La tortilla ya no es de los mexicanos

805

A raíz de la liberación del precio de la tortilla y el cierre de la Conasupo en 1999, el mercado sufre una feroz competencia. Los productores buscan controlar el negocio y abaratar los costos, muchas veces en detrimento de la calidad, pues no existe una ley que la regule, señala el diputado local Manuel Villagómez Rodríguez, uno de los empresarios más importantes en la fabricación de maquinaria para tortilla en el país.
Afirma que la tortilla resulta imprescindible para la dieta del mexicano. Por algo se venden 630 millones de piezas diarias –más otros seis millones destinadas a la elaboración de tostadas y tacos dorados–. De estas, los jaliscienses consumen 54 millones. “El promedio es nueve tortillas por cada mexicano al día”.
El negocio del maíz se disputa un vasto mercado para atender la demanda de tres mil 300 tortillerías en Jalisco, dos mil 700 de las cuales están desperdigadas por la zona metropolitana de Guadalajara. “El mexicano prefiere la tortilla calientita y recién hecha”.
“Desde 1999 no existe una ley que regule su precio, por lo que cada quien la vende a lo que quiere. La tortilla hecha a mano ronda los 11 pesos, la de masa de molino llegó a siete y la de harina de maíz (Maseca y Minsa) anda entre 5.50 y seis pesos. Incluso hay quien la vende a 4.50”.
Villagómez Rodríguez apunta que resulta inexplicable cómo algunos industriales pueden disminuir tanto el precio, “porque están perjudicando mucho a la industria”. Contra ellos existe el recelo en cuanto a “cómo y de dónde sacan recursos para mantener el precio tan bajo”.

Tortilla de pésima calidad
Villagómez Rodríguez, quien preside en el Congreso local la comisión de desarrollo y fomento económico, explica que muchas empresas harineras ya están vendiendo maíz y harina por igual. “Resulta más barato comprar maíz que harina, además de que la gente prefiere la tortilla de nixtamal”.
“La utilidad que deja el negocio con tortilla hecha de maíz es de 60 o 64 por ciento, mientras que si las tortillerías emplean harina de maíz, su utilidad desciende hasta 40 por ciento, es decir, 23 por ciento menos, que es la ganancia de las harineras por pulverizar el grano”.
Esta lucha por mejorar los precios y abaratar costos ha propiciado que se importe tortilla de Texas, de “pésima calidad”, como la que distribuyen algunas tiendas de autoservicio y que puede durar desde 40 hasta cien días almacenada en los anaqueles.
“Esa tortilla ya no debería reciclarse para consumo humano, sin embargo hay empresas que si no la venden en ese tiempo, la recogen, la cortan, orean, la fríen y la comercializan como totopos por ahí”.
Dicho producto, explica, está plagado de químicos para mantenerlo en buen estado, como ácido gumárico, sórbico y benzoato de sodio, “sustancias que debería estar prohibido utilizar y que incluiremos en la norma que queremos sacar y ahora analiza la Cámara de Diputados”.
De momento, la idea de “vitaminar” la tortilla ha quedado en suspenso, pues al cocerla a 220 grados centígrados las vitaminas “simplemente desaparecen”.
Difícil competencia
Del esplendor alimenticio de nuestros antepasados, creadores del maíz hace más de seis mil años, ahora los mexicanos deben conformarse con ingerir, en el mejor de los casos, tortillas hechas con transgénicos y, en el peor, con maíz contaminado por pesticidas, más propio para consumo animal.
Villagómez Rodríguez expresa que a fin de reducir los costos se importa grano de Estados Unidos, “que nadie consume allá”, pero que muchos industriales emplean para la elaboración de tortillas, “sobre todo en el Distrito Federal”.
El maíz que aquí cultivamos cubre solo en un 60 por ciento nuestras necesidades para la producción tortillera. El 40 por ciento restante es traído de Estados Unidos.
“Del total que proviene del vecino del norte, 40 por ciento es maíz transgénico o contaminado por pesticidas, por lo que no es apto para consumo humano, sino para animales. Solo 60 por ciento del maíz estadunidense reúne los requerimientos necesarios para elaborar tortilla de buena calidad”.
Añade que la producción nacional ha venido a la baja, ya que para el campesino mexicano es difícil competir con los norteamericanos, pues mientras en México la tonelada de maíz cuesta mil 700 pesos, en Estados Unidos la venden en 95 dólares.

Negocio extranjero
Villagómez, quien exporta sus máquinas a 50 países, apunta que el negocio de la tortilla ya es de los extranjeros. De los 80 millones de toneladas que a diario produce Estados Unidos, 60 millones abastecen la demanda interna y el resto es para el mercado externo, incluido el mexicano.
La Unión Americana es el exportador número uno del mundo, pues vende tortilla prácticamente a todo Sudamérica (como Argentina, Brasil, Venezuela, Colombia) y hasta en Europa, “aunque ahora Inglaterra ha entrado a la competencia para controlar el mercado en aquella zona”.
“Maseca ya tiene 40 por ciento de capital inglés. Y cosa curiosa, la fábrica más grande de tortillas está a 200 kilómetros de Londres, una enorme factoría que vendió Maseca al grupo ADM y que a diario produce cerca de cinco millones de tortillas que distribuye en Europa”.
Villagómez, quien vende alrededor de mil 500 máquinas tortilleras al año, comenta que sus clientes son de países tan distantes como Nairobi, Sudáfrica, Corea del Sur o Egipto.
“México no exporta ni una sola tortilla al mundo. Los industriales mexicanos mejor se fueron a Estados Unidos y allá pusieron sus plantas. Para que te des una idea del negocio que es para los extranjeros, ahora puedes encontrar que la tortilla empaquetada para elaborar flautas y que venden en los supermercados… proviene de Guatemala”.

Artículo anteriorMaría Guadalupe Ramos Ponce
Artículo siguienteNarcotráfico violencia y complicidad