Las otras historias de la Malinche

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    Amante de Hernán Cortés, traductora, espía de los españoles y testigo de los sangrientos combates entre los conquistadores y los indígenas, la historia de Marina —Malintzín, Malinche, Malinali o Malinalli— está revestida de misterio y tragedia. El transcurso del tiempo no pudo eliminarla de la memoria de los mexicanos. Muchos la mencionan con rencor. Para ellos es la traidora, la responsable de todas las miserias y complejos.
    Sobre ella no pudieron dejar de escribir cronistas e historiadores del siglo XVI. Sus versiones sobre el origen de Malinalli y su participación en la conquista española sobreviven y sirvieron de inspiración a intelectuales y escritores del siglo XX y XXI que han tejido en torno a estas conjeturas e interesantes historias.
    En la literatura Laura Esquivel, Marisol Martín del Campo y Fanny del Río combinan distintos elementos de los relatos de Bernal Díaz del Castillo, Hernán Cortés y Francisco López de Gómara para echar a volar la imaginación y construir sus novelas.
    Para estas escritoras, doña Marina lejos de ser una traidora, es producto de su época. Ni santa ni villana, así pintan a esta mujer imaginando sus decepciones, miedos, remordimientos, debilidades, defectos y virtudes.
    Malinalli en el siglo XVI
    Bernal Díaz del Castillo, uno de los hombres de Cortés, en Historia verdadera de la conquista de la Nueva España, habla del origen de doña Marina —nombre que le dieron los españoles después de bautizarla—. Expresa que sus padres eran señores y caciques de un pueblo llamado Painala. Murió su padre cuando era muy niña y su madre se casó con otro cacique y tuvo un hijo. Para que éste heredara, dieron a la niña a unos comerciantes, quienes la vendieron como esclava. Los señores de Tabasco la regalaron a Cortés junto con otras 19 mujeres.
    Cortés repartió las mujeres entre sus capitanes. Bernal indica que doña Marina fue entregada a Alonso Hernández Puerto Carrero, primo del conde de Medellín. Después que éste se fue a Castilla, doña Marina pasó al servicio de Hernán Cortés. Ambos tuvieron un hijo, de nombre Martín. Posteriormente ella se casó con Juan Jaramillo.
    El saber maya y náhuatl fue de mucha utilidad a Cortés, pues ella traducía los mensajes de los señores indígenas del náhuatl al maya y Jerónimo de Aguilar, del maya al español. Hernán Cortés en su segunda Carta de relación, dirigida a Carlos I de España y V de Alemania, se refiere a ella como “la lengua que yo tengo que es una india de estas tierras”; y relata cómo lo salvó de una situación crítica al descubrir, gracias a la indiscreción de una mujer, que gente de Moctezuma planeaba atacar por sorpresa a los españoles.
    Francisco López de Gómara, quien no participó en la conquista, pero fue capellán de Hernán Cortés, en su libro La conquista de México, indica que ella era originaria de Viluta, Xalisco. Sus padres estaban emparentados con el señor que gobernaba esa tierra. Cuenta que ella fue robada por mercaderes en tiempos de guerra y trasladada a la feria de Xicalango donde fue vendida al señor de Tabasco. Este autor asegura que al saber Cortés que Marina sabía dos lenguas le prometió la libertad a cambio de sus servicios.
    Xicoténcatl, el Viejo, puso el nombre de Malinche (El Señor de Malinalli) a Cortés. Actualmente ella es conocida como la Malinche.

    Hija del cacique de Painala
    Laura Esquivel, en su novela Malinche, relata la vida de la futura doña Marina como huérfana del cacique de Painala. Hasta los cinco años su abuela ciega juega un papel fundamental en la vida de Malinalli. A su lado aprende a dibujar códices, a apreciar la naturaleza y adorar a los dioses.
    Laura Esquivel, a través de los diálogos entre nieta y abuela, trata de reflejar el modo de sentir y pensar de los indígenas. La manera de decir las cosas tiene una belleza familiar y al mismo tiempo ajena al mexicano actual.
    La infancia feliz de Malinali termina con la muerte de la abuela. Entonces su madre la regala a unos mercaderes para que la vendan como esclava.
    Laura Esquivel pinta a Malinalli como un personaje en desacuerdo con la forma de gobernar de los aztecas. “Se oponía a un sistema que determinaba lo que una mujer valía, lo que los dioses querían y la cantidad de sangre que reclamaban para subsistir. Estaba convencida de que urgía un campo social, político y espiritual. Sabía que la época más gloriosa de sus antepasados se había dado en el tiempo del señor Quetzalcóatl y por eso mismo ella anhelaba tanto su retorno”.
    La actitud de los españoles la hacen dudar de su calidad de enviados de Quetzalcóatl. Ella observa que les falta delicadeza, no podía aceptar su brusquedad, el interés que mostraban por el oro, además apestaban.
    La crueldad de los españoles la convence de que no son enviados del dios, pero ya es demasiado tarde. “No había vuelta atrás… Conocía perfectamente la crueldad de Moctezuma y sabía que si los españoles resultaban perdedores en su empresa, estaba condenada a muerte. Ante esta alternativa, ¡por supuesto que prefería que los españoles triunfaran!”.

