Interrogar la materia

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    Así como Leonardo Da Vinci, además de pintar obras geniales, diseñaba toda clase de artefactos, redactaba recetarios de cocina, tratados de dibujo, poemarios, improvisaba con un laúd, era arquitecto, urbanista y anatomista, en suma, aquellos atributos que alguien llamó “espíritu renacentista”; hay algunos creadores que, si bien no dominan artes tan ajenas entre sí, se puede decir que comparten ese ánimo polímata, sobre todo en las cercanías de su propia disciplina. En el ámbito de las artes plásticas, pienso en Pablo Picasso, en Salvador Dalí, en Edvard Munch, como algunos de los artistas a quienes no bastó un solo medio para expresarse, sino que exploraron las distintas posibilidades de cada material, cada instrumento, cada textura, para fijar en soportes diversos su perspectiva del mundo.
    Habrá quien pueda juzgar fácil que un artista trabaje en disciplinas allegadas como el grabado, la pintura, la escultura, pero, casi cualquiera que haya cultivado alguna de ellas, sabe que, entre la pintura y el grabado hay tanta cercanía como entre la biología y la astronomía y que el dibujo te prepara tanto para la escultura, como rasguear una guitarra anticipa a un músico en las dificultades de un violín, es decir, muy poco, puesto que cada disciplina encierra un universo inagotable, en cada una, como alguna vez dijo Ítalo Calvino, refiriéndose a la literatura, “se nos ofrece la posibilidad de decirlo todo, de todas las maneras posibles.”
    Tomando en consideración esta dificultad técnica es que encuentro singular la exposición titulada, Muertes privadas, resurrecciones públicas, de Lucía Maya, que se exhibe en el Exconvento del Carmen, desde el treinta de noviembre y hasta el tres de febrero del año en curso. En las cuatro salas del segundo piso, el espectador podrá ver transformado el cartón, el metal, la tela, la película, en un universo de flores y sueños, de seres mitológicos saltando en diversos planos narrativos, a través de obras monocromáticas a lápiz, grabados en acero, esculturas, fotografías, impresiones digitales,
    Lucía Maya es una artista con una reconocida trayectoria en el mundo de las líneas, los colores y las formas. Estudió pintura en Guadalajara, Guanajuato, Estado de México y Madrid, en la Academia de Bellas Artes. Realizó su primera exposición en el Teatro Degollado y estudió grabado con Alejandro Ehremberg en la Ciudad de México. Además de pintura, ha hecho videos, ha publicado libros y hasta creó una editorial alternativa, llamada “Sístole-Diástole”.
    Algunos escritores han comentado la obra de Lucia Maya con mucho entusiasmo. Rosario Ferré, en un texto llamado “El misterio de la obra de Lucía Maya”, dice “Hay en sus cuadros un aliento a tierra del que emana una calidez sorprendente. No se trata de imágenes insubstanciales que pasan frente a nosotros como celajes líricos, ni de miedos o terrores ilustrados como sucede a con la obra de Leonora Carrington o Varo. Maya, como hicieron los Mayas presentes también en su nombre, mantiene un contacto íntimo con la madre tierra, origen de todo lo que la rodea”. Por otra parte, Elena Poniatowska describe a la autora y sus lienzos con estas palabras: “Hiperextasiada, sobrexcitada, no puede dejar de envolver su obra en las obsesiones de su subconsciente: papalotes, flechas, barcos de papel, zapatos de trabita, muñecas suicidas, cochinitos, calaveras, que vuelan bajo cielos apocalípticos. Nombrar al mundo es una de las fijaciones de Lucía Maya y relacionarlo con la literatura es otra porque su obra flota, resulta difícil asirla y como dice la filosofía a lo mejor sólo existe en nuestras mentes”.
    Primo Levi, el escritor italiano, en su famosa novela, La tabla periódica, cuenta su determinación por enterarse, a su manera, de las sabidurías ocultas en la materia, con estas palabras: “Miraba hincharse los brotes de los árboles en primavera, miraba resplandecer la mica dentro del granito, miraba mis propias manos y me decía: Llegaré a entender también esto, lo entenderé todo, pero no como ‘ellos’ quieren. Encontraré un atajo, me fabricaré una ganzúa, forzaré las puertas.” Encuentro ese ánimo, esa inquietud, esa curiosidad por entablar diálogo con las diversas posibilidades de la materia en la obra de Lucía Maya y me parece uno de los rasgos más destacables que el espectador podrá hallar en la exposición que se exhibe en el Exconvento del Carmen.

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