Hablarlo o no hablarlo

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A pesar de las proyecciones de crecimiento del español en el mundo por la tendencia al aumento demográfico de los países que la asumen como lengua materna —fenómeno opuesto al del chino u otras lenguas europeas— y de la tendencia global al multilingüismo, hablar español es también una dificultad en ciertos contextos socio-políticos. En los Estados Unidos, donde representa la lengua del migrante ilegal latinoamericano, la del clandestino, ésta muere a la tercera generación después de su llegada al país. Tiene, en comparación con otras, una vida muy corta en el seno de una familia a pesar de que las exigencias comerciales obligan cada vez más a asumir el español como idioma de negocios. No obstante, la excepción del caso personificada por la comunidad cubana en Florida, con un estatus de legalidad muy distinto al del resto del continente, hace del uso y perpetuación del español un rasgo de prestigio que es utilizado por la mayoría como un distingo entre angloparlantes, constituyendo la antítesis de los colectivos mexicanos o guatemaltecos residentes en Texas o California.

La pervivencia del español a nivel global, dependerá pues en gran medida de la valoración que sus hablantes le confieran en aspectos identitarios y culturales como sustento del prestigio necesario para atraer a potenciales hablantes, así como de su consolidación como lengua de comunicación, comercio e investigación. Un arduo reto para una lengua que aún está ubicada en la periferia del campo científico-tecnológico.

De Occidente a Oriente
Actualmente, existen alrededor de 20 millones de estudiantes de español como segunda lengua y, aunque hasta antes de los años ochenta su enseñanza parecía restringirse a estudiantes europeos de estrato románico y algunos estadounidenses, en los últimos 30 años su demanda se ha diversificado. Hoy el español se erige como predilecto entre las lenguas para promover el comercio y el intercambio educativo aun en países con lenguas muy distantes a la nuestra como el japonés, el chino y el coreano.

Con las Olimpiadas en Seúl en 1988 y el establecimiento como motores económicos de las grandes empresas coreanas LG, Samsung y Hyundai, Corea del Sur se planteó una expansión comercial que requería del intercambio con países de habla hispana, por lo que entre la fundación del primer departamento de lengua española en ese país en 1955 y hasta 1980 sólo se habían traducido al español unos 20 libros, mientras que en la década de los ochenta “aumentó cinco veces la traducción al español” explica Manki Lee, director del Departamento de Lengua y Literatura Hispánicas de la Universidad Nacional de Seúl, quien también atribuye el boom del español de esos años, además del aspecto comercial, a que “hasta los años ochenta el viaje a países extranjeros necesitaba del permiso del gobierno”.

Actualmente, Corea del Sur es el país asiático donde cada año más estudiantes presentan el Diploma de Español como Lengua Extranjera (DELE) y la cantidad aumenta considerablemente, pues en comparación con 1991 en que sólo 10 personas lo solicitaron, en 2006 los aspirantes rebasaron las mil solicitudes y en 2012 más de 2 mil 500 coreanos se presentaron el examen. “Si comparamos con el francés, el alemán y el ruso, lenguas de tradición en el derecho, la filosofía y el comercio respectivamente, podremos comprobar que les ha ganado terreno en tan sólo medio siglo, al punto que las escuelas que no cuentan con un departamento especializado están abriendo clases de español de frente a este fenómeno, además de que la mayoría de las empresas lo han agregado a su solicitud de empleo”, comenta Manki Lee.

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