La guerra de Obama

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El conflicto en Siria, en estos momentos, corre en vilo por una “línea roja”. La misma sobre la que Barack Obama se está balanceando para sustentar una intervención militar en contra del régimen del presidente Bashar al Assad, que sería el responsable, según Washington, de haber cruzado esa fatídica línea al emplear armas químicas en contra de los rebeldes que quieren derrocarlo.

Una línea que, como aclaró el mandatario estadounidense la semana pasada, no puso él sino “el mundo”—refiriéndose a los acuerdos internacionales en materia de armas químicas— pero que ahora parece habérsele enredado entre las manos: como dice Témoris Grecko, periodista freelance y corresponsal desde el Oriente Medio para la revista Proceso, los jóvenes sirios se ríen de esta medida a la que se aferra Obama, pues en Siria se sabe que Assad la violó reiteradas veces y, además, se burlan sarcásticamente del hecho de que, de esta forma, el régimen puede masacrar a la población con cualquier tipo de arma, basta que no sea química, para no incomodar Occidente.

La situación después de más de dos años de guerra civil—que según la Organización de las Naciones Unidas (ONU) ha dejado hasta ahora un saldo de 100 mil muertos y 30 mil refugiados— precipitó el pasado 21 de agosto, cuando, a raíz de un ataque perpetrado en cuatro diferentes barrios de la capital Damasco controlados por los rebeldes, miles de personas presentaron síntomas que indicaban una “fuerte exposición a un agente neurotóxico”, según informó Médicos sin Fronteras. Las víctimas del ataque químico, el peor de los últimos veinte años, se estiman 322, para el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, y mil 729, de acuerdo al opositor Ejército Sirio Libre.

“Eso fue demasiado brutal, hay indicios sólidos de que fue el gobierno quien hizo el ataque químico, pero el gobierno ahora dice que fueron los rebeldes. Lo que pasa es: ¿quién está en posesión de esas armas? además ¿quién tiene la capacidad de desplegarlas con ese alcance en cuatro puntos simultáneamente? pues sólo el gobierno”, indica Grecko.

A raíz de esto, Obama declaró que intervendría militarmente en Siria, y buscó el apoyo del Congreso que, después de las señales positivas enviadas la semana pasada por el presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, parece que obtendrá ya en esta semana. Es muy probable entonces que el presidente norteamericano ataque a Siria, con o sin el apoyo de otras potencias occidentales, pero sobre todo sin esperar el resultado de las investigaciones que la Comisión de Seguridad de las Naciones Unidas está realizando sobre el ataque químico. Y no obstante el veto de Rusia y China. La pregunta, en este caso, es cómo lo hará.

El dilema del presidente
“Hasta el momento todo apunta a que la intervención de Estados Unidos va a ser puntual, no quiere meterse en otro Irak”, explica Grecko, que estuvo en Siria a principios de este año. “No va a ser una invasión como en las guerras del Golfo, Estados Unidos ahora no es ni económica ni militar ni políticamente tan fuerte como ellos creyeron que eran entonces”.

En cuanto a las razones de Obama para intervenir, “opino que él se ha quedado atrapado en su mismo discurso, puso la línea roja como una especie de justificación para no intervenir porque no quería meterse en problemas, se dieron cuenta desde el principio de que Siria iba a ser un desastre, que se le iba a salir de control y que iba a afectar a toda la región”.

Rafael Salvador Espinoza Ramírez, profesor investigador del Centro Universitario de Ciencias Económico Administrativas, opina que el problema es que Obama “puso una línea divisoria en su política internacional al decir que no iba a permitir jamás el uso de ningún tipo de arma química. Siria pasó la línea, y para él ahora es una cuestión de reputación, no se puede desdecir, pero no tenía pensada una intervención militar en el Oriente, no tiene dinero presupuestado para mandar al ejército”.

La figura de Obama se ha debilitado y ha perdido credibilidad tanto en su país como en el exterior, sobre todo en el mundo árabe. En Siria, explica Témoris Grecko, Assad lo acusa de apoyar a los rebeldes, y éstos por su parte ya hace mucho tiempo que piensan que han sido traicionados por Estados Unidos.

En el panorama interno, dice Espinoza Ramírez, “la gente ya se ha cansado de andar atacando a lo largo del mundo, y la percepción del americano promedio, según acaba de publicar The New York Times, es que no quiere otra guerra y menos una de la que no entiende el motivo”, aunque, precisa, “siempre hay radicales dentro del gobierno de EU que siempre están dispuestos a echar dos bombazos”.

En este sentido, una intervención mirada podría ser incluso un recurso para mejorar su imagen.

