La rebeldía del origen

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“Que la tierra sea tan leve sobre ti, como tú lo fuiste sobre la tierra”, dijo alguna vez Antonio Gades al referirse a la muerte de una bailarina. Esa frase cobra peso con la ausencia del llamado “renovador del flamenco”, quien falleció hace diez años pero ha dejado una Compañía que continúa su legado y que fue la responsable de abrir el Festival de Mayo 2016 con muy buenos augurios. Carmen, estrenada en París en 1983, fue la coreografía que abrió el sábado pasado la edición 19 de este Festival que además de danza ofrece música clásica, jazz y escena contemporánea.   

Gades universalizó la cultura andaluza con un trabajo escénico y cinematográfico que colocaba al flamenco en un lugar distinto, uno que él mismo construyó desde la tradición pero con acentos absolutamente propios. Hijo de un albañil republicano y de una obrera, Antonio Gades llega a la danza por hambre. Su pasión era el ciclismo, sin embargo era más que difícil llevar el pan a la mesa en el franquismo y cuando la bailarina y coreógrafa Pilar López lo vio bailar, marcó su destino. Ella fue quien le dio el nombre de Antonio Gades y, como él mismo lo afirmaba, le enseñó la ética de la danza antes que la estética.

López le hizo aprender mucho más que flamenco, pues su formación integraba folklore dancístico español como la jota, el gallego, el asturiano y el catalán. Gades aprendió también de su maestra el respeto que se debe a la cultura que hay en cada danza. Siempre se consideró un bailarín completo pues cimentó su trabajo en la danza moderna, el clásico español, el flamenco y el folklore.  De acuerdo con Gades, Bodas de Sangre de García Lorca fue su primer y revelador encuentro con la danza, con el cuerpo en movimiento al servicio de una narración. Encontrar las razones del baile es el camino que Gades marcó en su compañía y que ahora los jóvenes que se suman a la agrupación deben continuar. Entre un paso y otro debe existir, decía Gades, la consciencia de por qué se baila. Se trata de un encuentro personal y necesario con el movimiento que todo bailarín debe intensificar.

En la Carmen de Gades hay algo más que la historia de Prosper Merimée. Junto a Carlos Saura, Gades apropió el argumento, la coreografía y la dirección para reestrenarla en 2005 como una pieza mucho más española y también más universal. Nació como un filme que después se convirtió en montaje coreográfico para los escenarios. La Carmen de Gades entiende como él que no se puede renunciar al origen ni a las pasiones, pues son el impulso para combatir los estereotipos desde la libertad. La pasión y la decepción que vive esta mujer encuentran en el flamenco su mejor lenguaje. Los personajes de Carmen se enfrentan a su propio deseo para luego embestir de frente a una sociedad hostil y acusatoria. El montaje de Gades da al pueblo y a sus fiestas una gran importancia, pues en la gente de las tabernas y las calles es posible encontrar el espíritu cultural que explica la tragedia de los protagonistas. Stella Arauzo, quien fuera la compañera principal de Gades en los escenarios, es ahora quien asume la dirección artística de la Compañía y quien mantiene el espíritu del gran maestro alicantino quien afirmaba que el zapateado no era una percusión, sino la continuación de un sentimiento.

El Teatro Degollado convirtió en conmovidos testigos a los asistentes a la función inaugural del Festival, que llenó la sala de palmas y festivos pases de toreo. El Festival continúa esta semana con las presentaciones de los pianistas Gergely Bogángy y Lilya Zilberstein y las extraordinarias voces de la jazzista británica Zara McFarlane y el barítono de la Staatsoper de Berlín, Alfredo Daza.

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