La búsqueda del camino confiable

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Los antiguos métodos de diagnóstico médico —según Stanley Joel Reiser— se basaban principalmente en la narración, la observación y la autoridad. Pero estos métodos eran poco precisos porque, en el proceso de la narración, el paciente (por pudor u olvido) omitía información relevante, la observación se limitaba a los engañosos sentidos y la autoridad en ocasiones databa de más de mil años sin que sus conocimientos hubieran sido revisados, contrastados o cuestionados.

De manera general nos referimos al método como el camino que seguimos para poder alcanzar un determinado fin. Dado que en las ciencias y en la filosofía el fin es el conocimiento, entonces la pertinencia y claridad del método o el camino transitado para alcanzar la meta será un criterio imprescindible para saber si lo que se postula como resultado del recorrido puede o no sostenerse.  Por oposición podemos afirmar que cuando el resultado de un esfuerzo intelectual no es confiable —o es limitado—, estas mismas características pueden ser atribuidas al método utilizado. Tal es el caso del cuestionamiento a los antiguos métodos del diagnóstico médico.

En el decurso histórico de la filosofía y de la ciencia una preocupación permanente ha sido el saber si los métodos que se atienden son los adecuados para los fines propuestos. Para algunos historiadores, la filosofía surge en el momento en que son cuestionados las formas de conocimiento sustentadas en la tradición o los mitos y, por otro lado, la ciencia moderna tiene su origen cuando el recurso eminentemente racional de la filosofía es refutado por carecer de una observación sistemática de los objetos de conocimiento.

Se ha convertido en un lugar común el afirmar que los filósofos nunca se ponen de acuerdo y, esta afirmación, que en algunos contextos pudiera parecer una crítica, para el caso de la filosofía podría pasar por un alago ya que, en gran medida, el trabajo de la filosofía consiste en identificar inconsistencias en las creencia y proponer alternativas mejor sustentadas. En este sentido los métodos se enseñan o  presentan como criterios infalibles para el conocimiento y, así, se postulan un conjunto de requisitos por cubrir para posteriormente esperar que como resultado se obtenga un conocimiento confiable. Sin embargo esta manera inamovible y “confiable” de mostrar los métodos no se encuentra exenta de cuestionamientos y pasa por alto un sinfín de interrogantes que se han presentado en su devenir histórico.

Respecto a las interrogantes ineludibles cabría destacar algunas de ellas: ¿Apegarnos rectamente a la razón es suficiente para conocer la realidad?; si la observación sistemática de un objeto de conocimiento es inevitable, ¿podemos confiar en la mirada del observador para avanzar en el conocimiento? ¿Deberíamos admitir sin más los resultados de las investigaciones precedentes? ¿Existe un método único de conocimiento o cada objeto cognoscible requiere métodos específicos? ¿Una investigación científica o filosófica está a salvo de intereses o prejuicios por parte de los investigadores? ¿Sería posible encontrar un método confiable o más bien la investigación depende de la inventiva del investigador? Estas, entre otras cuestiones, nos permiten vislumbrar que atender el planteamiento de un método no es lo mismo que seguir un recetario de repostería.

Por otra parte, en lo que se refiere al decurso del método, la historia de la filosofía y de la ciencia es también la historia de un agregado de propuestas y refutaciones de los postulados y del camino que debe ser transitado para alcanzar las metas cognitivas pretendidas. Veámoslo de manera abreviada: si para obtener un saber consideramos que debemos previamente realizar un conjunto finito de acciones, donde alguna de ellas es dudosa, falsa o cuestionable, entonces el saber pretendido tendrá las mismas características.

Las grandes tradiciones destacadas de la filosofía y de las ciencias se caracterizan por haber cuestionado los procederes metodológicos de quienes los antecedieron y realizar una propuesta con las pretensiones de superar las limitaciones de la anterior. En este sentido Parménides propone atenernos únicamente a los principios de la razón, Platón formula la dialéctica, Aristóteles sistematiza la lógica como método general de conocimiento, Bacon sugiere que debemos confiar en nuestros sentidos, Descartes expone un conjunto de “reglas para la dirección del espíritu”, durante la Edad Moderna se pretende la matematización de los saberes, con el desarrollo de las ciencias especiales se perfeccionan los criterios de observación, experimentación y cuantificación, con la postmodernidad se cuestionan los alcances de la razón. Y así, la búsqueda de criterios para encontrar el camino más confiable sigue y seguirá mientras los humanos continúen recreando esta pasión distintiva consistente en buscar la comprensión de sí mismo, la comprensión del mundo y la indagación de los caminos que le permitan suponer que transita sobre un camino confiable.

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