Hugo Salcedo

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Una de las más recientes obras del dramaturgo Hugo Salcedo (Ciudad Guzmán, 1964), Música de balas, se estrenó en la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid, haciendo luego una temporada en una sala alternativa de esa ciudad. “De este montaje, que fue realizado poniendo en ejercicio ciertos recursos del llamado ‘teatro documento’ —dice Salcedo—, se desprendieron algunas críticas muy interesantes que refieren la contundencia de la violencia desbordada por el gobierno de Felipe Calderón en su declarada guerra contra el narcotráfico. Esta circunstancia permitió una reflexión sobre los lamentables acontecimientos sangrientos que siguen golpeando y aniquilando a los ciudadanos de nuestro país”.

¿Qué es el teatro en sí y cómo se relaciona con la vida?
Para decirlo en una frase: el teatro es la vida misma. En él vemos situaciones y circunstancias humanas; allí hay lugar para los ires y devenires de las sociedades, las gestas heroicas y las historias cotidianas, los triunfos y fracasos, esplendores e infortunios, las dubitaciones, los conflictos mínimos o trascendentes.

¿El teatro contemporáneo refleja la realidad actual?
Derivada de esa relacion tan estrecha del teatro con la vida, diría que efectivamente el teatro contemporáneo de valía refiere la realidad actual, aun cuando se haga alusión a historias pretéritas o haya lugar para textos que parecieran evasivos al contexto específico; en ese sentido las piezas dramáticas podrían construirse desde una mirada contemporánea.

¿Cuál es el papel social que cumple un dramaturgo y su obra?
En términos estrictos no debiéramos comprometer la producción literaria a ningún rol social, pues —en el teatro— hay valiosos ejemplos escritos con el mero afán de entretener, y eso puede resultar en sí misma como una excelente propuesta; sin embargo yo he ido concibiendo mi propio ejercicio con una idea de mostrar aspectos que atañen a la esfera social y política, en un afán de expresión denunciante, expositiva, de disección, para intentar —al menos en el papel y luego en el escenario— una probable convivencia más sana de los hombres con sus circunstancias.

¿De San Juan de Dios (1986) a Música de balas (2011), ha cambiado tu perspectiva de escribir teatro? 
Definitivamente no. Sigo interesado, por un lado, en las historias breves, mínimas, de hombres y mujeres comunes, que me resultan sin duda más enriquecidas por su ingrediente de cotidianidad, de las que busco sus rasgos de excepción.

¿De dónde surgen las Confesiones de una telefonista erótica, que acabas de publicar?
Desde hace algunos años que comencé a tomar apuntes respecto a este interesante gremio de trabajadoras independientes, que por voluntad o por alta necesidad económica se enrolan en ese singular oficio. Estas informaciones que fui recabando a partir de lecturas bien diversas (entre las que aparecen, por ejemplo, hasta ciertos “Manuales para el Recitado en Voz Alta”), las emparento con otras reflexiones personales en torno a los reducidos espacios del campo laboral con que cuentan nuestros jóvenes, específicamente los que quieren dedicarse a una profesión del ámbito de las artes en una sociedad más inclinada por el mundo del dinero, la insensibilidad artística, la corrupción y la delincuencia. Con ambas líneas de exploración temática, me puse a trabajar en esta comedia que prácticamente se escribió solita…

Con El viaje de los cantores (1989) ganaste el premio Tirso de Molina de España (1989) y fue estrenada por la Compañía Nacional de Teatro del INBA, ¿qué ha significado ello para tu carrera como dramaturgo?
Ha sido una circunstancia muy afortunada recibir este, que es el máximo galardón internacional otorgado a una obra de teatro escrita en español, que nunca dejará de sorprenderme. Este premio me puso en la mirada de la crítica pero también me obligó a especializarme. Estoy celebrando ya los 25 años del Tirso, y la obra premiada sigue contándose en diversos escenarios del mundo: Venezuela, Francia, Holanda, Bielorrusia, Corea del Sur… Estoy convencido de que sin esa distinción, que además recibí siendo todavía muy joven, otra carrera quizá no tan afortunada se hubiera podido construir.

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