliar nuestra experiencia y ver en las vivencias de los otros una razón para seguir escribiendo. Era esto o un grupo de autoayuda.”

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