Leonor Montijo

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Sirva de ejemplo ver a una maestra honrar la memoria de otros ilustres que fueron definitorios en su historia; Leonor Montijo Beraud lo hará este jueves 5 de noviembre en el Paraninfo Enrique Díaz de León.

La pianista, maestra emérita de la Universidad de Guadalajara, ofrecerá un concierto en memoria del chelista jalisciense Arturo Xavier González Santana, con quien compartió éste y otros escenarios durante veinticinco años. Montijo Beraud acompañará en el piano al joven chelista Jorge Alfonso González a lo largo de un programa que integra, además, “Claroscuro para piano y cello” de Domingo Lobato, su entrañable compañero de la academia y los foros.

Más que un concierto, esto es una recuperación de los momentos, las personalidades, los compositores, las melodías, los lugares, la pasión didáctica, los esfuerzos y hasta las sorpresas que constituyen la nutrida carrera de la pianista. La vida de Montijo Beraud sigue por completo soldada al ejercicio musical, la ejecución, el descubrimiento de nuevos talentos y la formación de éstos a través de la disciplina.

Le resulta imposible alejarse de estas tareas: sigue impartiendo en la Escuela de Música de la Universidad de Guadalajara, donde ha ejercido como maestra durante cincuenta y cinco años; aún asiste a la Escuela Superior Diocesana de Música Sagrada de Guadalajara y conserva el rigor del estudio y la pasión por guiar y hacer desarrollar las carreras de otros músicos.

Montijo Beraud se había propuesto, dice, retirarse también de los recitales, pero la pasión por la música y los recuerdos han sido más fuertes. Aceptó de buena manera la invitación que le ha hecho la Coordinación de Música de la Universidad de Guadalajara para presentar este programa junto con el joven ejecutante que recuerda la maestría en el instrumento de aquel discípulo de Manuel M. Ponce, nacido en Amatitán, Jalisco con quien la maestra compartió el rigor del estudio y el placer por la enseñanza.

González Santana, como ella y el maestro Lobato, está grabado en la historia del arte y la cultura de Jalisco por su empeño en el desarrollo de nuevos músicos —fue director de la Banda de Música del Estado y docente en la Escuela de Música de la Universidad de Guadalajara— y por el esfuerzo asumido para trascender en los cánones de la música formal.

El joven chelista que Montijo Beraud ahora acompaña, dice ella misma, ha demostrado tener el mismo tesón para desenvolverse en el par de sonatas para cello y piano de los compositores rusos Shostakovich y Prokofiev a interpretarse en el programa del jueves. En este también se contempla el tema “Vocalise”, Op. 34 No. 14 de Rachmaninoff.

Jorge Alfonso González es egresado de la licenciatura en Música por la Universidad de Guadalajara. Ha cursado estudios con los maestros Laila Kanniña Rozenbaha, Yalissa Cruz Espino, Costinel Florica y Eduardo Mendizábal. Es ejecutante de la Orquesta Higinio Ruvalcaba y forma parte de la Orquesta de Cámara del Tecnológico de Monterrey Campus Guadalajara, el Ensamble de Música Barroca y la agrupación Hortus Musicus.

¿Qué significa para usted el concierto del día 5 de noviembre?
Para mí es un recuerdo imborrable, porque son obras que yo he tocado desde hace cuarenta o cincuenta años. Toqué con un chelista maravilloso, Arturo Xavier, y ahora es recordar todas esas cosas que yo pasé con él.

¿Cuáles programas fueron cruciales en las carreras de ambos?
Ya te imaginarás en veinticinco años lo que no tocamos. Yo creo que más de treinta sonatas y cinco mil piezas porque era un músico de a de veras.

¿Es el primer programa que presentan usted y Jorge Alfonso?
Sí, es el primero. Anduve diciendo yo que no me quería morir sin volver a tocar con un chelista y se me apareció este muchacho. No teníamos nada puesto ni nada, hasta que me habló Pilar Reyes (de la Coordinación de Música). Parecía una cosa de misterio: estaba yo con Jorge y ella me habló para decirme que quería que tocara en el Paraninfo.

¿Jorge Alfonso se acercó a usted o usted lo descubrió?
Él se acercó. Yo nada más dije: “No me quisiera morir sin acompañar a un chelista”. Una de mis alumnas que tocaba en un grupo me habló de él, se acercó y ahora es como un hijo para mí.

