La memoria argentina que se arraiga

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Con el objetivo de indagar de qué manera los argentinos recuperan las memorias culturales arraigadas en la memoria histórica, forjadas al calor de un imaginario colectivo, fragmentado en razón de la experiencia de la migración, la maestra Alicia Fignoni, quien labora en el Departamento de Estudios Ibéricos y latinoamericanos del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades, lleva a cabo la investigación “Identidad y memoria. Configuración político-cultural de los migrantes argentinos en Guadalajara”.
La maestra Fignoni cita al investigador uruguayo Abril Trigo, quien indica que todo migrante debe pasar por un largo e intrincado proceso de duelo por los objetos perdidos y por su resquebrajada identidad de modo de poder aceptar al fin la pérdida y reconstruir su yo. Con el paso del tiempo, cuando asimile la experiencia migratoria y los sentimientos reprimidos, podrá sentir la pena; y adquirirá un conocimiento más denso y más profundo de dichas experiencias, no apenas intelectual, sino de vida.
Desde la Unidad de Servicios Migratorios adscrita a la Oficina del Abogado General de la Universidad de Guadalajara, la abogada Luz Elena Argote Michel, asegura que en ocasiones fungen como asesores turísticos, administrativos, y psicólogos. “El trámite migratorio es muy burocrático, y en el momento en que un extranjero se siente que está en el país de manera irregular, que su proyecto de vida en México se complica por cualquier detalle, tiene mucho temor y frustración. Por lo que tratamos en la medida de lo posible de orientarlos para que se sientan apoyados legal y emocionalmente”.
Para Fignoni es innegable que la identidad es una experiencia de tensión activa de la subjetividad, donde se articulan simultáneamente múltiples sentidos de mismidad y continuidad, así como de otredad y ruptura. Supone igualmente un conjunto de acciones y manifestaciones simbólicas en donde intervienen diversos factores, entre ellos: el inconsciente, el lenguaje, la ideología, la disciplina, la moral, la voluntad, el deseo, la tradición; y en modo sustancial las significaciones sociales imaginarias, mismas que sirven como catalizador y síntesis, entre otros, de dichos elementos.

Vino con sabor argentino
En mayo de 1978, la socióloga argentina Mabel Padlog Schmoisman llegó a Guadalajara invitada por un matrimonio de sociólogos argentinos que le propusieron dar clases en la Universidad de Guadalajara. “Venir a Guadalajara fue la decisión más confortable en ese momento. Necesitaba estar lejos de la familia y lo que me ofrecían era parte de una aventura y llegué para quedarme. Lo más difícil fue organizarme con mi hijo de ocho años, ubicarlo en el contexto de Guadalajara que es complicado. Era extranjero, hijo de mamá divorciada, no católica, suramericano y finalmente argentino”.
No sabe si se cataloga entre una persona que poco extraña, pero los ojos levemente nublados y un breve silencio buscan entre sus recuerdos los afectos que ya no están: sus hermanas, su cuñado y de sus padres. “Lo complejo fue resolver lo afectivo y a través del contacto con el vecino, compañero y el amigo mexicano se incorporó con la cultura local desde su gastronomía hasta los modismos. Con los alumnos se me hizo fácil sobre todo con los del norte, por tener la misma condición, ellos buscaban la compañía de personas que como ellos pudiese entender su separación de su tierra natal”.
Fue así como alimentó el sentimiento de amistad y formó una red social que le permitió sentirse parte de ella construyendo relaciones que han durado a lo largo de sus más de 30 años como inmigrante en México, porque lo que sugiere al que quiere vivir en el extranjero no hacer guetto, puesto que no van a aprender ni a vivir nada. “Con esto no se pierde la identidad, más bien desarrolla otros modos de convivir”.
Mabel mantiene la calidad migratoria de inmigrado, pero aún viaja con pasaporte argentino y por lo engorroso de los trámites no desea nacionalizarse. “Soy jubilada y estoy a gusto. Me gusta viajar con el pasaporte de mi país y su mapita allí, es algo mío”.
Con la madurez y experiencia de una mujer sensible a los cambios ahora recrea puentes, caminos, personas y le encuentra la luz. Cuando le invade el sentimiento de soledad, empieza a hacer más conciente y visible los lazos afectivos que ha cosechado a lo largo de su estancia en nuestro país.
Finalmente “el vino de mesa siempre será un buen acompañante”.

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