Horacio Franco

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En 1978, con apenas catorce años de edad, Horacio Franco daba su primer concierto de flauta dulce, a través del extraordinario Vivaldi, y con lo que, dice, comenzó a forjar su “sino como flautista”. Ahora con cincuenta años en las espaldas, el virtuoso solista que se formó a contracorriente está de regreso en la ciudad con la Orquesta Filarmónica de Jalisco esta semana, para brindar un repertorio barroco que pasa por Handel, Bach y por supuesto Vivaldi, y del que asegura que pocas orquestas actuales, dada la evolución musical y de instrumentos, pueden abordar de manera adecuada.

¿Cambias la afinación de la orquesta para adaptarla a la ejecución de piezas barrocas?
No. La altura de la nota “La” actualmente en las orquestas es de 440 hz o más por segundo, pero en Europa antes las afinaciones eran muy diferentes en cada país, reino o ciudad, que incluso se adaptaban a la longitud de los tubos de órgano de la iglesia local. En la música italiana del siglo XVII de la provincia de Mantua, la afinación era de 466hz, que es muy alta, también hay afinaciones muy bajas como la francesa que era de 392hz en los tiempos de Bach, o los instrumentos de ese tiempo en Alemania y Holanda están afinados en 415 hz, medio tono más abajo, pero en Inglaterra estaban en 410hz. Entonces en Europa la afinación no se estabilizó sino hasta el siglo XIX. Por eso prefiero tomar el “La” de la orquesta normal de 440hz, y lo que cambio es la sonoridad y un poco la manera de afinar los acordes de la orquesta con lo que voy a trabajar.

¿Modificas los tiempos de las obras para que te resulten más o menos cómodas en la ejecución?
Para nada. Los pulsos de la música barroca tienen una manera de articularse que hace que sea indispensable que se entienda cada cosa, está muy bien estructurada, ya que es la heredera directa de la polifonía renacentista. Sus elementos tienen que ser inteligibles al escucha. Pero en el siglo XIX cambió todo, al introducirse la música a los teatros empezó a ser masiva, densa. Con una orquesta grande es imposible hacerla sonar demasiado rápido, ligero o articulado, porque es pura masa sonora,  y ya no importó tanto como en el barroco la claridad, sino el volumen y la proyección, por eso los tempi en el barroco pueden ser más rápidos que los del siglo XIX. Pero todo depende de la articulación. Yo toco en el tempo giusto de cada pieza.

¿Buscas el lucimiento que te puede dar la flauta en la velocidad y el virtuosismo?
No. Simplemente busco la transliteración de una idea musical de los compositores, donde las cualidades de la obra sobresalgan y llegue el mensaje al escucha. Si yo tengo que tocar de solista una parte muy difícil de Vivaldi que sea muy virtuosa, pues obviamente la hago así y lucidora, porque son como las arias de los cantantes. Son conciertos donde el solista tiene que exponerse, demostrar bravura, eficiencia técnica, sonido, y los rangos dinámicos del instrumento. No nada más es tocar rápido por hacerlo, sería yo un perfecto imbécil si fuera mi única prioridad el hecho de lucirme. Ya no tengo veinte años.

En cuanto a tus facetas de director además de solista, ¿en cuál te sientes más cómodo?
Cada vez me siento mejor dirigiendo. No soy un director con la técnica que debe tener quien dirija tal música, pero me siento muy en casa, transmitiendo y diciéndoles a los músicos lo que quiero, porque siempre estoy muy seguro de ello y de cómo pedirlo, trato de ser preciso y directo. Finalmente lo que me importa es la comunicación de ideas.

Con todo lo que representas musical y personalmente, ¿te consideras un líder de opinión y que tu presencia en el escenario es una imagen que vende?
Vender en cuanto a técnicas de mercado sí me gusta hacerlo, ya que esto es muy injusto en la música, incluso la culta. Así que es para decir que mi música es tan digna y no vale menos que la de otros, que es de todos, como el mejor futbol, o más que la cultura chatarra de la televisión comercial, y que llega sobre todo a la gente menos educada porque es lo único que tienen a la mano. Ahí es donde se debe educar, y cualquier esfuerzo, así sea de un flautista gay que dirige orquesta, es bueno. Yo me considero una hormiga más de las que hay trabajando por el país.

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