Francisco Antonio León Cuervo

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Hablar mazahua es una virtud poco común en México, pero escribir en esa lengua se torna aún más difícil. Los indígenas mazahuas son “absorbidos” por las grandes ciudades y su vasta tradición oral no alcanza para que produzcan suficiente literatura que ayude a que este idioma ancestral sea conocido.

Retomar esta labor fue una de las virtudes de la novela El eterno retorno, del escritor de origen mazahua Francisco Antonio León Cuervo, quien recientemente fue declarado ganador del Premio de Literaturas en Lenguas Indígenas (PLIA), que se entrega en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara.

Poeta y narrador, León Cuervo retoma parte de sus tradiciones, su cosmovisión y las mezcla con la vida de un raicero indígena en una historia que “no tiene un final feliz sino una realidad como la que vivimos nosotros”, revela el escritor en esta entrevista para el suplemento o2 Cultura.

El jurado del premio destacó que su novela esté escrita en mazahua, ¿qué opinión le merece esto?
Ciertamente nosotros no tenemos tradición literaria como los zapotecos, mayas, nahuas o mixtecos, que ya tienen mucho camino recorrido, nosotros en ese sentido estamos empezando. La lengua mazahua es una de las que menos producción literaria tiene a nivel nacional, es la décimo segunda lengua más hablada, pero la verdad es que su producción literaria pareciera que es de las que están muriendo, que fuera la lengua cincuenta o cincuenta y cinco de las sesenta y ocho que hay en el país. Eso se debe básicamente a que los mazahuas no tenemos tradición literaria, hasta ahorita solo teníamos un poeta reconocido y fuera de ahí pues nadie más se había atrevido a escribir. A veces también se debe la falta de espacios, en el Estado de México y parte del territorio de Michoacán, que es donde están los mazahuas, en el marco institucional existen muy pocos apoyos, muy poca difusión en el área de la literatura, sí existe mucha difusión en el parte de la música y todo eso, pero no existe una valoración para la producción literaria, entonces no hay estímulos adecuados como en otro estados, y no hay manera de descubrir a aquellos escritores que tienen la intención o tienen talento, no hay manera de ubicarlos.

 

En este sentido, ¿considera que esta novela es ya una contribución?
Es una contribución a que se abran espacios para esta cultura, yo creo que sí. A raíz de que se hizo el comunicado del ganador compartí la noticia en mi red de Facebook y se hizo viral. Yo no esperaba esa respuesta porque los mazahuas nunca hemos logrado algo así de importante. Con el paso de los días respondieron las instituciones en el sentido de abrirnos espacios y me invitan a participar en algunos lugares, en algunos foros, pero yo creo que los espacios no deben ser sólo para mí, sino extendidos a más personas que de alguna u otra manera están trabajando sobre todo en la parte literaria, que es en la que no había difusión anteriormente. Que además puedan tener algún apoyo económico mínimo en la recuperación de gastos para trasladarse, porque existen muchos jóvenes que se interesan por escribir, pero sabemos el nivel de desempleo que hay en el país y al estar desempleados no tienen los recursos para esta movilidad. Por ahora las instituciones han respondido y se empiezan a abrir más espacios.

¿Cuál tendría que ser la estrategia para abrir estos espacios a los escritores en ciernes y que puedan publicar su trabajo?
Yo creo que lo que se necesitaría es que las autoridades del Estado de México voltearan hacia la literatura, porque ni siquiera hay difusión en la literatura en castellano, que el gobierno y las instituciones voltearan hacia la literatura y abrieran más concursos, becas, como lo está haciendo Distrito Federal, como lo hace Guerrero, Oaxaca o Yucatán que han apoyado la literatura indígena y es lo que se necesitaría hacer en el Estado de México para que estas personas que están en las montañas, o que de alguna manera están en lugares urbanos y no cuentan con los recursos, tengan una manera de salir de este espacio oculto en el que están.

¿Cómo decidió escribir esta historia?
Empecé a escribir a los quince años, llevo la mitad de mi vida escribiendo pero había escrito temas un poco más universales, no tanto volteando hacia la literatura indígena, porque a veces a nosotros mismos nos cuesta más reconocer qué es lo que somos, pero la empiezo a escribir esta novela en junio de 2012. Tenía la idea de comenzar a escribir por primera vez literatura que tratara sobre temas indígenas y acá tenemos la tradición oral que es la que nos basamos para escribir. En ese sentido soy escritor gracias a mi padre, porque yo desde que tengo memoria él me contó todos los relatos de la tradición oral que había en la zona, los que él se sabía y motivó en mí el gusto por contar historias. Es de esta manera como empiezo esta novela pensando en el personaje principal, que es un raicero, porque, me parece a mí y siempre he creído, que la literatura puede dignificar esos oficios que de alguna manera están denigrados dentro de nuestra cultura. El oficio de raicero fue un oficio que hasta hace cincuenta años fue el principal de los mazahuas del altiplano central y, sin embargo, ahorita está olvidado. También retomé tres mitos de la tradición oral de la cultura mazahua, desde mis perspectiva incluir los mitos era como tener ficción, pero para los indígenas no lo es porque forma parte de su cosmovisión, la forma en cómo construyen su mundo, como cualquier otra a religión.

¿Por qué dice que es más difícil para los indígenas reconocer qué son?
Hablo en el contexto de los mazahuas, desgraciadamente estamos ante la última generación de hablantes reales de la lengua porque estamos en un punto céntrico, nos viene absorbiendo la urbanidad de varias ciudades: Toluca, Ciudad de México, Atlacomulco, Zitácuaro y otras culturas como los otomíes y purépechas. Para nosotros fue muy difícil darnos cuenta de qué es lo que somos porque nuestros padres no nos lo enseñaron, sí nos contaron la tradición oral, pero no nos enseñaron qué es ser mazahua, qué es ser indígena, porque ellos al crecer dentro de la misma hibridación de la globalización con ser indígena, no distinguen la diferencia. Hay algunos que sí crecieron siendo primero indígenas y después mexicanos, pero nosotros ya crecimos con la idea de ser primero mexicano. En mi caso me di cuenta que era indígena hasta que fui a la universidad, antes yo no percibía que era indígena, sabía que era mexicano, nada más, pero no que dentro de esta gran nación hay naciones más pequeñas que eran las indígenas y que tienen una cultura, una forma de vida, un poco paralela a lo que estamos acostumbrados ya como cultura híbrida. En general como que apenas estamos haciendo esa separación.

¿Escribir en su propia lengua es una manera de reconocer que es escritor y que es indígena?
Creo que es más bien describir qué es lo que somos, pero no entender lo que somos, entenderlo viene más en el sentido de cuando uno está en contacto con las personas, con los oficios, es en ese momento que entendemos lo que somos y una vez que empezamos a escribir, ya sea en español o en nuestras lenguas, nos dedicamos a describir lo que somos, pero nosotros, o al menos yo, me doy cuenta de lo que soy antes de escribir. Siempre he dicho que se aprende de las personas más comunes y acercarnos a ellos nos permite conocer sus historias y de ahí es donde me inspiro cuando hago literatura indígena.

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