Con 22 años de formación, la FEU, que nació con la intención de democratizar la representación estudiantil, ha dejado atrás los modos violentos y porriles de hacer política, para dignificar la imagen de la representación estudiantil.
La FEU ha superado los principios para los cuales nació. Es momento de replantear un nuevo rumbo y retomar la confianza de los estudiantes. Éste debe ser ahora el principal fin de la organización.
Hoy el modelo de representación debe cambiar. Los jóvenes ya no se identifican con los modelos convencionales de representación política, y la FEU debe ser una organización innovadora y creativa, que entienda al joven y sea atractiva para todos los estudiantes, con proyectos que realmente funcionen.
Creo en un principio que debe asumir la FEU: ser buenos estudiantes, y luego buenos líderes.
También creo que debemos tener un diálogo constante con autoridades universitarias, un diálogo convergente en proyectos. Caminar juntos el camino trazado hacia una mejora de la calidad de los estudiantes. Debemos congeniar en proyectos formativos y académicos, en que la representación estudiantil sea un proveedor de herramientas formadoras, en que la FEU vea al estudiante como un ser humano que necesita de esas herramientas para potencializar sus capacidades, caminando por los derroteros institucionales de nuestra universidad.
La FEU debe trabajar activamente con las sociedades de alumnos, promover modelos consultivos en base a temas de interés propios de los estudiantes. Una FEU abierta al dialogo y la crítica.
La ruta es hacia una FEU incluyente y que sume opiniones, una FEU que promueva la identidad universitaria y el sentido de pertenencia.
La apuesta es no tomar atajos y trabajar en la reconstrucción de una organización estudiantil sólida, con el respaldo de la sociedad y la fuerza de los estudiantes, donde toda la comunidad universitaria es importante.
