La fiesta matar y morir

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    La lidia está hecha para que el toro esté ahí y muera. Es inevitable. El choque entre el hombre y la fuerza natural del toro de lidia ha producido chispas no sólo en la arena si no también fuera de ella. Muchos son los que desdeñan esta práctica y no pocos son los que la festejan y la apoyan.
    Con toda su polémica de peligro, dolor, esperanza y grandeza, la corrida de toros es una tragedia, no un deporte. El toro es sometido a un estrés significativo, agotamiento antes de la corrida, pues será la primera vez en que pise la superficie arenosa y se enfrente al matador que ya ha entrenado. Según la página www.ganaderoslidia.com del año 1734 hasta 1987 han muerto alrededor de 55 toreros y miles de toros por temporada, es decir, no existen condiciones de paridad; hay peligro para el hombre, pero muerte segura para el animal.
    El objetivo de la lidia se cifra en que el torero entra a matar de frente, con la muleta en la mano busca hacerle algunos pases para que el toro se tropiece, se maree, baje la cabeza, y es en este momento, cuando con la sangre fría, siendo observado por toda la plaza, el matador acaba con la bestia introduciendo el estoque en la parte superior del ángulo que forman los omóplatos, el morrillo, que al hincharse muestra la furia del animal. Lo introduce al momento que evita que el toro moje sus imponentes cuernos con la sangre propia. Esa muerte es el problema.
    El escritor Ernest Hemingway, Premio Nobel en 1954, y gran aficionado a los toros, escribió en 1932 Muerte en la tarde, en el que advierte con seguridad que “el único lugar donde se podía contemplar la vida y la muerte ahora que las guerras han terminado es en la plaza de toros”.
    Es el mismo autor el que sostiene que “el toro de lidia es al toro doméstico lo que el lobo es al perro”. Jamás uno poseerá las cualidades fieras del otro. Hemingway justifica la lidia del toro al suponerlo un animal salvaje por naturaleza, al que se le vio en España enfrentarse a un tigre de bengala dentro de una jaula de acero y matarlo; embestir un automóvil e incluso una locomotora .
    Sin embargo, el zoólogo Jordi Casamitjana señala que los toros son “animales muy pacíficos que pasan gran parte de su vida comiendo pasto, durmiendo y jugando entre sí. Según la doctora por la Universidad Computlense de Madrid, Susan Muñoz, “durante todo el tiempo que dura la esta tortura psicológica el toro está sufriendo un intenso estrés. El toro sufre muchísimo”.

    La intromisión del Estado
    El 28 de julio de 2010 el Parlamento autónomo catalán aprobó la prohibición de las corridas de toros con 68 votos a favor y 55 en contra. Dicha medida entrará en vigor hasta el 1 de enero de 2012. Ante esta coyuntura, el torero Eloy Cavazos lamentó le decisión tomada por la comunidad autónoma, pero se mostró escéptico ante la posibilidad de que pase lo mismo en México.
    El empresario Alfredo Sahagún, gerente de la Plaza de Toros Nuevo Progreso en Guadalajara, cree que no prosperará la medida: “¿Qué van a hacer, también ir en contra de la caza, de la pesca? Si quieren hacer algo por los animales cuiden las condiciones que hay en los rastros”. (El País 28/07/2010)
    La Asociación Mexicana por los Derechos de los animales, AMEDEA, es un grupo formado por ciudadanos de a pie que desde 2007 se dedican a desplegar espectaculares antitaurinos por todo el país “con el objetivo de erradicar las corridas de toros, novilladas, pamplonadas en las que se torturan a bovinos y equinos para satisfacer la enfermiza diversión de gente inconsciente”.
    En el portal de internet www.mexicoantitaurino.org, Gustavo Velasco, activista de la AMEDEA define la lidia como “circo romano” y sostiene que más de 200 países la prohíben y sólo los ocho estados “de los más violentos del país la mantienen como legal”.
    Pero la fiesta brava sigue, y el futuro sobre su prohibición en México es incierto: seguirá asistiendo quien quiera, seguirá siendo una tragedia en la que al final, el toro, como debe de ser, tiene que morir. Y el matador, como debe ser, tendrá que salir en hombros esbozando una sonrisa.

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