La libertad absoluta

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    Cuentan que la primera impresión que dejaba el pintor Jorge Martínez cuando uno lo conocía, era el de una persona muy reservada. A veces intimidaba por esa mirada espesa que retenía cada detalle. Pero cuando uno hablaba con él, se revelaba un ser bondadoso al extremo, una de esas pocas personas que utilizaba sus palabras para construir mejores realidades.
    Dicen que pasaba por los pasillos de la Escuela de Artes Plásticas casi siempre vestido con guayaberas claras. Entraba al salón y hablaba con sus alumnos de la técnica, el color, el trazo.
    Su casa, ubicada en el centro de Guadalajara, era una inmersión al arte. Pinturas, esculturas, piezas africanas, de barro y de bronce, producciones hindús, caracoles, decoraban la sala, el comedor, los pasillos y el jardín. Uno se topaba con obras artísticas como si hubieran brotado del suelo, de forma natural. Era como vivir en un museo.
    Era julio de 2006 y nos encontramos en la sala de su casa. Llevaba una guayabera blanca, un gorro de tejido azul que le cubría sus cabellos blancos. Se ayudaba con un bastón. Contó que había elegido la pintura por ser el oficio de la libertad absoluta.
    “La elegí para no tener limitaciones, para expresar lo que quiero, siento, lo que es mi verdad. He sido sincero y honrado con mis producciones, y es un oficio que nunca termina. Es un trabajo que necesita una entrega total, física, mental y espiritual. Mis creaciones se basan en cinco colores: negro, ocre, blanco, azul y el rojo óxido”.
    Coleccionar era su vicio. “Compro objetos artísticos, expresiones africanas y las esculturas. También me dio por coleccionar caracoles. Les construí vitrinas, pero ahora ya no caben y los tengo en cajas. Además, llegué a tener 260 ejemplares de cactáceas, pero ahora están en una casa de campo de una amiga mía”.
    Su placer, el viaje. “Comencé mi viaje por la ciudad de Nueva York y le di la vuelta al mundo. Conocí muchos países. Gocé de las grandes obras de arte, de los mejores museos. Estuve varias veces en la India, conocí la Unión Soviética, me encantó Italia y uno de mis países favoritos es España. He estado más de 13 veces en Madrid, conocí a fondo Barcelona y París, porque realicé trabajos allá. Viajar ha sido uno de mis gustos más grandes”.
    Su memoria estaba poblada de personajes modestos y de gran talento que conoció: “como José Clemente Orozco, Joan Hernández Pijuan, Jorge González Camarena, Jesús Guerrero Galván”.
    Aunque ya no está entre nosotros, su obra trasciende. El prolífico trabajo del pintor tapatío a lo largo de casi una centuria de cambios estéticos, políticos, sociales y culturales, sobrepasó los límites de los premios de escaparate y se instauró en la memoria colectiva. Para reconocer y difundir su obra, sus familiares podrían convertir la casa donde nació y vivió, en museo.

    Plástica en ocho décadas
    Jorge Martínez inició su adoctrinamiento artístico a los 12 años de edad. Perteneció al taller de Jesús Guerrero Galván. Luego Francisco Rodríguez Caracalla lo invita a participar en la agrupación Pintores Jóvenes de Jalisco, al lado de Jorge Navarro, Raúl Anguiano, Juan Soriano, Alfonso Mario Medina, José Parres Arias, Leopoldo Blancalaria, León Muñiz, Francisco Sánchez Flores, María de la O Fernández, entre algunos otros.
    Helga Vega, licenciada en Letras hispánicas, de la Universidad de Guadalajara, en su investigación llamada “Jorge Martínez: 80 años de historia plástica”, explicó que cuando José Clemente Orozco llegó a la ciudad, vio la obra de Martínez y lo invitó a participar como su ayudante.
    “Una de las particularidades del muralismo le es heredada a Martínez: se encuentra precisamente en el interés sobre el oficio y una buena información intelectual. Se preocupaban por teorías políticas y culturales, estéticas e históricas”.
    Durante la década de los cuarenta la plástica de Martínez se consolida, adquiere renombre como dibujante y retratista. Luce sólido y el trazo es seguro.
    A principios de la década de los cincuenta, José Guadalupe Zuno ya reconocía el trabajo artístico del maestro: “Jorge Martínez debe ser considerado como un magnífico dibujante y como un colorista de original estilo, cuya personalidad está ya formada. Como se dedica únicamente y exclusivamente a la pintura, su obra es ya muy numerosa y buena”.
    Helga Vega explicó que en los años cincuenta, la costumbrista y provincial Guadalajara tiene la necesidad de crear espacios de promoción, enseñanza y difusión de las artes plásticas. Para tal fin es modificada la Ley Orgánica de la Universidad de Guadalajara y abren la Escuela de Artes Plásticas, la que el maestro Martínez inaugura, en 1953, escuela que sería su casa durante 52 años.
    En la docencia Martínez formó a decenas de pintores y armonizó la parte administrativa con la artística, para dejar un legado plástico. El pintor en esa charla de 2006, en la sala de su casa, dijo que su orgullo mayor era la docencia, ya que muchos de quienes fueron sus alumnos destacaron como artistas.
    “De los años que siguieron a la apertura de la Escuela de Artes plásticas, la obra de Martínez se caracteriza por su calidad expresiva y técnica. Su obra es adquirida por ex presidentes e importantes políticos locales. Expone no sólo en prestigiosas galerías nacionales, sino en Dallas, San Francisco, Nueva York y Barcelona. A su trayectoria se le suman diversos y muy merecidos Reconocimientos, entre los que vale destacar el Premio Jalisco en artes (1959), el reconocimiento Manuel López Cotilla (1981), la medalla José Clemente Orozco (1984), la Minerva de las Artes (1986), y por supuesto, el doctorado Honoris Causa por la Universidad de Guadalajara en (2005)”, indicó Vega.

