La mujer cautiva como alegoría del colonialismo

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    La mujer cautiva en el desierto es uno de los temas más importantes y recurrentes en la literatura de Estados Unidos, Latinoamérica y Australia durante el periodo entre los siglos XVI y XIX, de manera tal que existen, al menos, 400 obras de ficción acerca de este fenómeno.

    Las crónicas del cautiverio, por lo general, retrataban a la mujer como una alegoría del colonialismo de las potencias europeas y la creciente influencia de la raza blanca sobre territorios indígenas, considerados entonces, inhóspitos y peligrosos. Referencias a la religión, el racismo y el predominio militar de los países en expansión pueden encontrarse en buena parte de la literatura producida en dicho periodo.

    Ejemplo de ello son novelas de ficción que en su momento las promovieron como hechos de la vida real, entre las que destacan Historia del cautiverio y restauración, de Mary Rowlandson, publicada en 1682 y que se colocó como un best-seller durante cien años en Estados Unidos; El último de los mohicanos (1826), Martín Fierro, de José Hernández o el poema “La mujer cautiva”, de Esteban Echeverría.

    Este análisis hicieron los catedráticos Romy Sutherland y Efraín Kristal, en su ponencia “Mujeres cautivas y desaparecidas en el desierto: un tema clave en la literatura de Estados Unidos, la Argentina y Australia”, como parte de la Cátedra Huston de Cine y Literatura, del CUCosta.

    A partir de una investigación conjunta, los académicos del Departamento de Literatura Comparada, de la Universidad de California, Los Ángeles (UCLA), analizaron el tema de la mujer cautiva como subgénero literario y su posterior influencia en el cine de Estados Unidos y Australia.

    En particular, en los filmes Más corazón que odio (1956), del director John Ford, y Picnic en Hanging Rock (1975), obra maestra del australiano Peter Weir. Ambas películas, a su vez, están basadas en las novelas homónimas de Alan Le May (1954) y Joan Lindsay (1967), respectivamente.

    De acuerdo con los académicos, en sus películas Ford y Weir muestran una crítica hacia las actitudes racistas y colonialistas contenidas en narraciones en las que adolescentes y mujeres jóvenes desaparecen misteriosamente tras adentrarse en parajes dominados por aborígenes e indígenas.

    Para Sutherland, la presencia europea en el territorio agreste australiano se da, en el contexto cinematográfico, con una mezcla de ambigüedad: lo atractivo y sugerente del paisaje, en contraste con la inocencia y pureza de las jovencitas, como alegoría religiosa del pudor y, por extensión, del proyecto colonialista del imperio estadunidense.  

    De acuerdo con Kristal, John Ford va más allá y en su obra maestra, Más corazón que odio, rompe con el racismo del texto literario original y abraza, en “un cambio de mentalidad”, la aceptación del mestizaje como colofón de su historia: una mujer cautiva es rescatada a caballo por el mítico John Wayne. Este filme, en particular, servirá de influencia definitiva en la “nueva ola del cine australiano”, encabezado por la entonces joven promesa Peter Weir.

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