Jorge Miguel Cocom

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Cuando Jorge Miguel Cocom tenía entre los nueve y dieciocho años de edad participó en ceremonias paganas. Los conjuros en maya y el olor a copal tocaron su espíritu rebelde y creativo. Eso y la convivencia con su abuelo Gregorio Pech, un viejo chamán, fueron los antecedentes que lo encaminaron a su vocación como escritor.

En uno de los rituales —El poder de un grano de maíz—, hecho en una cueva para seleccionar al nieto que sería el depositario de la sabiduría que data de once generaciones, el ahora escritor se convirtió en el asistente del abuelo, “pero a la vez el informante formado por él”.

Jorge Cocom recuerda con añoranza la sabiduría y respuestas profundas y poéticas del anciano. “Él me enseñó a leer el halo de la luna llena en marzo y abril para saber si habría sequías o mucha lluvia, y también a ver el tendido de la red de la araña como brújula que siempre marca al norte, para no perderme en el monte”.

El escritor evoca con nitidez el día que le reclamó a su abuelo por qué no lo había enseñado a atrapar pájaros para después venderlos y ganar dinero. “Recuerdo que se sentó en un banquillo, bajó el sombrero, rascó su cabeza y me dijo: ‘El que quiera disfrutar el canto de los pájaros no necesita construir jaulas, sino sembrar árboles. El canto de los pájaros pertenece a todos, no a sus propietarios’. Sus respuestas me impactaban y me acercaban más a él”.

Jorge Miguel Cocom Pech, poeta, narrador y ensayista, nació en 1952 en Calkiní, Campeche, fue acreedor por trayectoria de cuarenta y ocho años como escritor al Premio Internacional de Literaturas Indígenas de América (PLIA) 2016. Es autor de las novelas El abuelo Gregorio, un sabio maya, y Lágrimas de oro, aquí no hables maya —donde trata el tema de la discriminación en el mundo mestizo.

Un acercamiento casual
El acercamiento de Jorge Cocom a la escritura fue accidental. Él cuenta: “A los dieciséis años yo era un vago ilustre, me gustaba mucho la calle. Rafael Padilla Briseño, un amigo, estaba organizando la Brigada Cultural Calkiniense, y no tenía quien repartiera las invitaciones. Me pidió que lo hiciera y prometió el préstamo de una bicicleta por dos horas. Al siguiente sábado lo ayudé a servir la comida durante la reunión del grupo y, posteriormente, a hacer un reporte de lo que ahí pasaba. Lo leyó y me invitó a escribir en la revista de la brigada. Recuerdo que entonces era presidente Gustavo Díaz Ordaz, era junio de 1968, y yo escribí un artículo sobre la incomprensión del gobierno hacia los jóvenes”.

La Brigada Cultural Calkiniense estaba conformada por pintores y escritores, uno de ellos el maestro Ramón Iván Suárez. Ahí Cocom tuvo la oportunidad de escuchar a otros hablar sobre escritores que para él eran desconocidos. “No me pasaban por la cabeza, ni idea tenía de quienes eran, incluso pensaba que eran los que hacían películas”.

Más adelante, Jorge Cocom leyó novelas como La Virgen de los cristeros, de Fernando Robles, Tropa vieja, de Francisco L. Urquizo, Mi corazón es la tierra, de Magdalena Mondragón, después Platero y yo —un texto que sería determinante en su escritura y obras— de Rabindranath Tagore, que lo cautivaron por su dulzura.

Para Cocom es importante que la literatura indígena contenga enseñanzas morales, del mundo agrícola y los secretos curativos. “Por lo menos cuando escribo trato de poner algo sobre esos aspectos que podrían contribuir a la convivencia en armonía del mestizo con el mundo indígena, porque el racismo no se ha ido de este país”.

Sobre su obra dirigida a los niños, dijo que su afán es escribir para este público con la intención de afirmar la identidad en las nuevas generaciones y “que cada vez sintamos menos vergüenza por nuestro origen ancestral”.

En la actualidad el escritor traduce La tribu minúscula, de su autoría, un diálogo para niños entre la música, representada por el grillo; la luz, por una luciérnaga y los sueños, por la mantis religiosa.

Cocom explica: “El grillo es instante, fugacidad permanente con su música y no le interesa el pasado, y para la luciérnaga el pasado es una lámpara que ilumina el futuro, ya que sin el resplandor del pasado caminaríamos a ciegas”.

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