    Estética
    La obra de Jorge Martínez ha sido encasillada en diferentes movimientos pictóricos, porque la sociedad y el tiempo generan climas que se representan en la obra misma, dijo Helga Vega.
    José Luis Meza Inda lo ubicó en el figurativismo por su constante trazo y confección de sus espléndidos retratos, imágenes de cuerpos humanos, de animales, de frutos y de una amplia variedad de objetos y elementos naturales o manufacturados abordados de manera individual o integrando composiciones imaginativas.
    El figurativismo surge como nueva técnica opuesta al realismo, que ofrece elementos experimentales para dar un matiz diferente. El figurativismo implica una gama amplia de niveles de iconicidad, que pueden ir desde la trascripción reconocible de las imágenes, hasta la disolución completa de las formas.
    Martínez asume su realismo y se autonombra “realista mágico”, consistente en “cultivar una objetividad exasperada, que consiste en dar un aspecto misterioso a los objetos, por la exagerada precisión de sus formas y volúmenes”.
    La plasticidad que define el trazo de Jorge Martínez presupone una intención de movilidad casi mágica: la composición poética de las pinturas rompen la barrera de lo real-presencial y el objeto artístico.
    Todos los artistas son magos, en cuanto que operan transformaciones o mutaciones en la materia. Cuando éstas son el objeto que conforma el contenido del cuadro, o de cualquier otro producto artístico, nos encontramos con el realismo mágico.
    Helga Vega indicó que uno de sus más ilustres alumnos, Jorge Pérez y Pérez (el único maestro que continúa enseñando la técnica a la piroxilina en la Escuela de Artes Plásticas), explica que la precisión técnica de quien fuera su maestro nos lleva a considerar ese realismo mágico en el límite con el hiperrealismo.
    El hiperrealismo se singulariza por su estrecha relación con la imagen fotográfica. En los cuadros de Martínez la realidad parece llegar a un punto de similitud, que hace casi imperceptible la diferencia entre una fotografía y la dinámica plástica del cuadro.
    Pérez y Pérez explicó que tal ilusión se debe a la técnica de la pintura a la piroxilina, ya que el buen uso del material ofrece los matices necesarios para lograr tal efecto. “Sin duda, debe estar realizada con una exactitud de color, luz, sombra y trazo”.
    Con Jorge Martínez se reconoce el uso de la técnica, el dominio de los materiales. Conoce del fresco, el temple, óleo, acrílico. Es un dibujante exquisito, pero sobre todo, trabajó como ningún otro la piroxilina, un nitrato de celulosa usado en muchas industrias, sobre todo para la pintura automotriz. A diferencia del óleo, la piroxilina tiene un proceso de secado rápido, lo que dificulta las posibilidades de corrección.
    Jorge Martínez trabajó alrededor de 80 años para construir y consolidar una obra plástica única; crear un universo en el que pueda leerse el ambiente social, la historia, el precepto artístico, la magia, el concepto estético.
    Vega indicó que: “Unió todos los elementos necesarios para que el acto comunicativo tuviera las menores interpretaciones posibles, una comunicación casi perfecta. Queda pendiente la respuesta de la comunidad intelectual a su colorido y terminante diálogo con la belleza”.

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