La ciencia en la Iglesia

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De acuerdo con historiadores de la ciencia, se puede considerar al libro De revolutionibus orbium coelestium, libri sex (Sobre las revoluciones de los orbes celestes, seis libros), la primera obra de la ciencia moderna, impresa en 1543 y escrita por Copérnico, canónigo en Warmia. Sin embargo, además de él, otros religiosos estudiaron y escribieron previamente acerca de la naturaleza desde una perspectiva científica.

Astrónomo y filósofo
Robert Grosseteste (circa 1168–1253), obispo de Lincoln, según consigna la Stanford Encyclopedia of Philosophy, fue una de las figuras más prominentes y destacadas en la vida intelectual inglesa del siglo XIII.
Comentador y traductor de Aristóteles, desarrolló una descripción original e imaginativa acerca de la naturaleza del mundo físico en términos de la acción de la luz, además de publicar trabajos breves sobre óptica, fenómenos naturales, meteorología, filosofía y teología. Entre las obras mayores comentadas por este ilustrado franciscano se encuentra la “Física” de Aristóteles, y de acuerdo a algunos de sus biógrafos y estudiosos de su obra, su trabajo más relevante fue De luce (Sobre la luz), que a partir del mandamiento divino “Hágase la luz”, desarrolla su trabajo epistemológico y de explicación de la naturaleza del mundo físico. Su conocimiento e intereses científicos le granjearían ante el público común referirse a él como mago.

Ciencia y creación en la Edad Media
Henry (Heinrich) de Langenstein (1325-1397), oriundo de la región de Hesse en Alemania, viajó a formarse en la Universidad de París, donde obtuvo la maestría en artes y posteriormente en teología. Fue profesor de filosofía y teología en la misma, entre 1360 y 1382. En esa época la formación universitaria “en artes” era lo más cercano a lo que en la actualidad denominamos conocimiento científico. Evidencia de ello son los títulos de los libros de texto prescritos para tales cátedras. Así nos encontramos con la “Física”, Sobre los cielos y la Tierra, la Meteorología, Sobre la generación y la corrupción, entre otros, de Aristóteles.
De las obras escritas por De Langenstein propiamente de ciencia, están: De reprobatione eccentricorum et epicyclorum (1364), Quaestio de cometa (1368) y Tractatus contra astrologos conjunctionistas de eventibus futurorum (1373). La primera es un breve tratado astronómico en el que disiente del sistema del mundo de Ptolomeo, mientras que los otros dos son esencialmente argumentaciones contra el pensamiento astrológico. Entre las obras que pueden clasificarse como relacionadas con la ciencia, son la Lecturae super Genesim, escrita cuando era profesor de teología en la Universidad de Viena, en la que incluye tópicos de ciencia, en tanto discute los seis días de la creación, así como el texto del Génesis 1:1-2 (“En el principio Dios creó el Cielo y la Tierra…”), lo que da pie a la discusión de la materia, la forma y la metafísica en particular, a preguntarse ¿cómo están divididos los cielos en estrellas, orbes e inteligencias?

Primer texto de física impreso en América
Junto a los soldados españoles que llegaron a lo que ahora conocemos como América, vinieron también sacerdotes y frailes, algunos de ellos con una sólida formación humanista abrevada en las mejores universidades europeas, lo que se haría manifiesto a lo largo de su actuar en pro de la evangelización de los “naturales” y en el desarrollo de diversas obras materiales e intelectuales con las que aderezaron su labor.
Originario de Caspueñas, Toledo, donde vio la luz en 1504, Alonso Gutiérrez, se formaría en la universidades de Alcalá de Henares y Salamanca, ordenándose luego como sacerdote secular. A su llegada a Veracruz decide hacerse agustino y toma el nombre por el que lo conocemos en la historia: Alonso de la VeraCruz.
De acuerdo a los estudiosos de la filosofía, él publicó el primer tratado filosófico orginado en la Nueva España, que se compone de una lógica formal, titulada Recognitio summularum (1554), una lógica material, Dialéctica resolutio (1554) y lo que podemos considerar el primer libro de física impreso en nuestro continente: Physica speculatio (1557), obra en la trata algo de la astronomía de la época “a la europea”, según la describe el recordado doctor Juan Manuel Lozano, en un volumen dedicado al estudioso y activo fraile. Además, presenta, aunque de manera velada, el sistema de Copérnico.
Fue tal la aceptación de este último libro de fray Alonso, que alcanzó las cuatro ediciones. En breve esperamos ver la edición facsimilar de la primera de ellas, que forma parte de la Bibliotheca mexicana historia scientificorum, auspiciada por la UNAM y gracias al esfuerzo de la doctora María de la Paz Ramos Lara y el maestro en ciencias Marco A. Moreno Corral.

* Licenciado en física adscrito al Instituto de Astronomía y Meteorología del CUCEI. Miembro del Departamento de Estudios Históricos de la Arquidiócesis de Guadalajara. No pertenece a ninguna red.

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