Historias de taxi

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    La probabilidad de no obtener los suficientes ingresos durante la jornada de trabajo, que los roben “a la mala” o sufrir algún percance automovilístico son los principales riesgos que enfrentan los taxistas en la zona metropolitana de Guadalajara.
    La vida de estos trabajadores del volante es dura. Están seguros de que saldrán de su casa, pero nunca saben si regresarán vivos, por lo que viven en una tensión constante.
    A pesar de los peligros, “van al día”, aun cuando carecen de las prestaciones que reciben los demás trabajadores: vacaciones, Infonavit, un día de descanso y derecho a una pensión por cesantía.
    “Los patrones exigen determinada cantidad por manejar su unidad, como si en realidad de un taxi uno obtuviera muchos ingresos. Lo que ganamos debe ser repartido entre el patrón y la gasolina. Lo que sobra es para el taxista.
    “Hay patrones que piden hasta 350 pesos al día. Algunos conductores cobran caro al cliente, porque a ellos les exigen mucha paga”, aseguró Manuel Arellano Tenorio, quien tiene 10 años como taxista.
    “El más rata de los patrones en la zona metropolitana cobra 360 pesos por día. Para permitir que manejes su taxi, pide escrituras de tus propiedades”, agregó Daniel Torres Núñez, con 18 años en este oficio.
    “Ese tiene más de 700 permisos”, explica Manuel Arellano.
    De acuerdo con el testimonio de los entrevistados, el taxi consume alrededor de 100 pesos de gasolina. “Como afirma el dicho: ‘A veces el pato nada y otras ni agua bebe’. En ocasiones, lejos de ganar, nos toca poner dinero”.
    Lauro Carrillo Solano, trabajador del volante en el sitio seis, comenta que un taxista puede trabajar medio turno o turno completo. En el segundo caso implica laborar 24 horas y en el primero, 12. “Yo manejo el taxi de cinco de la mañana a nueve de la noche”.
    La presión por ganar el sustento, la competencia frente a taxis pirata , el tráfico y las inclemencias del clima son la causa de los accidentes que involucran a los taxistas.
    “Un promedio de mil a mil cien vehículos por mes de la Mutualidad de taxistas del estado de Jalisco sufren algún siniestro o son robados a sus conductores. Es un índice alto”, consideró Armando Sera Cuéllar, su presidente.
    La mutualidad tiene cinco mil 600 agremiados.
    La situación económica de los taxistas se agrava con la proliferación de taxis pirata, aquellos que no tienen permiso para operar (alrededor de tres mil en la zona metropolitana de Guadalajara, según calculó Armando Sera), y por el miedo a sufrir un asalto.

    Tres veces asaltado

    “He sido asaltado tres veces –cuenta Manuel Arellano, del sitio ubicado a un costado de la basílica de Zapopan–. La primera hace como siete años, por tres chamacos. El mayor tenía 15. Me dijeron que los llevara a la colonia Tabachines, a buscar una dirección. Ya abordo me amenazaron con una pistola calibre 22, aunque con el miedo la veía más grande. Me bajaron en el Periférico y se llevaron el auto. No fueron lejos, porque tres cuadras adelante se les apagó.
    “En mi vida me hubiera imaginado que eran maleantes. Los tres vestían con pulcritud. Parecían hijos de familia.
    “La segunda ocasión fueron tres personas, en diciembre de 2001. Calculo que el mayor tendría unos 38 años, y los otros dos, alrededor de 20. Daban la apariencia de ser albañiles y tenían aspecto de cansancio.
    “Abordaron el taxi en Alcalde. Me pidieron que los llevara al Periférico. Al llegar, me amenazaron con un cuchillo. Me obligaron a manejar para Arroyo hondo. El mayor de todos los iba calmando: ‘No se pongan nerviosos, muchachos’, les decía.
    “De repente pararon el coche. Empezaron a esculcarme. Me quitaron el estéreo, la chamarra, los zapatos, el dinero y hasta el carro, pero como entonces tenía alarma antiasaltos, el vehículo se paró a las tres cuadras. No me golpearon.
    “La última vez fue en diciembre de 2004. Una muchacha de 19 años y dos jóvenes de 17. Los tres bien vestidos. Los subí en el centro. Me indicaron que los llevara hasta el Cerro del cuatro. Al llegar se hicieron señas. La muchacha dijo: ‘Ya llegamos, ya saque el dinero’.
    “No me dieron tiempo de nada. La muchacha empezó a echarme gas en la cara y los otros me colocaron el cinturón de seguridad alrededor del cuello. En el forcejeo me rompieron los dos dientes de adelante.
    “Logré desviar la mano de la mujer hacia su vista, de manera que se echó gas. Agarré un bastón e hice tal ruido, que se asustaron. Pensaron que traía arma.
    “Los dos jóvenes huyeron y dejaron sola a su compañera. Yo no veía nada, pero armado de valor gritaba: ¡â€˜Ya verán, los voy a agarrar! Nomás lo decía para que no supieran que estaba gaseado. La muchacha se bajó y empezó a caminar a pasos lentos. Yo me quedé solo. Empecé a llorar por efectos de la pimienta.
    “A raíz de las tres experiencias agarré colmillo. Ahora no subo a cualquier persona. Los demás compañeros también han tomado precauciones. Nosotros, por medio de la banda civil, podemos pedir auxilio a otros compañeros si tenemos algún problema. Ellos ubican al que pide ayuda y le preguntan cómo va todo. Eso asusta a muchos asaltantes.
    “Hay clientes que, en lugar de robar, no te pagan, y por lo tanto, agraden al taxista. En alguna ocasión uno de los compañeros subió a un muchacho y cuando lo dejó en su destino, éste le preguntó: “¿Cuánto te debo?” Le dijo que cincuenta pesos, solo que, en vez de dinero, recibió una pedrada en la cabeza. El pobre, antes de desmayarse, alcanzó a avisarnos. Llegamos a donde estaba, pero el agresor había desaparecido”.

