Fernando Xavier Corona Flores

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    Hay dos enfermedades graves: “el Alzheimer y el Pendejaismer”, dice Fernando Xavier –con equis, recalca– Corona Flores, mientras busca en la mente y en su agenda telefónica el nombre de un maestro norteamericano de guitarra, que al final fue alumno de un alumno suyo.
    En 1945 ingresó a la carrera de ingeniería civil de la Universidad de Guadalajara. En el 51 se graduó. Pero no fue hasta “muchos años” después cuando regresó a la casa de estudios. Y no precisamente a dar clases de ingeniería.
    “En 1965 murió mi padre, quien impartía la cátedra de guitarra clásica en la Escuela de Música. Me llamó entonces el rector, Hugo Vázquez Reyes, y me dijo ‘firma estos documentos. Te nombro maestro de guitarra clásica’, ‘¿y por qué a mí?’, dije. ‘¡Pues porque no hay otro!’”
    Vázquez Reyes le indicó que solo fuera por 12 horas, hasta que al final, enseñaba toda a la semana. La Escuela de Música se encontraba entonces en el sitio que ahora ocupa el edificio Administrativo de la UdeG.
    Las ideas matemáticas que lo formaron se hicieron compatibles con la guitarra, que aprendió a rasgar las cuerdas desde que tenía siete años. Una idea tan sencilla de Xavier revolucionó la forma de tocar el instrumento. Se dijo: “si he andado en la ciencias exactas, ¿por qué no cambio la digitación en las manos?”, y en vez de emplear los dos dedos que se usaban entonces, comenzó a usar el que cayera, el que siguiera.
    El método, recuerda, llegó a otros lugares del mundo por medio de los alumnos que sí estudiaron las lecciones. Hoy continúa dando clases de guitarra.

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