Honrar a Don Severo

1093

En Guadalajara se han desarrollado y consolidado importantes grupos dedicados a la investigación científica, la mayoría desde la propia Universidad de Guadalajara (UdeG), sin menoscabo de las universidades privadas y unidades de investigación de instituciones con sede en el Distrito Federal o centros de investigación del sistema SEP-CONACyT. No podemos afirmar apriorísticamente que en Guadalajara se respire una cultura científica, como era el caso a finales del siglo XIX y principios del XX.
Las autoridades han sido omisas en el apoyo a actividades y centros que propicien la cultura científica. El ejemplo más grotesco es el de un gobernante, que opera un despacho de contadores públicos, quien irreflexivamente, con la mayor facilidad, destina un “donativo” de 67.2 millones de pesos a una empresa privada cuyos estados financieros no están precisamente en números rojos. Lo anterior trae a la memoria cuando el susodicho se desempeñó como presidente municipal de Guadalajara, abandonó el muy noble proyecto del ayuntamiento que le tocaba presidir.
Me refiero –por su nombre– al Centro de Ciencia y Tecnología Planetario “Severo Díaz Galindo”, epónimo de uno de nuestros grandes hombres de ciencia, fervoroso y cumplido católico, al grado de ejercer como presbítero.
Si ello fuera poco, la casa del renombrado sacerdote fue convertida en un módulo de la policía municipal de Guadalajara, que actualmente se encuentra en estado de abandono, y además afeada con una manta publicitaria de una institución educativa particular, ¿gobierno-empresa acaso? Para cerrar el broche de la ignominia: el único bronce –un modesto busto– que adorna la plazoleta dedicada al sabio oriundo de Sayula, muestra los efectos de la actividad vandálica que no han sabido encauzar los que (teóricamente) propugnaban por una “Patria ordenada y generosa”. Ello debe ser motivo de vergí¼enza, cuanto más si consideramos que gracias a la generosidad del Páter Díaz, dicha casa fue sede y motivo de supervivencia de la Benemérita Sociedad Mexicana de Geografía y Estadística en Jalisco.
Lo procedente sería que en ese lugar se encontrara una pequeña biblioteca municipal y centro de información y documentación sobre la vida y obra de este prohombre de Jalisco, que sería un destino más digno para la referida casa. Falta voluntad y el mínimo presupuesto para materializar eso, algo pequeño, pero significativo, que contribuya a la construcción de la cultura científica de los habitantes y visitantes de este valle de Atemajac, que más parece de lágrimas.
Por otra parte, un proyector Omnimax para el edificio popularmente conocido como planetario, cuesta menos, mucho menos que 67.2 millones de pesos, con la ventaja de ser más perdurable. Y además ubicaría a Guadalajara en el selecto grupo de ciudades poseedoras de tal equipamiento y atractivo no sólo para los residentes, sino también para los visitantes que, con seguridad, considerarían pasar un día más en la ciudad para visitarlo.
¿Cuándo honraremos como se merece la memoria de este gran sabio? Quien se aventuró a considerar, entre otras cosas, la posibilidad de vida inteligente más allá de la Tierra; quien, junto con su profesor y colega, en ese entonces también presbítero, José María Arreola Mendoza, hizo los primeros experimentos en Guadalajara con el elemento radio, tan sólo ocho y seis años después de los primeros experimentos con material radiactivo y con radio en el mundo, realizados por Henri Becquerel y el matrimonio Curie, respectivamente.
Esperamos que al menos este año sea digna la cátedra y foro de divulgación de la ciencia que en honor a Don Severo propiciaron la legislatura local y las autoridades que en ese tiempo dirigían el planetario, ahora en proceso de franca muerte.

Artículo anteriorBaaba Maal
Artículo siguientePlacazo