Las secuelas de un accidente

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La cicatriz que va de la parte superior de su cabeza hacia su oreja izquierda, es sólo una de las secuelas que le quedaron a René Vargas Virgen del accidente que hace un año le cambió la vida a él y a 19 familias más de la comunidad Santa Cruz de Bárcenas del municipio de Ahualulco de Mercado.

René, de 33 años, dice no recordar nada de ese día, pero la gente en el pueblo cuenta con singulares detalles lo que ocurrió aquel 5 de abril de 2012, un jueves santo, en el que una cuadrilla de 20 cortadores de caña de azúcar viajaban por la carretera que conduce de Ahualuco de Mercado al poblado de El Carmen, transportados en una camioneta de carga de tres toneladas y se impactaron contra un árbol que se encontraba en medio del camino.

A causa de ese accidente fallecieron 14 integrantes de la cuadrilla, la mayoría de ellos parientes entre sí: había hermanos, cuñados, tíos y primos, de los que René perdió cuatro.

No obstante que sobrevivió al accidente y está agradecido por eso, la vida de René, aunque pareciera que sí, ya no volvió a ser la misma, pues pasó cuatro meses hospitalizado en el Centro Médico de Occidente, estuvo en estado grave y fue sometido a una cirugía en la cabeza, a causa de uno de los múltiples golpes que sufrió.

“Él parecía un monstruo. Lo hubiera visto, pero gracias a Dios todo ha ido mejorando. Fue bien duro. Ya no la contábamos”, platica Francisca Virgen, madre de René, quien recuerda lo difícil que le resultó ver tan mal a su hijo, pues según cuenta, él ni siquiera reconocía a su familia, a su esposa ni a su hijo.

El semblante de René ya no es el mismo. Una parte de su rostro quedó ligeramente paralizada. Su caminar tampoco es igual, pues su pierna derecha le da muchos problemas: le llegan dolores y “tiene que ir al seguro a que lo inyecten”, platica la señora Francisca.

Sin embargo, René tiene que seguir manteniendo a su familia y como de apoyo económico sólo recibió mil pesos mensuales durante los primeros cinco meses después del accidente, tuvo que regresar a trabajar otra vez en el corte de caña.

“Son injusticias, porque es un trabajo duro tener que volver a cortar caña. La realidad es dura, pero los que están arriba eso no lo ven”, insiste su mamá Francisca.
Los cañeros trabajan una jornada de 6 a 8 horas al día, por la que ganan aproximadamente de 150 a 300 pesos.

Las heridas no han sanado
Gustavo Alonso López tenía 17 años cuando ocurrió el accidente. Él tampoco recuerda mucho de aquel día. Iba sentado en la parte trasera de la camioneta que los transportaba cuando escuchó, de su tío Junior, el grito de “nos vas a matar, cabrón” y después ya sólo sintió “el trancazo”.

Gustavo salió disparado al momento del choque. Se golpeó contra las ramas del árbol, en el que quedó colgado. Los golpes fueron múltiples. Sin embargo, al día siguiente fue dado de alta. Al paso de los días los dolores aparecieron.

“Cuando me dieron de alta, le dije a la doctora que no estaba bien, y ella me dijo que ya estaba bueno para trabajar. Entonces qué puedo hacer contra la palabra de ellos”, afirmó Gustavo, quien desde entonces no ha podido regresar a trabajar.

Tras la insistencia del joven, fue atendido nuevamente en el hospital regional del IMSS, en el municipio de Tala, donde le detectaron tendones desgarrados en un brazo, por lo que requería una cirugía.

Esa cirugía apenas le fue practicada el pasado 20 de abril, más de un año después del accidente, y eso porque una empleada del hospital le recomendó que hablara con el director, pues la cirugía la tenía programada hasta el 7 de octubre de este año.

Desde el accidente, Gustavo dice no haber recibido apoyo de ningún tipo. Algunas veces el jefe de la cuadrilla le hacía llegar una ayuda de 200 o 400 pesos al mes, pero al igual que René, sólo durante los primeros meses. Los gastos que ha hecho para trasladarse a sus citas y sus gastos personales, ha tenido que costearlos su familia, su padre, quien también es cortador de caña.

Piden trabajo
El pasado 16 de abril fueron citados en la casa ejidal de Santa Cruz de Bárcenas los familiares de los fallecidos y los sobrevivientes. El motivo de la reunión fue para entregarles lo correspondiente a los últimos donativos que recaudaron en una cuenta que fue abierta por el ayuntamiento en su apoyo.