¿Habían estado trabajando en estos compositores?
Sí, son cosas que toqué con Arturo Xavier muchísimo y ahora las estoy volviendo a tocar, como la Sonata de Prokofiev.

El escenario ¿qué importancia tiene para usted? Ahora vuelve al Paraninfo
Con Xavier toqué ahí muchísimo. Yo creo que más de diez veces. En aquellos tiempos, hace cincuenta años, también mis alumnos tocaban ahí sus recitales de graduación. Conozco el Paraninfo muy bien.

No podía dejar de volver a tocar con un chelista, ¿hay otras inquietudes, Tal vez, la necesidad de acompañar a otros instrumentistas?
Estoy viejita. Pensaba esto ya dejarlo, pero vamos a ver. Llevo como cuatro años diciendo que a la Escuela no voy, pero no puedo dejar de ir, tengo cincuenta y cinco años en la Escuela. Me gusta dar clases.

¿Qué significa educar para una mujer que lo ha hecho durante todas estas décadas?
Dejar a mis alumnos bien “puestos” porque soy medio regañonsita, pero me gusta que lo hagan bien.

¿Es necesario ser regañonsita para la formación musical?
Yo creo que sí. Cuanto más regaña una, más la quieren.

¿Cuáles otros valores se necesitan en la formación de nuevos músicos?
Tener ganas. Talento por supuesto, pero talento sin esfuerzo no funciona.

Jorge Alfonso es uno de estos nuevos talentos de la Escuela de Música. ¿Tiene usted en la mira a algunos otros talentos a desarrollar?
Yo te voy a hablar de mis alumnos de piano: tengo muy buenos alumnos. Por eso sigo en la Escuela, porque tengo muchachos que de veras estudian y que quieren hacer algo.

¿Tiene usted un periodo musical preferido para enseñar y ejecutar?
Yo pongo todititos: Beethoven, Brahms, Mozart, Stravinsky, Prokofiev; pero el impresionismo es el que más me gusta.

¿Nota usted algún cambio en la apreciación de los grandes compositores?
Fíjate que no. Yo les pongo de todo a los alumnos y lo tocan con ganas. Les pongo mucho al maestro Lobato, que para mí es un recuerdo imborrable, casi estoy en Jalisco por él. Lo tocan muy bien, gracias a Dios.

¿Qué debemos apreciar en las composiciones del maestro Lobato?
Son composiciones muy musicales con tiempos difíciles. Yo lo conocí muy bien: la “Cuarta sonata para piano” la hizo para mí.

¿Cómo es esta sonata?
Yo le dije que no la hiciera muy moderna. A mí no me gusta lo muy moderno. La hizo exactamente como yo la quería: es melódica aunque también es moderna. Es la última que hizo, a mí me encanta y mis alumnos de música la están tocando.

¿Hay algunos otros compositores mexicanos a los que regularmente se remita?
Me encanta Ponce.

¿Qué me dice sobre la salud de la música y la composición en México?
Hay mucho pianista bueno ahorita. Ha cambiado mucho el asunto, pero hay muchachos muy talentosos, mexicanos.

Además de la academia y sus presentaciones, ¿cómo es su relación con la música?
Voy a muchos conciertos. Voy mucho al teatro. Estoy en eso desde que nací, pues mi mamá fue mi maestra. Los muchachos vienen aquí a casa a platicar de música.

Además de las horas que dedica a la Escuela de Música, ¿aún recibe alumnos en casa?
Seguro que sí. Además, muchos de los maestros de la Escuela son alumnos míos. ¡Algunos ya están jubilados! ¡Mis alumnos de hace cincuenta años! Y yo continúo.

¿Cuántas horas al día dedica al estudio?
Las que puedo porque, de repente, tengo muchas cosas que hacer: voy a la Escuela de Música Sacra un día por semana. Viene Jorge, viene Konstantin (Zioumbilov, violinista), pero sí trato de mover mis dedos a diario.

Su infancia en Hermosillo, ¿qué papel jugó  en su formación musical?
Mi mamá fue mi maestra desde los siete años, ella era pianista y maestra, muy buena maestra porque eso es muy importante: ser buena maestra y no tenerle miedo a los alumnos.

¿Hay una diferencia muy radical entre sólo ser ejecutante y ser maestra?
Sí. Hay que estar presionando a los alumnos para que hagan las cosas bien, porque esa es la cosa: estar seguros de que lo están haciendo bien. Ni modo, tiene uno que presionarlos.

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