John Holloway

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“Las universidades deberían convertirse en un centro de esperanza”, dice el doctor John Holloway, invitado de la cátedra Jorge Alonso, del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades.

“Estos lugares deben abrir las perspectivas de la transformación radical social. Eso implica por supuesto que el marxismo tendría que estar ahí”.

El doctor John Holloway, del 3 al 6 de marzo, participó con estudiantes en el seminario Esperanza, crisis, y cerró con la conferencia Pensar esperanza, pensar crisis.

Durante las sesiones, el sociólogo irlandés radicado en México respondió preguntas, disipó dudas y escuchó diversas posturas. Su propuesta principal radica en el sueño del individuo, que procrea la esperanza para cambiar las cosas. Habla de las movilizaciones y las compara con erupciones volcánicas. Su pensamiento está ligado al zapatismo y en éste se inspiran algunos de sus discursos.

Explica que en México han surgido movimientos de resistencia y creación, los cuales “florecen” en búsqueda de un cambio: “Da mucho miedo pensar hasta dónde podamos llegar, y es mucho miedo, pero también esperanza, porque por los movimientos de resistencia, por las inconformidades, hay esperanza”.

¿Cómo tener sueños, cuando la esperanza es tan mínima y la costumbre está tan arraigada en el individuo?
No sé. México es un lugar que está gritando por el cambio. Creo que en primer lugar no es cuestión de preguntar qué tenemos qué hacer para que la gente se dé cuenta, sino tratar de reconocer los sueños que ya existan. El impulso al cambio ya existe, porque si platicas con la gente, la idea de que se tiene que cambiar la situación es un sentimiento muy arraigado en todos. Entonces, la cuestión es cómo dar confianza para que este sentimiento florezca en este deseo del cambio.

En estos 20 años, después del levantamiento, ¿México aprendió algo del zapatismo?
Creo que lo padre del zapatismo es que logró expresar algo que todos estábamos sintiendo, algo que sentimos cuando ellos se levantaron. Sentimos un levantamiento que venía desde nosotros. Entonces se crea una resonancia entre ellos, Chiapas y nosotros, y no solamente nosotros como esclavistas, sino nosotros como muchísima gente en el país que dice: “sí, hay que hacer algo para recuperar la dignidad, hay que cambiar las cosas”. No es tanto cuestión de aprender de ellos, sino de reconocerlos dentro de nosotros, de conocer algo dentro de nosotros la búsqueda de la dignidad. Hay mucha gente en México que dice: “ya basta de la violencia, ya basta de la injusticia, ya basta de la obscenidad de la política actual”. Eso nos lleva a aprender de ellos una confianza que está dentro de nosotros.

¿Hay algún punto en comparación entre el levantamiento zapatista y lo que está ocurriendo en Tierra Caliente, Michoacán, con las autodefensas?
Creo que sí. He estado pensando en eso, en el sentido de este “ya basta”, ya no vamos a aceptar la dominación de los narcos. Obviamente, en el desarrollo de los movimientos hay muchas diferencias. Entonces no hay que exagerar las semejanzas, pero sí las hay.

¿Cómo puede el mexicano pensar en esperanza cuando parece vivir en una crisis sin salida?
Por eso es una pregunta difícil: no es fácil juntar crisis y esperanza, pero me parece que lo tenemos que hacer, porque una sociedad sin esperanza es un desastre. Lo que estamos viviendo en México tiene que ver con la decaída de la esperanza social. Creo que todos, de alguna forma, sentimos rabia por lo que está pasando, pero si esta rabia no está asociada con la esperanza para crear otro mundo, fácilmente se puede volver terrorífico, que es lo que pasa si pensamos, por ejemplo, en el auge del fascismo en Europa. Esa es realmente la rabia sin esperanza. El problema es cómo. No es fácil y las respuestas no son fáciles. El desafío es cómo, es pensar en esperanza a través de la crisis.

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