La tonta democracia

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El pasado 2 de marzo, durante la presentación del libro Acción Nacional: el apetito y las responsabilidades del triunfo, Alfonso Lujambio, secretario de Educación Pública, afirmó que “la democracia mexicana es tonta”.
El concepto “tonto” es utilizado por el señor Lujambio como un adjetivo que cataloga el concepto democracia, pero ¿esta noción puede recibir este tipo de adjetivos o estamos ante un absurdo como decir “la democracia es marrón”? Podemos afirmar que una persona es tonta y, siendo muy laxos, podríamos reconocer que un programa de televisión o un libro o son tontos porque lo que dicen carece de sentido, es torpe, es obvio o comete continuas equivocaciones. Pero si “democracia” designa una forma de organización política, entonces parece que el adjetivo, en este caso no tiene sentido. En todo caso podríamos decir que es tonto decir que “la democracia es tonta”.
Con muy buena voluntad podríamos admitir que el secretario de Educación Pública quiso hacer una metáfora que nos remitiera a las prácticas absurdas que se derivan de lo que se hace con la democracia, en este sentido podríamos decir, por ejemplo: “el Cruz Azul es tonto” no porque esta noción genérica que agrupa por lo menos a 11 individuos sea tonta, sino porque los 11 individuos aludidos actúan como tontos. Pero si la democracia se manifiesta en las prácticas políticas de más de cien millones de mexicanos, entonces el señor secretario ya pasó a fastidiarnos a todos los mexicanos.
Con un esfuerzo mayor de buena voluntad, pero reconociendo que la tonta no es la democracia, sino los que hacen la democracia, entonces supongamos que los tontos son los responsables directos en que la democracia funcione.
Retomando mis analogías de villamelon, al afirmar “el Cruz Azul es tonto”, en realidad me estoy refiriendo a las personas que hacen posible que exista algo que llamemos “Cruz Azul” y se encuentran directamente involucradas en sus actividades como son los directivos, los entrenadores y los jugadores. No podríamos culpar de su torpe desempeño a los aficionados. De manera análoga podríamos decir que “la democracia es tonta” porque los que diario juegan, promocionan y se jactan de hacer esto que se llama democracia tiene un torpe desempeño o impiden que el objetivo por el que fue inventada alcance las metas que se ha propuesto. De esto no podríamos culpar a los millones de mexicanos que sólo juegan una vez cada tres años, pero también se salvan de este calificativo los que tiene prohibido participar del juego.
Así como el Cruz Azul fue inventado para que jugara y ganara partidos de futbol, supongo que la democracia se instituye para que exista una forma de organización social y política más justa. Ahora bien, la democracia, a diferencia de otras formas de gobierno, se caracteriza por involucrar a un mayor número de ciudadano en las decisiones que conciernen a la población; en este sentido la democracia, al menos por sus cualidades, parece ser más justa porque involucra a los interesados. Pero, para que esto sea posible, se requieren implementar o garantizar la existencia de mecanismos de participación ciudadana por parte de los que se encargan del funcionamiento. Por lo anterior, si los encargados de su funcionamiento no son capaces de alcanzar la justicia prometida entonces la democracia no es tonta sino los encargados de procurarla.
Pero, ¿por qué habríamos de afirmar que se hacen tonterías con la democracia? A Platón no le gustaba la democracia porque decía que era una de las formas más imperfectas de gobierno; el argumento en que sustentaba su afirmación es muy sencillo: Si a mi me duele el estómago, entonces le pregunto al que sabe de estómagos, no a toda la ciudadanía; ahora bien, si la sociedad padece de muchas enfermedades, resulta absurdo preguntarles a los que no saben. Pero el diagnóstico platónico tendría remedio si la ciudadanía tuviera conocimientos acerca de los asuntos sobre los que tiene que decidir y, además, pudiera hacerlo libremente.
De lo anterior podemos inferir que con la democracia se harían tonterías si los ciudadanos son ignorantes de las cosas sobre las que se toman decisiones o si al tomar decisiones actúan bajo coacción.
En otras palabras, dos pilares imprescindibles para que funcione la democracia son: la libertad y el saber. Pero la libertad de los ciudadanos solamente puede manifestarse plenamente cuando lo que lleva al ciudadano a optar políticamente resulta de un amplio conocimiento de las circunstancias, de otra manera, serían las pasiones las que guiarían la democracia más no las decisiones autónomas. De lo anterior inferimos que es la promoción de la racionalidad, de la información y del conocimiento de las circunstancias lo que verdaderamente constituye el motor de la democracia.
A la sazón, si en una nación que se hace llamar democrática el derecho a la información esta controlado porque se asesinan y amenazan periodistas, si se censura a los medios de comunicación y los medios de comunicación responden a intereses de grupos que sólo buscan el poder entonces, mientras esto no encuentre remedio, se harán tonterías con la democracia. Si además, la educación oficial (sustrato de la generación del conocimiento) se dictamina por intereses económicos o afanes de mantener la hegemonía del poder político, promovidos por grupúsculos de funcionarios, también se harán tonterías con la democracia. Y finalmente, si la educación promovida por el estado se niega a admitir los estudios de las humanidades, que son el soporte para la comprensión racional de la ciudadanía entonces y sus necesidades, se hacen tonterías con la democracia.
Mientras los responsables del derecho a la información y la educación actúen con criterios contrarios a la justicia social, no nos quedará otro remedio que seguir padeciendo tonterías a nombre de la democracia.

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