    Origen macehual
    Xochiquetzal es una niña de cuatro años, hija de macehuales habitantes de Xochimilco. Es el año Ce toxtli. Las fuertes lluvias anegaron las chinampas y pudrieron las semillas. De nuevo Chalchiuenet e Iztaquaut temían quedarse sin cosecha y comida. Eran tiempos difíciles para Tenochtitlán. La afligida pareja decide vender a su hija para salvar del hambre a los demás miembros de la familia.
    Xochiquetzal sufre. El abandono de su familia le ocasiona una gran pena, tan honda que su mente reacciona para protegerla: olvida de dónde es y cómo se llama. El aprendiz de mercader, Cacama la nombra Malinalli. La historia de Malinalli en Amor y conquista es contada por una noble mexica, Ozlaxiuchitl a su hija Miauaxochitl. Los relatos de la moribunda son intercalados con otros puestos en boca de Malinalli.
    Marisol Martín del Campo rechaza la versión de Bernal Díaz del Castillo, en torno al origen noble de doña Marina. Deja muy en claro que sólo los macehuales vendían a sus hijos. Para esta novelista, la mal llamada Malinche no traicionó a su pueblo. En aquel entonces, entre los mayas, tlaxcaltecas, totonacas, cholulas y demás indígenas que habitaban lo que hoy es México, no tenían la sensación de formar parte de una misma nación. Marina refleja esta falta de unidad: “Aunque mi origen sea mexica, no tengo recuerdos ni experiencias mexicas, no siento haberlos traicionado al estar al lado del capitán. Sería distinto si la guerra hubiera sido en Potonchan, ésa es mi primera casa, mi primera raíz”.
    En Amor y Conquista, la autora, a través de Malinalli plasma la sorpresa del mundo indígena ante el modo de pensar de los españoles. Ella pone en tela de juicio el deseo de los españoles de imponer la religión católica: “¿De qué sirve bautizar a la gente a la fuerza, sin que estén convencidos, sin que deseen ser cristianos? ¿Qué sentirían ustedes si los mexicas los hubiesen vencido y los obligaran a desconocer a su famoso Jesucristo? Y tuvieran que adorar a Quetzalcóatl, a Huitzilopochtli, a Tezcatlipoca. Y seguir sus ritos…”
    Doña Marina en la novela de Martín del Campo es un ser humano inteligente y crítico que no deja de cuestionar la manera de pensar y actuar de los españoles.

    La venganza como motor
    “Me señalan como madre de los hijos del nuevo tiempo mexicano, cientos de niños y niñas sin raíz ni pasado, vagabundos y mendigos, debilitados hasta la imbecilidad por el hambre y el abandono; se dice que personifico la traición y que soy la encarnación de la vergí¼enza; que por mi culpa, los mexicanos piensan en sí mismo como escoria”.
    Así escribe Malinali Tenepoalti, “la que me dará orgullo o presunción”, en una de tantas cartas dirigidas a su hijo Martín Cortés, dentro de la novela La verdadera historia de la Malinche, de la escritora Fanny del Río.
    Malinali es pintada en esta novela como un personaje idealista y de pasiones intensas. Una tragedia empañó su vida. Su padre, cacique de Coatzacualco, es llevado preso por los cobradores de impuestos por no querer pagar el tributo al emperador mexica. En castigo es condenado al sacrificio en el téchcatl, la piedra ceremonial.
    Fanny del Río describe ese momento clave en la vida de la princesa:“Un afilado facón de obsidiana le arrancó el corazón, cuando aún latía, y por las escalinatas del templo consagrado a Huitzilopochtli rodó su cuerpo herido”. La madre de Malitzin toma como concubino a un mexica. Con él tiene un hijo y decide deshacerse de Malinali. La da a unos mercaderes que la venden como esclava.
    A los quince años, el cacique de Tabasco regala a Malinalli a Hernán Cortés. Ella acepta la proposición del conquistador de ayudarlo a cambio de su libertad. Sus objetivos son vengar la muerte de su padre y salvar del yugo mexica a los pueblos sojuzgados.
    Llega un momento en que Malinali explota en medio de su decepción, ya que se percata de que ayudó a derrocar a un tirano para entronizar a otro.
    La vida de la Malinche, como lo señalara Octavio Paz, sigue siendo parte de las historias sin concluir de un México abierto y sangrante que no resuelve su presente por estar encadenado al pasado.

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