Karla Sandomingo

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Karla Sandomingo (Guadalajara, 1970), que lee a Clarice Lispector, Elfriede Jelinek, Marosa di Giorgio y Amparo Dávila, es poeta y narradora. Extracto del espejo le valió en 2009 el Premio Nacional de Cuento Juan José Arreola. En Mantis editores publicó el poemario Después de la luz, la piedra (2007) y en edición de autor, Voz grave para un solo (cuento). A fines del año pasado fue antologada en Trece mantis en un jardín germano, libro de poesía traducido al alemán. Imparte clases en el Centro de Medios Audiovisuales y ha sido becaria del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes y del Consejo Estatal para la Cultura y las Artes. Fue miembro fundador de la revista Tragaluz.

¿Quién es Karla?
Karla es una mujer que se oculta detrás de un nombre falso. Ya desde ahí hay una ficción de mí misma.

¿Cuándo, cómo te diste cuenta que querías ser poeta?
Fue un poco como un accidente. Escribía un diario, y cuando tenía 17 años conocí a César Valdovinos, que tenía un cine independiente y me regaló Meditación en el umbral, de Rosario Castellanos y El grado cero de la escritura, de Roland Barthes. Después estuve en un taller de poesía con Raúl Bañuelos, pero también comencé a corregir textos con Raúl Aceves… Las cosas me pusieron en la poesía. Escribía poesía muy breve, y luego se me fue alargando el verso. Pronto me integré a un taller de cuento con Mario Heredia, y hacía crónicas (“Crónicas del desamparo”, se llamaban) y tuve una columna en un diario y en Tragaluz; es decir, no sé cómo fue que empecé a escribir poesía, ni cuándo salté de la poesía a la prosa.

¿Leías poesía, antes?
Sí, hay autores que son mis maestros: Rosario Castellanos, gran poeta; tiempo después descubrí a Roberto Juarroz, que me influyó mucho. Luego leí a Jacobo Friedman y a Celia Gourinski, y a Raúl Zurita, con Inri, además de Marosa di Giorgio; estos son los hallazgos que me fueron dando un marco de contención. Era como lo que yo no podía hacer o lo que yo quería hacer. Lo que me conmueve.

Dicen que todo buen narrador es poeta. O viene de la poesía. Extracto del espejo, ¿cómo es que decides hacer un libro de cuentos que parten de cuentos preexistentes?
En algún taller leímos “Casa tomada” de Julio Cortázar. Puse el ejercicio de que imaginaran y escribieran qué había del otro lado de la casa tomada. Y fue como jalar una hebra y seguir desmadejando; y qué estaría pasando, por ejemplo, en el muro donde está emparedada la mujer de “El gato negro”, de Poe. Busqué entonces cuentos que me sugirieran una historia, que se tocara en alguna parte con la historia ya existente de un cuento de escritores que yo admirara. Leí 300 cuentos para la selección. Buscaba algo vouyerista en los textos, una rendija que dejara abierta el autor.

En la mayoría de los textos de Extracto… la escritura siempre es acción. Pero, también en su mayor parte la acción pasa sólo en la cabeza de los personajes, no en la realidad del texto. ¿Te lo propusiste de ese modo?
En la revisión final de Extracto…, descubrí que el hilo conductor es que mis personajes tienen relaciones de amor imposible, un amor de lo no posible; no es que no sean amados, es que son amores no posibles. Además, la literatura te exhibe, te muestra. Lo que escribes te expone. Tras mi primer libro de cuentos (inédito), le dije a Alana Gómez: “Me siento tan liberada porque en mi poesía está el yo, pero en los cuentos no estoy, y fue muy divertido, lúdico, gozoso…” “Todos tus personajes están en una situación de muerte, o en una situación fatal, no piden ayuda y los observan sin ayudarlos, ¿y no te dicen nada de ti?”, me dijo ella.

¿Poesía vs narrativa?
La poesía es para explicarme cosas del mundo, existenciales, emocionales, internas, y la narrativa muestra cómo estoy parada frente al mundo, qué pasa hacia afuera, en qué condiciones vivo.

Extracto… es un compendio de personajes dolorosos, desamparados, solitarios…
La escritura es cruel. Gocé haciendo sufrir a mis personajes. No lloré, disfruté. Quizá tiene que ver con eso maligno y sociópata del escritor. El alejarse de lo emocional, destazar, ser cruel, implacable. Son cuentos que reflejan el dolor en los personajes, pero fue de lo más gozoso que he escrito en mi vida…

Chejov decía que un cuentista no revela todo, o lo revela al final o a veces ni lo revela…  Y eso mismo haces, porque no revelas el misterio sino al final, o no lo revelas o lo dejas ir de a poco, lo sugieres…
Lo que pasa es soy morbosa y convoco un poco el morbo porque me gusta que convoquen el mío. Raymond Carver, por ejemplo, te convoca el morbo todo el tiempo…

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