Jitomate en el sureste

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La cosecha de jitomate ha sido una alternativa para que productores de comunidades chiapanecas, como La Independencia, La Trinitaria y Comitán (antes productoras de maíz y frijol), logren un desarrollo comunitario.
Esto provocó que Chiapas se convirtiera, de 2006 a 2010, en uno de los estados mexicanos con mayor concentración de superficie cosechada nacional: 1.65 por ciento, es decir, 4 mil 713.25 hectáreas, distante de estados como Sinaloa y Nayarit, reconocidos por la cosecha de jitomate.
Por ese motivo, Tlillalcapatl Gómez Carreto, estudiante del doctorado en Estudios regionales, en el Consorcio de Ciencias Sociales y Humanidades, de la Universidad Autónoma de Chiapas, realizó la investigación “Redes de innovación, actores sociales y desarrollo regional. La agricultura protegida del sistema productivo jitomate en Chiapas”, para conocer los procesos que han llevado al éxito.
“El objetivo general de la investigación fue la reconstrucción del proceso de adopción de innovaciones realizados en la agricultura protegida del sistema productivo jitomate de Chiapas, con la finalidad de determinar la contribución de los actores sociales y las implicaciones”, comenta Gómez Carreto.
Durante el Coloquio de investigación, del Departamento de Geografía y Ordenación Territorial, del Centro Universitario de Ciencias Sociales y Humanidades, la investigadora identificó tres años clave en la producción de jitomate chiapaneco.
En los años sesenta llegaron jóvenes originarios de Puebla con un camión lleno de jitomate para vender en Comitán. Los jóvenes vendieron todo. De ahí surge la idea de radicar en la comunidad chiapaneca para producir jitomate.
“En 1963 fue el año en que se adopta el cultivo de jitomate, pero en 1994, coincidiendo con la firma del Tratado de Libre Comercio, inicia el fortalecimiento del cultivo y se adoptan mallas y pabellones para la producción. De 1963 a 1994 todo era cultivo a cielo abierto, no había grandes cosechas y en 2000 se maduró el cultivo de jitomate y se adoptaron invernaderos”.
En 1994, por la firma del Tratado de Libre Comercio, perdieron tierras y los productores se quedaron con una hectárea o menos para cosechar. Ellos implementaron la utilización de estacas, horcones, mallas y pabellones para sembrar una parte y dejar descansar la otra, con el fin de cuidar la tierra. Todavía siguen este procedimiento.
Actualmente la derrama económica nacional, a través de un análisis de costo de producción, determinó que los agroempresarios invierten un promedio de cuatro millones de pesos anuales en la compra de mallas, estacas, agroquímicos, pago de jornaleros, entre otros gastos.

Redes en la producción de jitomate
Gómez Carreto utilizó para su investigación un análisis de redes, que permite identificar quiénes son los actores, el número de relaciones y vínculos que los productores tienen con dependencias, con otros productores, proveedores de insumos o con centros de investigación.
La investigadora mencionó tres actores con un alto grado de reconocimiento por parte de los productores: Secretaría de Agricultura, Ganadería, Desarrollo Rural, Pesca y Alimentación, (Sagarpa), Secretaría del Campo y Sistema Productivo Jitomate de Chiapas.
Además, evidenció la presencia de pequeños grupos de actores que fueron identificados en los procesos de innovaciones, como la introducción del jitomate y la adopción de mallas e invernaderos.
De una red de 219 actores que intercambian información respecto a la producción de jitomate, 33.94 por ciento son productores no organizados; 7.34 por ciento instituciones gubernamentales y 1.83 por ciento instituciones educativas y centros de investigación, entre otros. Ello demuestra la poca participación de actores gubernamentales y universidades en la investigación e información.
“Un problema es la desvinculación (universidades) y también fundar escuelas y carreras deslindadas totalmente de las necesidades de los territoritos y también de esta tendencia histórica, de los patrimonios territoriales. Hay una gran cantidad de universidades privadas que tampoco están teniendo participación en el sistema o al menos no están siendo reconocidas (por productores)”, comenta Gómez Carreto.
Los asistentes al coloquio, en su mayoría investigadores de la Universidad de Guadalajara, propusieron a Gómez Carreto agregar el impacto social, como las condiciones de los jornaleros y la presencia de las mujeres en la producción de jitomate.

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