La calor y los temblores

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    No habíamos imaginado que, pese a los calorones, también tuviéramos que sentirnos amenazados por los temblores. Fue terrible para muchos. Y, en mi caso, extraño. Venía yo en mi camión por la calle de López Cotilla, cuando de pronto vi salir de casas y edificios de la zona a la gente. Sus caras de angustia me sorprendieron, además de su prisa por tomar la calle. Quienes veníamos en el camión no entendíamos lo que pasaba, porque dentro no se sintió, nada, lo que es nada. Sin embargo, en las calles, gente y más gente. Poco antes había caído una llovizna en algunas partes, y el calorón persistente. Justo cuando mi camión pasaba en la calle de Enrique Díaz de León y Escorza, en la Rambla estaba la multitud. En ese momento nunca me imaginé la otra noticia: el fresco de Orozco, que se halla en la cúpula del Paraninfo universitario, había sufrido daños. Es lamentable. Es parte del patrimonio no solamente de nuestro país o Jalisco. Es parte de las grandes obras artísticas del mundo. Orozco es universal. Orozco es uno de los grandes pintores. Es genial.

    Es cierto, no hubo pérdidas humanas que lamentar. Eso es bueno. Pero el daño a esa obra es de algún modo un daño a nosotros mismo. Es decir: es parte de nuestra identidad. Bueno, pues, que no sucedieran tragedias humanas, malo que se afectara una obra de Orozco. Los calorones seguirán. Las lluvias están por venir. Esperemos que no ocurran más temblores…

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