Fernando Vallejo

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Ya sabemos que la vida para algunos es una desgracia para otros una fiesta.

Fernando Vallejo

Fernando Vallejo fue el acreedor al Premio FIL de Lenguas Romances en el 2011. Nació en Medellín, Colombia, y es naturalizado mexicano. Es “un maldito”, parece contener el ardor de un profeta pero con acentos sulfurosos. Cada oración en sus novelas es un estallido en la conciencia de la mayoría de las personas. Nada ni nadie se salva cuando Vallejo lo ha puesto en sus miras: la Iglesia, el Papa, el narco, los políticos, los pobres, los ricos, la humanidad toda. Aunque un observador atento se da cuenta de su profundo amor a la única especie digna de salvarse: los animales.

Fiel a su carácter polémico y controversial, autor del libro La puta de Babilonia, cronista de la devastación, se ha dicho que ha escrito una insólita historia de amor y un evangelio al revés donde los asesinos disparan balas rezadas y el mayor delito consiste en sobrevivir. Maestro de la injuria como una las bellas artes. Sus peroratas caen sobre Colombia y México, disparadas, indómitas, imprecatorias como una lluvia acida, una tempestad desaforada, un cataclismo del idioma. Prosa furibunda, mágica, encabronada, apocalíptica, en  que la rabia, la ira y la desesperación se vuelven ternura desamparada… una música del desconcierto.

Sátira feroz de la democracia en un tinglado de ilusiones, mentiras y traiciones, de almas en pena, muertos que votan y bandadas de loros (académicos) que dicen verdades eternas. Los libros de Fernando Vallejo son unos delirantes cantos de amor y de perdición que no da y nos ha dado hace un tiempo la literatura. Mezcla la dicha, el humor con el Apocalipsis. Opina que el internet es una epidemia equivalente al sida.

Vallejo provoca entusiasmo y fobias, pero nunca tibieza e indiferencia. De hecho, la tibieza es el sentimiento más ajeno a su literatura, en una Colombia que se divide en conservadores y liberales y un México que hoy se divide en asesinos y cadáveres: quizá esa sea la frase más dulce que le dedica a nuestro país como a Colombia.

En cuanto a riqueza, imaginación y poderío verbal, Vallejo es un prodigio rabioso, nihilista, iconoclasta, cargado de un humor más que negro, rebelde, subversivo. Denuncia instituciones, personajes públicos, hechos, injusticias y todo lo habido y por haber. Cree en el poder salvador de las palabras explosivas, pero también en su poder destructor. Sin embargo, pese a la inconmensurable carga de virulencia —no de violencia— que hay en sus libros, éstos tienen más de canto que de odio.

Pese a sus reflexiones tan demoledoras como las que le inspiran los niños, dice: “En todo niño hay en potencia un hombre; un ser malvado. El hombre nace malo y la sociedad lo empeora. Por amor a la naturaleza, por equilibrio ecológico, para salvar los vastos mares hay que acabar con esa plaga, o entre otros seres objetos de sus enconos, las mujeres, por el hecho de poner seres humanos en este mundo. Porque uno de los pecados no es nacer, sino hacer nacer. Mírense en el espejo antes de copular, de engendrar, de concebir, de parir, cabrones, ¿o es que tienen miedo de que se les pierda el molde?”.

Y en cuanto a su país, escribe: “Colombia es un desastre sin remedio. Maten a todos los paramilitares, los funcionarios, los curas, los narcos y los políticos y el mal sigue: quedan los colombianos. Insulto a Colombia, la mía, porque la quiero, quiero que se acabe: para que no sufra más”.

Y el México en que vivimos, está saturado de fosas por todo el territorio, y de colgados, encajuelados, desaparecidos, inclusive ha superado a Colombia. No nos engañemos, aunque le cante a su país, no sólo habla de Colombia en sus libros: también de México.

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