    Solo fue un susto
    Los sustos son frecuentes. “En cierta ocasión –cuenta Rogelio Silva Carrillo, del sitio 31– subió al carro que manejo un señor como de 38 años, con una valija. Sacó una cerveza y empezó a tomar. Me hizo que lo llevara a distintos lugares. Al llegar al destino final, le cobré. Me dijo: ‘Fíjese que no traigo dinero’. Abrió su valija y extrajo un cuchillo de unos 35 o 40 centímetros. Pensé que me iba a asaltar y a matar.
    “No hay problema, le dije asustado, ya me pagarás en otra ocasión. Cómo cree, señor –contestó–, le estoy pagando con el cuchillo. Tómelo, se lo dejo.
    “Todavía conservo el cuchillo”.

    Hay que desconfiar hasta de las familias
    Daniel Díaz Cholico tiene cuatro años de taxista, en el sitio 52, ubicado rumbo a la carretera a Nogales. “Por suerte a mí no me han asaltado, pero tengo compañeros a los que sí”.
    En el sitio donde trabaja hay 60 carros, con dos conductores cada uno. “Han robado a alrededor de 30 compañeros. Algunos resultaron con heridas graves”.
    “En torno a quiénes hay que tener más miedo, no te sé decir. Un compañero comentó que, cierto día en la madrugada, una familia compuesta por dos niños, cuyas edades calculó entre ocho y 10 años, y dos adultos, le pidió servicio.
    “Cuando el compañero los vio, pensó que no había problema, ya que era una familia, pero en el camino, de repente, el señor y la señora amagaron al taxista con un cuchillo y dijeron a los dos niños: ‘ahora sí, a lo que los traje’. Entonces los dos chicos comenzaron a desmantelar el vehículo y quitar el dinero a nuestro compañero”.
    Los asaltantes pueden ser hombres o mujeres, ir solos o acompañados por niños, pero lo común, de acuerdo con el testimonio de Daniel Díaz Cholico, son hombres en pareja. “Casi no hay asaltante solo, porque es más arriesgado”.
    Marciano Uriel López, con 20 años de taxista, asegura que los asaltos aumentan por la noche. “Trabajo en el día. De noche no me arriesgo, porque he experimentado en cabeza ajena. Tres compañeros murieron a raíz de que fueron asaltados”.
    “Subir pasaje es una decisión delicada. No doy servicio a personas que parecen peligrosas. No sé decir las características de una persona peligrosa, pero puedo afirmar que uno, en este oficio, desarrolla un sexto sentido”.

    Asaltos, “el pan nuestro de cada día”
    “De los taxistas afiliados a esta mutualidad, asaltan a un promedio de cuatro o cinco cada día. El problema es grave.
    “En la mayoría de las ocasiones los maleantes dañan los autos, mismos que, en algunos casos, no aparecen, por lo que la mutualidad debe pagarlos”, añadió Armando Sera Cuéllar.
    Por lo general, el modus operandi de los asaltantes es parecido. “Te hacen conducir hasta una colonia, para después ser despojados, golpeados y a veces hasta asesinados”.
    “El año pasado, solo de la mutualidad que represento, 25 compañeros murieron, ya sea en un accidente automovilístico o en un asalto. En lo que va del año, un compañero fue asesinado”.

