Las canciones de la luz y del agua

    609

    El Agua grabada, del poeta y periodista Ricardo Solís, acaba de ser vertida a la lengua quebequeana, para volverse una doble corriente, que amplía el ya vasto torrencial de la obra del sonorense.
    Un verso da nombre al poemario cuyo flujo proviene de la luz, hasta volverse el “fulgor de una muesca reciente”. No obstante, no son únicamente aguas resbaladizas las dispuestas en las páginas del libro, sino también —y sobre todo— hay una luz que busca el encuentro de los ojos en cuatro estancias: se abre, entonces, la mirada y los labios entonan canciones; se despliegan los mapas y describen caminos; aparecen más tarde las espumas… pronto se escuchan los cristalinos rumores de una escritura: cursos de un agua que es música “en las inscripciones de tu cuerpo”.

    Que no sea la luz lo que ata
    la voz a los costados donde sangra el momento.
    Que no sea lo escrito
    la clave del muro gastado que mis manos confirman.

    Entonaciones desde el malestar, lamentos y aullidos, son los poemas de Ricardo Solís, unificados solamente por un perseverante modo de escritura. Ausencias y sombras persiguen al rapsoda: al emerger parecen cantos: son el dolor signado en agua y escritura.

    Artículo anteriorVivian Abenshushan
    Artículo siguienteDictamen preliminar Programa Estímulos Económicos a Estudiantes Sobresalientes 2013-2014