La vocación como independencia

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Cuando se visita una nueva ciudad y se caminan sus calles, uno de los sitios principales para conocer y tomar fotografías, son los teatros. Esos enormes y casi siempre neoclásicos edificios que bajo el canon dórico o corintio se erigieron con el pretexto de celebrar a las artes, cuando en realidad se buscaba engrandecer a la autoridad en turno. Ahí dentro se originaron las composiciones estéticas, musicales o escénicas que formaron la tradición artística que cada generación y el mismo foro han legitimado con el paso del tiempo. Llegar ahí no es fácil, ganarse un momento con alguna creación es resultado de una negociación social, que corresponde sólo a aquellos que pertenecen a un grupo reconocido tanto por la institución como por el propio gremio. Sin embargo hoy, que las ciudades alcanzan el título de megalópolis y las formas de producción rebasan los perímetros oficiales, qué pasa lejos de esos templos en los que las artes comulgan. Fuera de esos enormes escenarios protegidos o ruinosos, qué es lo que ocurre.

El teatro que se produce al margen de aquellos foros que administra el Estado se puede llamar independiente y sobre él discutieron diversos artistas escénicos que participaron en el Encuentro de Espacios Independientes durante la XX Muestra Estatal de Teatro que concluyó este domingo.  Como siempre, las formas en las que la sociedad muta, se adapta y revoluciona ocurren a una velocidad muy distinta a las que el Estado rector se mueve. Hoy, que las estrategias escénicas ofrecen diversos caminos para establecer comunicación con su audiencia, podemos decir que la mayoría de los casos las producciones teatrales en México buscan  mirar a un grupo que difícilmente rebasa los ciento cincuenta espectadores  y que muchas veces acepta apenas a un par de docenas de asistentes. Sin embargo, los foros convencionales, los edificios vocacionados a la programación teatral siguen ahí, con sus cientos o miles de butacas y con grandes costos que encarecen la bolsa de cualquier compañía teatral.  Este paisaje se ha convertido en el caldo de cultivo en el que algunos entusiastas y arriesgados creadores han apostado para abrir pequeños foros en los cuales no sólo presentan sus trabajos, sino además, funcionan como laboratorios de creación y experimentación artística.

En países como el nuestro esto sigue siendo un fenómeno emergente, una actividad sin nombre completo, ni espacio en la taxonomía institucional que legitime siquiera su actividad económica o social. Por ello esta reunión cobra relevancia. Durante tres días, los responsables de espacios independientes discutieron sobre la generación de protocolos de trabajo dentro y fuera de sus foros, sobre los criterios de su programación, la capacitación técnica y la seguridad, así como sobre la posibilidad de crear una red local, regional y nacional de salas independientes.

A esos asuntos añadiría algunas preguntas que entre todos debemos comenzar a responder ¿cuál es la esencia de las salas independientes en México?, ¿qué las convierte en independientes?, ¿por qué no son un centro cultural o menos aún una cafetería o galería? Una sala independiente ¿puede o debe recibir aportes de organismos gubernamentales?, ¿cómo crear el equilibrio ente la autonomía e identidad propias de una sala y su integración en la dinámica artística y legal de la sociedad en la que participan? Es necesario además, reconocer la urgencia de participar de una legislación que reconozca esta figura, a fin de reglamentarla de acuerdo con su naturaleza. Ahora este pequeño grupo trabajará en su consolidación para alcanzar uno de los mayores retos del trabajo en equipo: la permanencia.

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