La movilidad en la Zona Metropolitana de Guadalajara

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El tema de la movilidad tiene múltiples aristas para ser abordado, pero la seguridad es tal vez la más acuciante de ellas en este momento, debido a los muy lamentables sucesos en la Preparatoria número 10 de nuestra Universidad, ocurridos el pasado 7 de marzo, y que costaron la vida de María Fernanda Vázquez y provocaron lesiones a 20 personas más.

La negligencia y un modelo de concesión del transporte público caduco y sin controles efectivos, nos han llevado en los últimos 16 años a un recuento de cerca de mil 200 accidentes mortales.

Ante ello, la comunidad universitaria, que todavía resentía el injustificado aumento en la tarifa de transporte de finales del año pasado, se movilizó para hacer llegar su enérgica protesta y exigencia para que desde el ámbito gubernamental se corrijan las deficiencias de un sistema de transporte concesionado, caro, inseguro y de mala calidad en general. Sin duda que deberán revisarse tanto el funcionamiento del esquema de concesión del transporte como la creación de alternativas más seguras de movilidad.

Pero aunque los problemas en la movilidad provocan molestias recurrentes (diarias) a un gran número de personas, éstos sólo son síntomas de un malestar más profundo y arraigado que se origina en la completa ausencia de una política pública de planificación urbana. El modo desordenado en que ha crecido nuestra ciudad, conlleva graves riesgos para la sustentabilidad de la Zona Metropolitana de Guadalajara y pareciera que no nos damos cuenta de ello.

Así, el centro del debate no sólo se refiere a evaluar la eficacia de las medidas para aumentar la velocidad, la seguridad y la cobertura de los distintos modos de transporte que le dan movilidad a la ciudad, sino aquellas acciones y políticas públicas que son urgentes y necesarias implantar para corregir, o al menos amortiguar, los efectos de un desequilibrado crecimiento urbano.

La demanda de viajes que requiere una población creciente con empleos, viviendas y accesos a la educación, cultura y comercio, cada vez más distanciados entre sí, no se resuelve sólo desde el punto de vista de la infraestructura vial o diciendo sí o no al esquema de concesión de transporte. Cualquier ruta o medio de movilidad, tarde o temprano alcanzará su límite físico o se pervertirá y corromperá, si no se atiende desde la perspectiva de la sustentabilidad el modelo de crecimiento y desarrollo de la metrópoli en su conjunto.

Un dato irrefutable de esta falta de cultura de planificación urbana sustentable a nivel nacional y desde luego, su reproducción en los estados y municipios con zonas urbanas, que impacta en la movilidad, es el hecho de que en el Presupuesto de Egresos de la Federación (PEF) para este 2014 el 86 por ciento del total de la inversión para transporte se destinará a la atención de temas vinculados al uso del vehículo particular, aun cuando sólo el 30 por ciento de los viajes en todo el país se realizan por este medio.

Según un análisis hecho por el Instituto de Políticas para el Transporte y el Desarrollo (organismo internacional sin fines de lucro con presencia en nuestro país), de los 22 mil 961 millones de pesos que este año se destinarán al tema de movilidad, sólo 10 por ciento irá al transporte público, 3 por ciento al peatón y 1 por ciento a medios alternativos como la bicicleta.

El enfoque sigue siendo paliar los efectos de la anarquía y no sentar las bases de un modelo que en lo inmediato y en el largo plazo resuelva las necesidades de un sistema de transporte eficiente, seguro, limpio y cómodo, y de un modelo de crecimiento de las ciudades que mire más allá de la urgencia. Algo tendremos que hacer.

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