Infecciones intrahospitalarias

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    Por una parte, las infecciones intrahospitalarias representan un riesgo derivado de la propia higiene institucional y, por otra, también significan un peligro derivado de la inaceptable eficiencia y deficiente control de calidad de los propios programas de vigilancia imperantes en la misma.
    De cualquier forma, resulta inadmisible que cualquier paciente internado en el mismo nosocomio, o bien sus visitantes regulares, e incluso el personal laborante, vean comprometido su propio bienestar y salud con algo infeccioso que se genera y mantiene internamente. Habría que tener muy en cuenta que tanto las visitas como la gente que ahí trabaja se regresa a sus casas, con sus familias y que sin darse cuenta se contagiaron hospitalariamente con determinado agente etiológico, lo van a compartir y multiplicar entre sus mismos familiares. De tal manera que los impactos locales se multiplican geométricamente hacia su propia comunidad.
    La realidad cotidiana en muchos nosocomios con respecto a la infecciones intrahospitalarias es que comprometen indebidamente su misma sanidad ambiental al dejar que algunas cepas circulantes se vuelvan endémicas y amenacen flagrantemente por sí mismas y su potencial oportunista y patógeno asociado, así como por su multiresistencia acumulada, el bienestar y salud de los pacientes en primer lugar, sin olvidarnos de los visitantes y los profesionales que ahí mismo trabajan.
    Ya es tiempo que las instancias oficiales del sector salud metan en cintura los relajados usos y costumbres nosocomiales, por cuanto corresponde a la necesaria y formal vigilancia epidemiológica ambiental de las infecciones intrahospitalarias que, en su defecto, representa el factor de cambio cualitativo en la operacionalidad organizativa de cualquier institución cuya vocación sea el bienestar y la salud de sus derechohabientes.

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