La calidad como apuesta

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    El sueño de todo escritor es publicar un libro, simple y llanamente. De este anhelo empezó la historia de una de las más exitosas editoriales independientes de Guadalajara: Arlequín. “La idea original surgió en 1994 de tres personas, convocamos a otros 10 escritores jóvenes, para publicar una primera serie. Lo hicimos porque nadie nos publicaba”, explica Felipe Ponce, actual editor y propietario de la casa.
    Ante el éxito que tuvo la primera publicación, decidieron conformar una editorial. Al inicio el proyecto era muy informal, “una cosa entre amigos”, por eso en 2001 se constituyeron como empresa y finalmente en 2007, Ponce y su esposa, Elisabeth Alvarado, adquirieron por completo la editorial.
    “De entonces para acá ha crecido sustancialmente porque empezamos a incursionar en otras áreas como el libro de texto, donde radica nuestro músculo financiero”. Al respecto agrega que “finalmente la literatura, que es lo que nos gusta y que tratamos de hacer con todo el profesionalismo y la pasión, no reditúa tantas ventas”. Pues con la literatura “es muy difícil sobrevivir, aquí y en cualquier lado”.
    Dice que a muchos colegas no le gusta asumirse como empresarios, sin embargo “es necesario, si haces una editorial tienes que pensar de esta manera, evidentemente no como un gerente vulgar de una empresa editorial equis, sino como un gerente que busca un rendimiento pero sin dejar de lado el cerebro y el corazón para ofrecer buenos productos”.
    Y es justamente en el amor y la pasión por los buenos libros, que según Ponce reside la fuerza de las editoriales independientes: “Nosotros volvemos al gusto por la tipografía muy bien empleada, utilizar cierto tipo de papel, pequeños detalles que los amantes de los libros aprecian. Apostamos por los lectores que son más atentos, más exigentes, que buscan algo diferente de lo que ofrece el mercado”.
    Además, añade: “Cada vez nos estamos abriendo a un abanico más amplio de temas, y estamos publicando autores de alta calidad, apostando a escritores desconocidos, ya sean locales o extranjeros. Nos arriesgamos a publicar literatura contemporánea, lo que no hacen las editoriales grandes, que se van por lo consabido”.
    Explica que, por otra parte, tienen que enfrentarse con fuertes problemas que presenta el propio mercado dominado por las grandes editoriales: “La invisibilidad en las librerías, que están llenas de muchos sellos pero que obedecen a cuatro o cinco grupos editoriales. No somos el tentáculo de nadie, no podemos negociar como negocian los grandes, nuestros libros no pueden estar mucho tiempo entre las novedades, no pueden lograr una buena exhibición y distribución, puesto que los otros son aplastantes”.

    El mercado independiente en Guadalajara y en México
    A pesar de estas dificultades, en los últimos años se dio un crecimiento y una efervescencia en el mercado editorial independiente. Ponce estima que en México existen alrededor de 80. Esto, explica, “se debe a una reacción natural, los grandes grupos han abarcado tanto, han desvalorizado las idea y homogeneizado toda la industria, que mucha gente se da cuenta que es necesario publicar otras cosas”.
    En cuanto a Guadalajara, dice que “hay pocas, y las pocas que hay, excepto algunas, no han sabido profesionalizarse”. En el panorama tapatío cita en particular a dos, además de Arlequín, Mantis y La casa del Mago, que sobrevivieron gracias a que se especializaron en determinados ámbitos del mercado.
    Otro de los recursos que propiciaron el crecimiento de las editoriales independiente son las alianzas. Arlequín es miembro fundador de la EMI, Alianza de Editores Independientes de México, que se conformó hace seis años. Pablo Moya, presidente de esta asociación y editor de ediciones El Milagro, explica que “ahora somos 14 editoriales, algunas que tienen más de 20 años de trayectoria. Organizamos este año la primera Feria del Libro Independiente y logramos juntar más de 70 sellos de todo el país”.
    Dice que la idea de la alianza es no sólo representar a los agremiados, sino ser un vínculo para que puedan tener visibilidad. Explica que “en momentos de crisis, los grandes cuidan los números, la contabilidad, descuidan un parte del mercado que los independientes, que están trabajando por lo opuesto, buscando calidad, propuestas contracorriente, pueden aprovechar”.
    Por eso, dice, surgen continuamente nuevos sellos, aun si no todos logran sobrevivir. No únicamente por el mercado: “Un enemigo muy grande es el Estado, que no es equitativo. La industria editorial no tiene ningún apoyo en México, no tenemos ninguna ventaja fiscal, al contrario año con año se han ido perdiendo las pocas oportunidades que había”.

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