“En política interna el presidente no ha estado ni con los ‘duros’, ni con las minorías”, dice Carlos Villa Guzmán, investigador del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades. “Se fue perdiendo en el discurso, se quedó en medio, un presidente sin pena ni gloria, me parece que lo que necesita es glorificarse, y una acción militar, como ha sido recurrente en EU, deja una buena imagen del presidente, sobre todo con las altas expectativas que hay ahora de resolver la crisis”.

Escenario interno
Villa Guzmán dice que una intervención estadounidense podría provocar una “balcanización” de Siria, un país dividido por diferentes grupos étnicos y religiosos. El conflicto se delineó alrededor de la pugna milenaria entre dos grupos islamistas rivales, los ciíes, secta a la que pertenece el presidente Assad, apoyados por Irán, Hezbollah y su aliado Rusia; y los sunníes, respaldados por algunas potencias occidentales y los gobiernos árabes de esa secta: Turquía, Qatar y Arabia Saudí.

Sin embargo, como explica Grecko, la situación se ha complicado por la entrada en la oposición de otros grupos externos, como por ejemplo Al Qaeda que, paradójicamente, podría encontrarse a luchar espalda con espalda con Estados Unidos en contra de un enemigo común.

“En la medida en que el régimen sirio vaya perdiendo poder, se van a crear facciones internas que van a empezar a luchar con intereses propios. Incluso Hezbollah, que en este momento está respaldando a Assad, no sabemos hasta cuando va a aceptar que el régimen le diga lo que tiene que hacer y en qué momento van a tratar de implementar su propia agenda”. Lo que se perfila, agrega, es un conflicto muy largo, como la guerra civil en Líbano, en que la intervención de Estados Unidos no influirá particularmente sobre su desarrollo.

 

Escenario en la región

En lo que sí puede influir un ataque de Estados Unidos, es en los frágiles equilibrios de esa región. “Siria era un país muy neutral en este punto de Oriente Medio, y lo único que van a propiciar es una inestabilidad en aquellos países, sobre todo con Turquía que es un aliado histórico de Estados Unidos”, dice Espinoza Ramírez.

Grecko añade que hay una disputa por la hegemonía de la zona entre diversas potencias, que son Irán por un lado, país que cuenta con armas nucleares, y por el otro Arabia Saudí, Qatar y Turquía.

“Algunos expertos dicen que están atacando a Irán a través de Siria”, afirma Villa Guzmán, “y este se puede convertir en el teatro de la próxima guerra que libren las potencias. Esto es muy serio: la lectura es que un ataque frontal a Irán sería la tercera guerra mundial”.

Por lo que, continúa, “la planificación de la guerra contempla como colchón a Siria, que juega el papel de un amortiguador bélico y evita que se toquen potencias más fuertes, con otros niveles de conflagración. El pueblo sirio, que está sufriendo una guerra civil, se va a convertir en el mártir de esta guerra internacional, donde lo que interesa es enseñar los músculos, mantener la presión y al mismo tiempo sustentar el gran negocio de la venta de armas”.

Escenario internacional

Siria, desde tiempos ancestrales, es la puerta hacia el Oriente Medio, una posición estratégica que ha creado disputas milenarias en la zona. El régimen de Assad es el último aliado que le queda en la región a Rusia, país que con China ha puesto el veto a intervenciones por parte de las Naciones Unidas como miembros del Comité de Seguridad.

Por su parte, las potencias occidentales no han mostrado demasiado entusiasmo en unirse a Estados Unidos en una eventual intervención. Esta situación, opina Espinoza Ramírez, es fruto de “un mal cálculo de política internacional, en el momento en que Obama quiso verse bien al exterior y poner restricciones y límites al accionar de un régimen autoritario”.

Pero hay analistas que creen que el objetivo final sea otro, mucho más grande: “China, aunque no aparezca muy visible en el escenario y está apostándole a la conciliación, es el país que está moviendo la economía mundial, lo que tiene un alto impacto sobre Estados Unidos. Entonces estas me parecen medidas urgentes y de desesperación que están llevando a cabo para levantar por un lado la imagen de Obama, y por el otro fabricar un teatro ideal de la guerra que pueda servir para reactivar la economía”, dice Carlos Villa.

“Yo no veo a Estados Unidos desesperado para intervenir”, dice Témoris Grecko, “yo veo que tiene problemas económicos y que intenta enfrentar otros efectos de largo plazo que son  más importantes, básicamente China. Hay un desplazamiento de fuerzas militares estadounidenses hacia ese país, porque hay teorías dominantes en el Pentágono, que identifican el nuevo eje de la fuerza militar en el Pacífico Occidental”.

Por lo que, concluye, “Siria es una guerra importante, pero en el marco estratégico de largo plazo es secundaria”. Un “colchón”, como dice Villa Guzmán, que impide que entren en contacto directo las potencias mayores y evitar la posibilidad de que estalle una tercera guerra mundial.

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