Juan Carlos Urive

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    Familia: provengo de una familia que puede considerarse exitosa, de negocios. Tuve una ruptura con ellos a los 19 años. No gocé desde entonces de ningún apoyo, más que moral. Viví una depresión muy fuerte. Y entonces un día dije: “me voy a dedicar a lo que más me gusta y apasiona, que es la pintura”.
    El sistema: he lidiado y hecho el amor con el sistema. El método es capitalista y exige. Hoy un retratista debe de ser exitoso al trabajar, al vender y al ser reconocido. Si un pintor no goza de tener eso, es un loco. El entorno social demanda y exige. Por ver una de tus obras no puedes cobrar. Quizás sí por poseerla, pero no siempre es tan redituable porque muchos no tienen la educación de adquirir un trabajo a un precio justo.
    El dinero: vivo para pintar y vivo de mi pintura. Por fortuna tengo encargos en lista. Para mí no es una venta, sino un intercambio monetario que me permite seguir pintando. Tal vez no obtenga grandes cantidades, pero saco para comer, motivarme y seguir adelante, y no sentir dolor e ingratitud ante la sociedad.
    Hay que darle: si no pintas, no tienes nada qué vender, ni nada qué cobrar, ni nada qué mostrar. Hay que producir y, por causa y efecto o por orden divino, lo demás viene automático. A veces he tenido que disciplinar para pintar retratos que no he querido hacer.
    El fracaso: considero que el bohemio es el artista frenado. Hay personas que usan esa palabreja, como recurso para preenjuiciarte. Yo no me creo un vagabundo. Incluso la palabra la tengo como una afrenta. A veces me digo: “oye, tu no eres uno de esos y es de tontos deprimirse, así que mejor agarra el pincel y cúrate”. Hay quien se dice pintor para no trabajar. La diferencia es la frecuencia con la que ves al pintor en las cantinas o dedicado a sus pinturas. Sin embargo, todos podemos caer en eso.
    La decadencia: todo artista requiere momentos de decadencia. Es hasta saludable para el artista, porque somos humanos y sensibles, bueno, yo espero que los demás así lo sean. Tenemos derecho a caer; a descansar; de explorar emociones que las puedes encontrar, aunque suene contradictorio, en lo bohemio, en la fiesta.
    El pincel: es importante a veces dejar el pincel, porque si no puede convertirse en algo vicioso y enajenante. La flexibilidad de horario es algo del derecho que tiene el artista al sacrificar una familia o un respeto social que tiene como base lo económico. Puede decir: “bueno, no tengo derecho al Seguro Social, a un crédito bancario, mas sin embargo tengo la libertad de quedarme las 24 horas del día en un prostíbulo para conocer a la mujer más de cerca, o agarrar un libro y obtener por ahí el conocimiento que necesitas para tu trabajo”.
    Cíclopes: Mi última exposición de 21 acrílicos la llamé: Un mes sin televisión, mirando al cielo. La expongo en el café-restaurante La tentación, en Prisciliano Sánchez 790.

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