    Sin seguridad
    Lo peor de todo –agrega Manuel Arellano– es que no tenemos ningún tipo de indemnización si salimos heridos. Ni el sitio ni el sindicato o el gobierno nos ayudan. Si trabajamos, comemos, si no, no.
    “Vivimos de milagro y no gozamos de ningún apoyo. Si me roban el carro, estaré sin trabajar ni ganar un cinco durante tres meses, hasta que me lo pague la mutualidad”.
    Los taxistas no son asegurados, de manera que forman mutualidades para cubrir los costos generados por los accidentes de tránsito o asaltos.
    “En ocasiones resulta bastante baja la cotización hecha a los carros por parte de las mutualidades. Existe una guía azul con los precios reales de los vehículos.
    “Si el automóvil aparece a las cuatro semanas, solo pagan los daños que pueda tener, porque muchas veces lo meten a terracería y descomponen la suspensión. No pagan el radio y el estereo, porque supuestamente son artículos de lujo”.
    En parte coincide Lauro Carrillo, del sitio seis, al asegurar que un taxista no percibe ayuda si resulta herido. “Quienes estamos en una mutualidad, contamos con la ayuda de esta. Cada mutualidad establece su propia proporción de gastos a pagar. En la 22, a la que pertenezco, me cubren el 80 por ciento del valor de mi coche, si me lo llegan a robar”.
    De acuerdo con Armando Sera Cuéllar, la mutualidad que preside cubre 36 riesgos, entre los cuales está asistencia médica, asesoría jurídica, pago de incapacidades (salario mínimo diario mientras un chofer recupera su salud) y a los familiares por defunción (mil quinientos salarios mínimos), así como de la unidad, si resulta con daños totales.
    “En este caso cubrimos un precio de venta, pero en otras partes es como si compraran el carro, de manera que la cantidad resulta menor”.
    Estar protegido contra todo, cuesta, en promedio, 12 pesos con 80 centavos diarios.
    “En otras mutualidades hay pólizas parecidas a las nuestras, y digo parecidas, porque no tienen la misma cobertura. Nosotros brindamos protección a nivel nacional, es decir, donde ande el taxi afiliado”.
    Hay gente que abre mutualidades con coberturas bajas. Pertenecer a cualquier mutualidad no es obligatorio para el taxista.

    Sin prestaciones
    “En mi caso, no tengo ninguna prestación –añade Rogelio Silva Carrillo–. Trabajo de siete de la mañana a nueve de la noche. Este vehículo no es mío. Tengo que pagar al dueño 300 pesos diarios, así que debo sacar un mínimo de quinientos pesos cada día, de los cuales, además, tomo cien para la gasolina.
    “El sábado y el domingo son nuestros mejores días. Sacamos para nosotros doscientos o trescientos pesos en cada uno. Fuera de ahí, el resto de la semana es difícil, de manera que debes trabajar duro.
    “Pediría que nos dieran un día de descanso a la semana, claro que pagado. Nuestro sueldo por esa jornada resultaría de sacar un promedio de nuestras ganancias por día”.
    Los taxistas tampoco tienen vacaciones. “Tengo un año de laborar, y para mí las vacaciones no existen”.
    De acuerdo con Armando Sera Cuéllar, los taxistas carecen de las prestaciones que tienen los demás trabajadores: pago de prima vacacional, aguinaldo, vacaciones, reparto de utilidades, etcétera, porque el dueño del taxi, en realidad, no contrata al compañero que le va a manejar la unidad, sino que le renta el carro.
    “Le permite manejar el vehículo a cambio de determinada cantidad de dinero al día. Los derechos que marca la legislación laboral no son aplicados en el caso de los taxistas”.
    Algunos que envejecieron trabajando una unidad, dejaron treinta o cuarenta años de su vida atrás del volante. Sin embargo, ya nadie los quiere contratar, porque están mal de los riñones, sufren inflamación en las venas de las piernas y tienen la vista cansada.
    “Su situación es dramática, pues no tienen derecho a una jubilación. El Sindicato de trabajadores de la industria del autotransporte, similares y conexos de la república mexicana Gonzalo Navarro Baez, del cual también soy secretario general, pugna para formar una bolsa con la cooperación de los compañeros, a fin de entregar, en un solo pago, determinada cantidad al taxista que opte por su retiro cuando ya no pueda laborar”.
    Explicó que a consecuencia de las horas que permanecen sentados atrás de un volante y las pocas oportunidades para ir al baño, muchos enferman de los riñones, sufren problemas circulatorios en las piernas o experimentan una disminución en su visión.

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