Leer es peligroso

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    La lectura es un peligro. Es un peligro porque un pueblo que elige qué leer, después elegirá también a sus gobernadores. Eso es un peligro para la política de un país. La población aprende a decidir, a pensar y tener un punto de vista. “O acaso no es curioso que los pueblos latinoamericanos tengan los niveles más bajos de lectura en el mundo”, se cuestionó la promotora de las obras en Argentina, Graciela Bialet, al participar en una mesa de trabajo en la cual tres mujeres de distintos puntos de América se preguntaron lo mismo: ¿Dónde están los lectores?
    Están en todos lados, coincidieron al final Graciela Bialet; la mexicana Ana Arenzana y de Colombia, Yolanda Reyes.
    Pero para concluirlo, cada una de ellas utilizó la palabra para atrapar durante dos horas a los reunidos en el III Encuentro de promotores de lectura: “De regreso al lector”, realizado en la Feria Internacional del Libro.
    Para empezar, Graciela Bialet puso en dilema al auditorio: “¿Cómo piensan en lectores cuando hay tantos niños desnutridos”. El auditorio levantó las orejas como si escucharan un cuento de terror.
    Bialet, quien fue coordinadora de proyectos de alfabetización en su natal Córdova, el ejercicio de la lectura comienza desde la niñez. Pero hay dos tipos de niños: los hiperrealizados y los desrrealizados. En la primera categoría incluyó “a esos niños con un formación de video clip, que se saben más astutos que sus padres por entenderse mejor con la tecnología”, y en la segunda, a aquellos que antes de pensar en leer, se las arreglan para sobrevivir.
    Ambos tienen la misma facilidad de aprendizaje, señaló, pero la diferencia es que mientras uno aprende a acceder a una página de Internet, otro descubre cómo abordar el camión sin tener que pagarlo.
    Comentó un proyecto literario en Argentina, que fomenta la lectura y la escritura de los niños de la calle, llamado La luciérnaga, es una revista en la cual los menores publican sus libros.
    “Estos niños, por su instinto de sobrevivencia han aprendido a leer y escribir. Venden sus libros en la calle. Lo que la escuela no pudo, lo hizo esta publicación. La lectura, literalmente, les salvó la vida”.
    Agregó que los hábitos de leer dependen de las decisiones de las instituciones educativas, de las políticas gubernamentales, y los adultos.”A un niño se le enseña a leer con responsabilidad social, con ternura y con paciencia. La lectura es para todos, ricos y pobres. Pero los pobres, lo único que tienen es su cultura, por eso un libro siempre brinda la oportunidad de recuperar el alma. No todo está perdido”.

    Lectura en pañales
    Ni los libreros, ni los educadores formales, mucho menos las instancias gubernamentales y los adultos en general, se han dado cuenta dónde están los lectores, puntualizó la articulista y promotora de la misma entre los niños colombianos, Yolanda Reyes: los lectores están en las barrigas de sus madres, dijo.
    “A ningún niño de ocho meses le parece terrible un libro, no desconfía de ellos. Es el primero en tomarlo y mordisquearlo. Cuando ese bebé crece y descubre que los adultos pueden leer en ellos y que se pueden pasar horas leyéndoles, ya nadie lo podrá parar en su aventura por los libros”.
    En la fantasía de los promotores de la lectura ahí sentados en uno de los foros de Expo Guadalajara, Yolanda Reyes les creó otra fantasía: “Una vez que los niños tuvieron contacto con el manual desde los cero a los tres años, encontrará una plataforma entre la realidad y la ficción. Un lector de cuatro años, a su corta edad ya sabe que hay viajes simbólicos, que en su cuarto puede haber bosques completos y monstruos, y que es capaz de ir de la ficción a la realidad.

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