El monto total fue de 3 mil pesos, divididos entre las 20 familias, por lo que recibieron 150 pesos. Sin embargo, ya habían sido repartidos 40 mil pesos que recaudaron recién ocurrido el accidente.

Este año las viudas sólo recibieron ayuda de mil pesos durante algunos meses por parte del ingenio de Ameca, pero mientras tramitaban la pensión en el Seguro Social, improvisaron algunas maneras de obtener recursos, como la señora Hortensia Gómez Rodríguez, quien puso un puesto de papas a la francesa, con el que obtiene más o menos 50 pesos al día.

Hortensia perdió a su esposo Agustín Jaime Virgen, de 34 años. Actualmente recibe la pensión correspondiente a 2 mil 500 pesos mensuales, cantidad insuficiente, pues tiene 3 hijos: una niña de 14, uno de 12 y el más pequeño de 1 año 5 meses.

Ella y el resto de las mujeres que perdieron a sus esposos, coinciden en señalar la falta de apoyo. Piden que les ayuden a encontrar algún trabajo, pues las pensiones en la mayoría de los casos son insuficientes.

“En el pasado ayuntamiento nos dijeron que nos iban a ayudar a encontrar trabajo en el Aurrera, pero apenas fuimos y luego luego nos dijeron que no. Nos rechazaron”, comentó Hortensia, quien recuerda que las promesas vinieron de todos lados. Incluso de los candidatos a presidentes municipales que en aquel tiempo estaban en campaña electoral.

Todo sigue igual
A más de un año de aquel evento murió Ramón Valdivia, uno de los cañeros que había sobrevivido al accidente, en el que perdió la vida su hermano Anastasio, de 29 años.

Ramón, de 51 años, falleció el pasado jueves por problemas distintos a las lesiones que tuvo en el accidente. Su hija Luci Valdivia platica que los médicos le explicaron que fue un problema de la vesícula.

Una semana antes de su muerte, en el comedor de su casa, Ramón platicó en entrevista para La gaceta lo que recordaba de aquella tragedia.

Narró que el chofer (quien era su cuñado) iba conduciendo la camioneta muy rápido. “No iba bien” e invadió el carril contrario. Cuando trató de regresar, ya no alcanzó y se estrelló contra el árbol.

Él y otros iban de pie en el cajón de la troca. Otros más, sentados en unas banquitas, entre ellos su hermano “Tacho”. Algunos iban arriba de la cabina de la camioneta. La mayoría salieron proyectados.

Lo que Ramón describió es una postal recurrente al transitar por los caminos y carreteras de la Región Valles, cuyo principal cultivo es la caña de azúcar.

Ramón tenía más de 30 años en este oficio y nunca había pasado nada de esta magnitud. Por eso, él y muchos de sus compañeros veían “normal” que se usaran esas camionetas, y aunque decía que “donde sea que ande uno, le pasan cosas”, a partir del accidente cambió de opinión. 

Como medida de seguridad, el ingenio de Ameca puso a disposición de la cuadrilla a la que pertenecían estos trabajadores, un autobús de medianas condiciones, en el que ahora se transportan.

Tanto las cuadrillas que trabajan para el ingenio de Ameca o el de Tala (en donde procesan la caña de la Región Valles), siguen transportándose de la misma manera, y en algunos casos, en camionetas en peor estado que en la que viajaban Ramón y Anastasio.

Trabajadores de segunda
Los trabajadores del campo son ciudadanos de segunda, opina el doctor Ángel Guillermo Ruiz Moreno, investigador especialista en Derecho social, pues de estar considerados en un régimen de seguridad social obligatorio y sin distingo, con ciertas prestaciones como las pensiones, pasaron a un sistema de diferentes modalidades de seguridad.

“En México la seguridad social es eso: caridad vía impuestos, y que quede claro también que a este tipo de personas se les ha intentado vender un servicio similar, el Seguro Popular de Salud, que es asistencialismo social, que no puede ser exigido al Estado y que ni es seguro, ni es popular, ni es de salud”.

El doctor Ruiz Moreno, uno de los expertos más reconocidos en el tema de Derecho social en México y Latinoamérica, dijo que es preocupante que en plena semana de la Seguridad social, del 22 al 26 de abril, estén modificando la Ley de Seguridad Social, “para pagar más impuestos”.

Y lamentó que en las legislaciones y el diseño de políticas públicas en este rubro, no tomen en cuenta el trabajo académico que hacen en varias universidades del país.

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