Laura Astorga

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El filme costarricense Princesas rojas (presentado en la pasada edición del FICG), muestra desde la perspectiva de Claudia —una niña de 9 años de edad, hija de cuadros de inteligencia comunista centroamericanos—, una mirada al sandinismo de los años ochenta.

Laura Astorga, guionista y directora, nos habla de las circunstancias que hicieron posible, tras siete años de producción, el estreno de una cinta “de historia actual, aun cuando no se trate en sentido estricto de una película histórica”.

¿Por qué contar una historia desde la perspectiva de una niña?
Porque es una historia autobiográfica. Siempre quise hablar de esa experiencia porque es un episodio muy particular de Nicaragua y Costa Rica. Mis padres hacían trabajo de inteligencia clandestino, lo que es un privilegio, así que empecé a entrevistarlos esporádicamente, pero resultaron fatales ya que no me contaban nada. En parte, porque hay una decepción ante una revolución no bien habida; y en parte, porque están formados como cuadros de inteligencia, que por seguridad no cuentan detalles. Ahí fue que entendí que tenía que contar esos vacíos de información construyendo un rompecabezas imaginario.

¿Desde qué aspecto planteas la película: personal o político…?
Lo que defiendo es que lo personal y lo político son lo mismo, aunque intento establecerlo con posturas menos polarizadas que izquierda y derecha. Las decisiones afectivas que se toman en una estructura de poder impactan el panorama político. Pero no son las únicas aunque sean las más directas. Las decisiones de un ama de casa que compra huevos y leche son políticas también. A la generación de mis padres les cuesta mucho entender esto. Para ellos, la política era cosa de un lugar y el hogar era algo distinto. Los jóvenes, en cambio, tienen una apropiación de ese lugar político mucho más evidente pues si tuitean algo o dan un “like” saben que eso es cuantificable.

¿Cuál es el contexto actual de producción y distribución en Costa Rica que te permitió realizar ese filme?
Voy a ver si lo puedo resumir. En el Festival de Berlín el año pasado tuve el privilegio de participar como jurado; sin embargo ¿para qué sirve?, creo que solamente de gozo personal, porque eso en este momento no construye nada en mi país.  Es penoso que los cineastas costarricenses, después de enormes esfuerzos para hacer una película, con dificultades principalmente económicas, sólo recibamos una retribución personal. No tenemos todavía una cinematografía. No estamos en la situación de Carlos Reygadas, Amat Escalante o Alonso Ruizpalacios —voy a hablar de ellos porque son los recientemente premiados por los festivales más importantes del mundo—. Hay que reconocer que en México se está construyendo una cinematografía muy sólida. Nada que ver con nosotros.

¿En qué momento están entonces?
No hay ley de cine, siquiera, ni un film commission. Otros países van a rodar películas y te das cuenta sólo porque lo ves en la pantalla, pero al llamar al Instituto Costarricense de Turismo (ICT) ves que ellos ni siquiera lo sabían. Utilizan las locaciones y no pagan nada por la imagen, por el derecho de que están haciendo uso de un país para generar un usufructo millonario. Como ejemplo está la última película de Will Smth Después de la Tierra [After Earth, 2013, dirigida por Night Shyamalan] que fue rodada en Costa Rica y nadie se enteró.  Por otro lado, distribuidores casi no hay, son los mismos exhibidores. Se quedan con el setenta por ciento de las ganancias y además cobran alquiler. Por Princesas rojas, a pesar de haber sido vista por más de cinco mil espectadores, aun debemos 200 dólares. Es una pérdida total.

¿De dónde obtuviste entonces los recursos para la filmación de la película?
Con el fondo base de IBERMEDIA; el Global Film Iniciative, el Cinergia y recursos en especie; además de que la gente cobró sólo el 20 por ciento, y yo como productora, guionista y directora, tuve que reducir mi pago. No son decisiones deliberadas, sino trampas en las que caes porque hay que tomar la decisión de seguir adelante o suspenderlo. Esto seguirá así hasta que haya un cambio político en mi país donde prácticamente se necesitan héroes. Sería importante la creación de un fondo mesoamericano propuesto por IMCINE para coproducciones entre México y los países centroamericanos por la cultura que nos une. México tiene profesionales de alto nivel en todos los departamentos del cine y nosotros no tenemos eso. Podemos tener las ideas, pero aun importamos a muchos profesionales en la materia.

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