Konstantin Ziumbilov

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Con respecto a la parte científica en el arte, y a los procesos educativos de éste –dice el violinista ruso Konstantin Ziumbilov, mientras da sorbos a su taza de café–, desgraciadamente estamos en tiempos en los cuales hay demasiado urbanismo. Según la teoría de Darwin, somos productos de la naturaleza, de lo natural, de todo el universo y pasando por los siglos, yo creo que nos distanciamos del ambiente natural, del campo, de cómo éramos antes. Entonces, en ese sentido, estresados, con mucha presión y con todo lo que hemos provocado en nuestras vidas, prácticamente desde nacer ya perdimos instintos naturales, lo que no ocurre, por ejemplo, en el mundo animal.
Yo jamás he visto a un gato tenso, a un perro estresado. No hay esas cosas. ¿Entonces por qué el humano está tenso? ¿Por qué cuando vamos a aprender violín, piano, chelo o lo que sea –nos referimos sobre todo a los niños–, no pueden relajarse. Y eso nos lastima mucho.
Sugeriría volver a la naturaleza, aplicar toda la naturaleza humana y caminar por el conocimiento de la anatomía y el sistema muscular, porque es muy importante, ya que deberíamos estar más relajados.
Recordemos siempre cómo es la pata de un león, de tigre o un gato. Las patas de los animales son suaves, pero éstos siempre están listos para cazar a su presa. Se concentran en un impulso tremendo. Ese impulso puede ser aplicado, tal cual, en el aprendizaje de la música, de un instrumento, pero deben estar las manos y todo el cuerpo, relajados antes. Si todo está tenso desde el principio, ese impulso no puede ser fuerte o bien aplicado a la hora del ataque de los sonidos.
A pesar de que los humanos estamos estresados y tensos, tenemos que crear un oasis para ver las posibilidades e igualarnos con el mundo natural que todavía guardan los animales. Porque debemos encontrar, a la hora de tocar un instrumento, un balance universal.

Las manos del músico
Konstantin Ziumbilov llegó a Guadalajara en 1992, acompañado de Vladimir Milchtein para trabajar en la Universidad de Guadalajara, en la Escuela de Música. Ambos imparten clases a los jóvenes aprendices.
A la pregunta, ¿cuál es la relación de las manos entre un violinista y su instrumento?, Konstantin responde:
“Las manos tienen que expresar lo que ordena la mente, el cerebro, es decir, debe existir un estricto control de lo que pasa de la mente a las manos. En ese triángulo musical se encuentran la mente, el corazón y las manos. Se debe procurar un perfecto balance. No es un secreto que en la mayoría de los aprendices, las manos hacen otra cosa de lo que ellos mantienen en su idea de cómo interpretar una obra. ¿Por qué? Porque no hay suficiente control. Entonces las manos actúan con anarquía. La meta principal es que las manos deben realizar lo que dicta la mente. No lo contrario…
Se dice que al nacer o al morir, el primer sentido que despierta o se apaga es el del oído… ¿eso es verdad para un músico?, pregunto.
“Creo que es muy cierto. De hecho, si analizamos la historia del ser humano, nadie sabe cuántos años hay en relación a la historia del hombre: ¿un millón?, ¿dos? Los científicos no se ponen de acuerdo, pero ya sabemos que un ser humano antes de comenzar a hablar, antes de aprender el alfabeto o el lenguaje, esas cosas que las personas utilizan para conversar, el ser humano ya había comenzado a cantar. Es decir, no es cosa de lujo que las personas hagan arte, no es superfluo el impulso, sino una enorme necesidad. Esa necesidad apareció antes de que aprendiera a hablar cualquier humano. Empezó a cantar y a dibujar. Eso es comprobable actualmente. Y que cualquier humano lo último que pierde es el oído. Lo testifican los médicos…”
¿Cómo nos transforma la música, para bien o para mal?” –le preguntamos a Konstantin Ziumbilov.
Responde después de meditar: “Depende siempre del tipo de música que escuchemos. La música con mucho ruido, demasiados metales, esas canciones que son prácticamente comerciales… en la televisión hay un ocho por ciento de música de violín y el resto es pura violencia y música estruendosa. Yo me pregunto: ¿si la buena música hace que uno se relaje, por qué la casa de los locos está llenas de locos? Porque nosotros mismos nos hacemos daño por medio del money —¡dinero!—, capital. Nos hemos olvidado, en casi todos los casos, del alimento del espíritu. Si no nos aplicamos desde ahora, especialmente a las generaciones jóvenes, a mostrarles la mejor música, mañana nos convertiremos en macacos y no vamos a tener nunca un tiempo futuro, ninguna prosperidad, ni seguridad. Debemos olvidarnos de la comercialización de la mala música, para formar mejores personas. Y eso no se hace con dinero, sino cuando logramos formar espíritus sanos. Por eso creo que la música y el arte en general, son un espejo de nuestra vida. Ahora acudimos a las cosas finitas, a valores finitos. Debemos acudir a valores infinitos: Bach, Mozart, Hendel, Beethoven… Porque si no, qué vamos a hacer en el futuro, ¿por cuál camino vamos a ir?

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